martes, 6 de diciembre de 2011

Las mujeres guapas asustan a los hombres

"ESTABA MUY BUENA Y ME INVITÓ A TOMAR UN CAFÉ: SALÍ CORRIENDO"

 Las mujeres guapas asustan a los hombres 

No tienen pareja porque los hombres no se acercan. 

"Algunos te tiran los trastos, pero se liga muy poco siendo guapa y famosa, te lo aseguro". Así se manifestaba en más de una ocasión Soraya Arnelas, célebre cantante que saltó a la popularidad por su participación en Operación Triunfo, y que se convirtió en habitual de las portadas de las revistas masculinas. La joven Emma Watson (21 años), célebre por haber interpretado al personaje de Hermione Granger en la saga de Harry Potter, se quejaba recientemente por lo mismo. "¿Por qué no me llaman? ¿Por qué nadie me quiere conquistar?", se preguntaba en una entrevista. "Creo que los hombres se sienten intimidados conmigo y sienten que tienen que impresionarme", proseguía. 

Mucho mayor es Kim Catrall (55 años), célebre por interpretar a la devorahombres Samantha Jones en la serie Sexo en Nueva York. Tras tres matrimonios fracasados, Kim se quejaba de lo complicado que le resultaba entablar contacto con hombres. "Lo intento, pero es muy difícil”, aseguraba recientemente en el programa de Ellen DeGeneres, "creo que se sienten un poco intimidados por el personaje".

En los casos precedentes, la fama es un factor añadido: si se unen los dos factores, popularidad y belleza, hablamos de mujeres que resultan muy intimidatorias para muchos varones.  Sonia (27 años), dependienta en una tienda de ropa, se identifica con las protagonistas anteriores, aunque es lo suficientemente modesta como para considerarse menos atractiva que ellas. "Sé que atraigo a los hombres, porque muchas veces me lo han confesado, generalmente cuando son mis amigos, pero casi nunca se suelen acercan a hablar conmigo." Los foros femeninos están llenos de este tipo de consultas: "creo que soy más mona que mis amigas, pero los chicos no se me acercan", plantea una de ellas. Otra dice "¿Es qué les asusto? ¿Es que piensan que no están a mi altura? ¿Por qué es tan difícil?".

Frente a esta situación surge una complicación adicional, y es que aún no está socialmente aceptado que las mujeres den el primer paso. ¿Por qué? Un estudio de la Universidad de Tulane (Nueva Orleáns) reflejaba que las mujeres que flirteaban en el trabajo tenían menos posibilidades de prosperar profesionalmente, lo que demostraba en última instancia que aún no se permite al género femenino adoptar dicho rol. El profesor Arthur Brief, que llevó a cabo la investigación, apuntaba que "resultaba demasiado políticamente incorrecto para algunos, demasiado morboso para otros".


Antes de ser rechazado y de que se rían de ti, es mejor apuntar más bajo


Otro estudio realizado en el año 2004 por el SIRC (Social Issues Research Centre), en Oxford, analizó detenidamente los usos y costumbres de los británicos a la hora de ligar. En el mismo, la investigadora Kate Fox afirmaba que "las mujeres que dan el primer paso se presentan, en principio, como mucho más disponibles sexualmente para el hombre. 

Cuando se les preguntó a los hombres por las mujeres que se acercaban a ellos, generalmente fantaseaban con bellas, fantasiosas y misteriosas damas, por lo que de entrada resultan atractivas". Sin embargo, proseguía el estudio, "las mujeres pueden enviar sutilmente diversos signos para llamar la atención masculina, pero por lo general, aún se espera que sea el hombre el que dé el primer paso. Las estrategias de las mujeres suelen ser no verbales y ambiguas, y se transfiere al hombre la iniciativa a la hora de expresar su atracción". 


¿Qué piensan los hombres?


Borja, profesor de 32 años, recuerda jocosamente una anécdota ocurrida durante su etapa universitaria. "Una vez, una chica muy guapa se me acercó en la calle, de madrugada, y me propuso ir a tomar un café. ¿Qué hice? Echar a correr mientras ponía alguna excusa, porque no me parecía creíble que realmente estuviese interesada en mí". 

Años más tarde, Borja sigue sin saber qué habría pasado de aceptar la invitación, pero sí tiene claro que probablemente volvería a hacer lo mismo hoy en día. Por su parte, su hermano José Manuel (28 años), es mucho más práctico en este sentido: "¿por qué intentarlo, si sé que voy a fracasar? Antes que ser rechazado y que se rían de ti, es mucho más sencillo apuntar más bajo y ser consciente de cuáles son tus posibilidades, digo yo".

El cantante francés Serge Gainsbourg, considerado como un hombre no especialmente agraciado, fue compañero sentimental durante los años sesenta tanto de Brigitte Bardot como de Jane Birkin, dos de las grandes bellezas de su época. Si algo no le faltaba, era desparpajo: consiguió una cita con la bella y aparentemente inalcanzable BB, y "por culpa de los nervios y el alcohol, pensé que el encuentro había sido un fiasco y que no me volvería a llamar", rememboraba Gainsbourg. 

Sin embargo, a la mañana siguiente el teléfono sonó, y se trataba de la cita de su noche anterior, que le pidió que le escribiera "las dos canciones más bellas de la historia". De ese encuentro surgió un tórrido romance, y nada menos que el clásico "Je T'aime… Moi, Non Plus". Si algo demuestra la anécdota, es que los hombres interpretan mal los signos de las mujeres y que tienen mucho más que hacer con éstas que lo que ellos mismos piensan.

Un estudio reciente realizado conjuntamente por la Universidad de Valencia y la de Groningen intentaba explicar por qué resultan tan estresantes las mujeres bellas para los hombres. Según el mismo, realizado a partir de la observación de un grupo de varones a los que se pedía que realizasen un sudoku, sus niveles de cortisol en la sangre  aumentaban cuando tenían delante a una mujer que consideraban atractiva y descendían cuando ésta abandonaba la sala. "Mientras algunos hombres intentan evitar este tipo de relaciones, porque consideran que están fuera de su alcance, la mayoría respondían con aprensión y una recurrente respuesta hormonal, que aumenta irremediablemente el estrés, al considerar que deberían actuar de forma distinta para cortejarla", concluía dicha investigación.

Las personas más bellas tienen dificultades para identificar por qué son apreciadas

Alguno de estos casos puede llegar incluso a la patología. Existen dos términos creados específicamente para nombrar el miedo a las mujeres bellas: venustrafobia y calyginefobia, que detrás de la bonita sonoridad fonética ocultan un miedo enfermizo. No deben confundirse en ningún caso con la misoginia, que se trata del odio hacia las mujeres. Según diversos estudios, aunque el porcentaje de personas que sufren este trastorno es bajo, se trata de un problema mucho más común de lo que podría parecer. Los factores principales que influyen en la aparición de esta fobia son la baja autoestima, el complejo de inferioridad y el miedo al rechazo.


La mujer de doble cara


Otto Rank, uno de los psicoanalistas más celebres de la Viena de comienzos de siglo, invocaba en su obra El desnudo en la mitología y la poesía el mito de Melusina para describir este miedo. Cuenta dicho mito que Melusina era un hada malvada, figurada por primera vez por Jean D'Arras en La noble historia de Lusignan a finales del siglo XIV. Melusina encerró a su padre Elinas en una montaña mágica y como castigo, su madre Presina la convierte de cintura para abajo en serpiente. Así nace esa mujer de doble cara, opina Rank, en la que se cita la belleza arrebatadora con el "horror hacia los órganos sexuales de sexo opuesto, sentido incluso por gente normal".

Por último, no debe olvidarse el papel que tiene la retroalimentación social en la creación de la propia imagen. Stephen Worchel y Joel Cooper se aproximaban en su clásica Psicología social al problema que tienen las personas más bellas a la hora de identificar por qué son apreciadas. "Cuando las personas son atractivas y reciben retroalimentación social positiva, es posible que la descarten. Se cuestionarán si no es más que un mero intento de lisonjearlas por su aspecto", manifiestan. "Estas personas tienen dificultades para crearse una imagen clara y sin ambigüedades de ellas mismas y el resultado es un sentimiento de ansiedad e incertidumbre".

Por lo tanto, la maldición de la belleza es doble: la apariencia no sólo confunde a los demás, sino que distorsiona la concepción que los demás tienen los demás de nosotros. Quizá lo importante sea considerar este don no como una losa, sino como una virtud que muy poca gente comparte.

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