Millones de personas muestran en las calles su repudio contra el grupo armado
Los colombianos exigen la liberación de los cinco militares y seis policías que permanecen secuestrados desde hace 12 años
Un hombre marcha con imágenes de secuestrados por las FARC en Bogotá, Colombia.
A mediodía de este martes, los colombianos le gritaron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC): “Libérenlos ya”. Fue una solicitud vehemente, conmovedora y fuerte, con la intención de que su eco llegara hasta la profundidad de las selvas en donde el grupo armado tiene encadenados a cinco militares y seis policías. Son 11 hombres comunes, humildes, de rostros demacrados y candados que les cuelgan del cuello. Están en cautiverio desde hace doce, trece y catorce años.
En solidaridad con su tragedia, millones de ciudadanos salieron a las calles en todos los puntos del país. Iban ancianos, jóvenes y bebés en los brazos de sus padres. Algunos llevaban pancartas: "No más FARC", “Por piedad, libérenlos ya” y “No nos crean tan pendejos”, replica de una espontánea reacción del presidente Juan Manuel Santos al conocer un comunicado en el que las FARC eludían su responsabilidad en el asesinato, a sangre fría, de cuatro de sus cautivos.
Precisamente fue esta matanza la que sacudió de nuevo al país y le recordó semejante horror: un grupo de hombres pudriéndose en la selva, en jaulas de alambre de púas, bajo la mirada atenta de sus captores, listos para dispararles al menor indicio de un intento de fuga o de una operación de rescate.
Las marchas se repitieron en las principales ciudades del mundo, donde miles de colombianos salieron a las calles. Entre los asistentes participaron todas las vertientes ideológicas. En Bogotá estuvieron presentes desde el presidente Santos hasta la izquierdista Clara López, alcaldesa mayor de Bogotá, del opositor Polo Democrático. Y también los exsecuestrados como Alan Jara, quien estuvo de rehén ocho años. “Estas marchas no tienen color político, no tienen dueño, solo buscan un propósito: decirle a las FARC lo equivocadas que están”, dijo Jara.
Precisamente en esta conmovedora jornada decenas de ex secuestrados pasaron por los medios de comunicación recordando el valor de estas manifestaciones: “Cuando había marchas en las ciudades, nosotros hacíamos nuestras micro-marchas en los campamentos”, relató conmovido Ricardo Jiménez Bernal, quien estuvo secuestrado en 1999. “Los guerrilleros, al vernos, no hicieron nada, sólo dieron muestras de indiferencia”, añadió.
Hay quienes sentencian que la practica del secuestro acabó políticamente a las FARC. Eso lo expresa de manera sencilla el niño Johan Steven Martínez, hijo del sargento del Ejército José Libio Martínez Estada, asesinado por la guerrilla el pasado 26 de noviembre, tras casi 14 años de secuestro. “Yo ya perdoné a las FARC. Su castigo ahora es cargar con el peso en la conciencia de haber asesinado a tanta gente inocente”.
Hay también un número indeterminado de civiles en manos de las FARC, aunque en este caso la guerrilla decide no hacer pública su condición para negociar directamente con las familias el rescate y así robustecer sus finanzas. En cambio, a los uniformados los secuestró con el propósito de canjearlos por sus guerrilleros presos. Fue una idea impuesta por Manuel Marulanda, su comandante histórico, quien murió de viejo el 26 de marzo de 2008.
Hace una década, las FARC llegaron a tener en su poder a casi 500 secuestrados. Hoy solo conserva a once. Tenía 16, pero asesinó a cuatro y uno se fugó, el sargento Luis Eduardo Erazo. Por eso, Santos insiste: “El único camino que tienen es liberarlos y desmovilizarse”. Esta encrucijada está porque en su degradación, las FARC no solo tienen el rechazo de la casi totalidad de la ciudadanía sino que Colombia suscribió el tratado de la Corte Penal Internacional lo que le da poco margen de maniobra para hacer procesos de paz sin que los autores de delitos de lesa humanidad vayan a la cárcel.
Y a esto se suma la movilización de la sociedad civil que no quiere más violencia de parte de este grupo armado. Esto significa que nunca como ahora las FARC están más contra la pared.
En solidaridad con su tragedia, millones de ciudadanos salieron a las calles en todos los puntos del país. Iban ancianos, jóvenes y bebés en los brazos de sus padres. Algunos llevaban pancartas: "No más FARC", “Por piedad, libérenlos ya” y “No nos crean tan pendejos”, replica de una espontánea reacción del presidente Juan Manuel Santos al conocer un comunicado en el que las FARC eludían su responsabilidad en el asesinato, a sangre fría, de cuatro de sus cautivos.
Precisamente fue esta matanza la que sacudió de nuevo al país y le recordó semejante horror: un grupo de hombres pudriéndose en la selva, en jaulas de alambre de púas, bajo la mirada atenta de sus captores, listos para dispararles al menor indicio de un intento de fuga o de una operación de rescate.
Las marchas se repitieron en las principales ciudades del mundo, donde miles de colombianos salieron a las calles. Entre los asistentes participaron todas las vertientes ideológicas. En Bogotá estuvieron presentes desde el presidente Santos hasta la izquierdista Clara López, alcaldesa mayor de Bogotá, del opositor Polo Democrático. Y también los exsecuestrados como Alan Jara, quien estuvo de rehén ocho años. “Estas marchas no tienen color político, no tienen dueño, solo buscan un propósito: decirle a las FARC lo equivocadas que están”, dijo Jara.
El grupo armado mantiene aún secuestrados a cinco policías y seis militares desde hace más de una década
Hay quienes sentencian que la practica del secuestro acabó políticamente a las FARC. Eso lo expresa de manera sencilla el niño Johan Steven Martínez, hijo del sargento del Ejército José Libio Martínez Estada, asesinado por la guerrilla el pasado 26 de noviembre, tras casi 14 años de secuestro. “Yo ya perdoné a las FARC. Su castigo ahora es cargar con el peso en la conciencia de haber asesinado a tanta gente inocente”.
Hay también un número indeterminado de civiles en manos de las FARC, aunque en este caso la guerrilla decide no hacer pública su condición para negociar directamente con las familias el rescate y así robustecer sus finanzas. En cambio, a los uniformados los secuestró con el propósito de canjearlos por sus guerrilleros presos. Fue una idea impuesta por Manuel Marulanda, su comandante histórico, quien murió de viejo el 26 de marzo de 2008.
Hace una década, las FARC llegaron a tener en su poder a casi 500 secuestrados. Hoy solo conserva a once. Tenía 16, pero asesinó a cuatro y uno se fugó, el sargento Luis Eduardo Erazo. Por eso, Santos insiste: “El único camino que tienen es liberarlos y desmovilizarse”. Esta encrucijada está porque en su degradación, las FARC no solo tienen el rechazo de la casi totalidad de la ciudadanía sino que Colombia suscribió el tratado de la Corte Penal Internacional lo que le da poco margen de maniobra para hacer procesos de paz sin que los autores de delitos de lesa humanidad vayan a la cárcel.
Y a esto se suma la movilización de la sociedad civil que no quiere más violencia de parte de este grupo armado. Esto significa que nunca como ahora las FARC están más contra la pared.
No hay comentarios:
Publicar un comentario