Tras vapulearlo, Nadal consoló a su amigo Mónaco en el vestuario
Nadal y Mónaco se saludan tras el primer partido de la final. afp
Feliciano López, todavía con cara de dormido, asistía también con cara de pasmado al escenario que se planteaba a un par de horas del comienzo de la final de la Copa Davis en el estadio de la Cartuja de Sevilla. Algunas lonas cubrían la pista principal ante las goteras que habían aparecido en la techumbre de la instalación. Llovía. Algunos miembros de la Federación Internacional de Tenis andaban de aquí a allá mirando con preocupación el panorama. El gesto se relajó al mismo tiempo que desapareció esa borrasca inoportuna. Abrió el día y no hubo que retrasar el comienzo del duelo entre Argentina y España.
Las primeras caras pintadas de azul y blanco dieron la bienvenida al equipo suramericano. Era muy temprano aún, pero para nada gestionaron el depósito de voz. Comenzaron los gritos a favor de Del Potro y el resto del equipo. Sea el deporte que sea, el argentino no encuentra mejor vestuario para animar a sus compatriotas que con la camiseta albiceleste y ese diez a la espalda primero de Maradona y ahora de Leo Messi.
La final de la Copa Davis comenzó oliendo a fritanga, a una plancha desbocada en la zona de avituallamiento para los aficionados aromatizó las gradas del estadio olímpico. A tanto llegó el aroma que no hubo más remedio que ponerle el candado.
Ni el agua, ni el frito fueron más preocupantes que el run run de las molestias en la rodilla de Rafa Nadal. Al parecer, el tendón rotuliano le había dado problemas en las últimas horas del jueves y la mañana del viernes. El tratamiento de urgencia dio resultado y el líder del equipo español salió disparado en su partido con Juan Mónaco.
"La semana pasada parecía que estaba casi muerto y ahora resulta que no parezco humano"
Comenzó la final con la ceremonia de presentación de los equipos. La banda municipal de Sevilla interpretó una versión tan emotiva del himno argentino que a David Nalbandian le corrieron algunas lágrimas por la mejilla. No se dejaron los músicos ni una nota por tocar de la melodía de los suramericanos. Más de tres minutos de concierto como deferencia hacia el equipo visitante. No ocurrió lo mismo con el español en el que el director de la agrupación optó por la versión reducida.
Costó entrar en calor en el partido entre Nadal y Mónaco. Hubo pocos momentos en los que el choque estuvo apretado. La gente se levantó asombrada de sus asientos en esos puntos increíbles con el que el español despachó un decisivo juego en el tercer set. Mónaco acabó por los suelos, magullado, con la rodilla lastimada y con la sensación de que no iba a ser el día en que pillar desprevenido al mejor jugador del mundo sobre tierra batida. "
Elegante, como siempre, Nadal se interesó por el estado de su amigo antes de reposar unos minutos en la silla durante un cambio de juegos. Fueron los minutos de más euforia de ese primer turno. El presidente de la Federación Española, José Luis Escañuela, se atrevía a marcarse unos pasos de baile al son de ese himno rumbero cuyo copyright es propiedad de Albert Costa y Feliciano López. Intentó animar al rey a que se uniera a la danza, pero aún convaleciente de su accidente doméstico y bajo esas modernas gafas de sol, a lo único que se atrevió el monarca fue a seguir el ritmo con las manos.
"Estoy metido en la final, no es momento de hablar de si tengo problemas físicos"
Nadal resolvió con elegancia su contundente victoria. Visitó a Mónaco en el vestuario para animarle a pesar de la derrota. Luego, en sus declaraciones, se mostró sereno y precavido a pesar de su abultada victoria, aunque eso sí dejó caer que algunas cosas dichas y escritas después de su mala actuación en el Masters no le gustaron demasiado. "La semana pasada parecía que estaba casi muerto y hoy resulta que no soy humano. Nunca hay que exagerar las cosas", apuntó el balear.
El primer partido fue un aperitivo, pero ya en el segundo se sirvió todo ese ambiente tan característico de la Copa Davis. Un duelo en la pista vibrante entre David Ferrer y Juan Martín del Potro, además del de la grada entre las dos aficiones. No hay manera de callar a la hinchada argentina a pesar de estar en minoría, siempre emergen sus gritos a pesar de la mayoría de españoles.
Verdasco no paró de animar a su compañero y se abrigó con una bandera española cuando empezó a bajar la temperatura. Ferrer y Del Potro seguían a lo suyo. Ya entrada la noche seguían acribllándose a raquetazos.
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