Investigadores del CSIC excavan en la isla china para desenterrar los restos de una fortaleza colonial del siglo XVII
Una imagen de las excavaciones realizadas hasta ahora.
Apocos centímetros de las ruedas de los coches, un pedazo de la historia está saliendo a la luz. El escenario no es precisamente una jungla remota o un desierto hostil: entre edificios apiñados, a la entrada de un aparcamiento y frente a los astilleros de CSBC (antes China Shipbuilding Corporation), en el puerto de Keelung (Taiwán). Allí, restos de un antiguo enclave español yacen como testigos mudos del fallido intento del rey Felipe IV por controlar una plaza estratégica en el comercio de las Indias Orientales.
Pero una gran parte de los restos aún tendrá que esperar. El equipo hispanotaiwanés empeñado en este proyecto de enorme valor histórico se enfrenta a la incomprensión del astillero estatal, que hasta ahora ha denegado el permiso para excavar en la zona donde los arqueólogos creen que se ubicó el fuerte de San Salvador, de unos cien metros de lado. "La mayor fortaleza española en el Lejano Oriente", pondera José Eugenio Borao Mateo, un zaragozano doctorado en historia en Barcelona y que desde 1990 ejerce como profesor en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Taiwán.
El enclave pretendía proteger la ruta comercial entre China y Manila
Borao Mateo está removiendo Madrid con Taipéi para impulsar su proyecto, Del Renacimiento al Neolítico: la fortaleza española de Keelung y su entorno previo austronesio y prehistórico. La iniciativa está cofinanciada por ambos países y en ella trabajan investigadores del Consejo Nacional de Ciencias taiwanés y del Instituto de Historia y el Centro de Ciencias Humanas y Sociales, ambos del CSIC.
Los científicos quieren rescatar un enclave bien documentado históricamente, pero aún oculto para la arqueología. Durante los 16 años que duró la presencia española en Taiwán, de 1626 a 1642, el pequeño puerto de La Santísima Trinidad intentó proteger la ruta marítima entre la región continental costera de Fujian y la capital de la Capitanía General de las Filipinas, Manila. El gran rival era Holanda, que dominaba la costa occidental de Taiwán y que acabaría expulsando a los españoles de aquel territorio.
Dónde marcar la X
Con el investigador del CSIC Juan Manuel Vicent a la cabeza de la pata española del proyecto, la arqueóloga María Cruz Berrocal ha estado al frente del trabajo de campo en Taiwán. El primer paso era localizar los emplazamientos más prometedores para excavar, y no parecía tarea fácil. "Es una zona muy abigarrada de construcciones", explica Berrocal. Para marcar la X, la documentación reunida por Borao Mateo fue esencial. "Conseguí dar con las fotografías y el diario de excavaciones de los trabajos que hizo el Gobierno colonial japonés en 1936 en uno de los bastiones del fuerte, aunque al año siguiente, tal vez por la inminente guerra con China, lo destruyeron para construir los astilleros", relata el profesor. "Años atrás colaboré con un arqueólogo e hicimos un análisis de radar de penetración terrestre (GPR) que sirvió para identificar los posibles cimientos de uno de los lados de la fortaleza, a metro y medio bajo tierra".
"San Salvador era la mayor fortaleza española en el Lejano Oriente"
Pero tras la negativa de los astilleros a autorizar la excavación, los arqueólogos tuvieron que conformarse con el aparcamiento. "Superponiendo mapas holandeses, japoneses y modernos digitalizados, concluimos que allí se encuentra una iglesia de piedra construida por los dominicos que vinieron a la isla", expone Borao Mateo, que resume el progreso de estos trabajos: "Abrimos cuatro catas en la zona norte sin resultado aparente, por lo que nos hemos trasladado a la zona sur, donde está apareciendo un tapial impresionante; aún no podemos decir si pertenece a alguna estructura española o indígena".
Y es que, como lonchas de embutidos en un sándwich, las excavaciones han cortado un variado menú cronológico que abarca desde el Neolítico hasta la época japonesa, pasando por la Edad del Hierro y la dominación china. "Estamos contentos porque están apareciendo finas piezas neolíticas, otras indígenas, y de la dinastía Qing y japonesas; y materiales del siglo XVII contemporáneos a la presencia hispana, pero que aún tenemos que estudiar", apunta Borao Mateo. Aunque es un primer bocado para los arqueólogos, todo se analiza exclusivamente en los laboratorios taiwaneses. "No nos dejan sacar nada del país se lamenta Berrocal. Lo único que podemos traer a España son muestras de suelo para analizarlas y estudiar cómo se formó ese suelo para la datación".
El astillero estatal hasta ahora ha denegado el permiso para excavar
Ciencia contra burocracia
El equipo confía en que la naval transija para acometer las excavaciones de mayor calado, las de la fortaleza principal. Un segundo enclave de interés es otro hueso duro de roer por requerir también un permiso especial. "Hay dos zonas elevadas que los españoles llamaban La Mira y La Retirada, con fuertes auxiliares. Entre ambas, españoles y holandeses libraron una batalla de una semana. Es posible que allí aparezcan elementos hispánicos, pero se encuentran en instalaciones militares. Aunque, curiosamente, van a dar más facilidades para entrar a excavar que los astilleros", comenta Borao Mateo. "El problema en el astillero es que dicen que tienen que fabricar barcos y que nosotros estorbamos", señala Berrocal.
Parte del problema parece ser el extraño limbo político en el que sigue la isla de Taiwán, una nación independiente de facto pero no reconocida por ninguna potencia, y que la República Popular del continente aún espera anexionar oficialmente. "Por eso tienen un exceso de celo con sus instalaciones estratégicas, aunque el astillero está en declive. Y la burocracia allí es terrible", apunta la experta del CSIC.
A la espera de la próxima campaña de excavación, en primavera, los científicos confían en que el proyecto suscite tanto interés en España como lo ha hecho en Taiwán. "Allí están entusiasmados", celebra Berrocal. "Esperemos que en España ocurra lo mismo", añade. De hecho, cuenta Borao Mateo, fueron los taiwaneses quienes en 2010 viajaron a España en busca de expertos del CSIC que se sumasen al proyecto. El sueño de este profesor, después de 20 años estudiando la huella española en Taiwán, es ver construido allí un parque arqueológico. Además de servir a académicos e investigadores, atraería el turismo español hacia aquel rincón de Asia.
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