NADAL BARRIÓ DE LA PISTA A MÓNACO PARA SUMAR EL PRIMER PUNTO
David Ferrer celebra la victoria en el partido ante Juan Martín del Potro.
España ya acaricia la quinta Copa Davis. Y lo hace tras las victorias de Nadal ante Mónaco (6-1, 6-1 y 6-2) y de Ferrer ante Del Potro (6-2, 6-7, 3-6, 6-4 y 6-3), en partidos antagónicos, completamente diferentes. Verdasco y Feliciano López tendrán la ocasión de dar un nuevo título a la mejor selección del momento en el partido de dobles. El triunfo del número dos del mundo llegó en tres sets y en menos de dos horas.
La victoria del reciente semifinalista del Máster llegó tras cinco sets y cuatro horas y cuarenta y tres minutos de partido. Cuando todo parecía perdido, remontando la ventaja del argentino de dos sets a uno, apareció la capacidad agónica de Ferrer, esa que le lleva a no entregar nunca la cuchara. Siempre cree en la victoria y lo volvió a demostrar. La imagen de Del Potro colgado de la red, sin un gramo de fuerza ni para andar y la de un eufórico Ferrer de rodillas y derrochando energía, representa lo que fue el partido y lo que llevó a Ferrer a ganar el choque: la fe en la victoria.
Para ganar a David Ferrer en cualquier partido, pero especialmente cuando se pone la Roja, cuando defiende a España, hay que ser algo más que un gran tenista. Puedes esconder magia en tu raqueta, pero no basta. El de Jávea se asemeja, y mucho, al caballo de Espartero, famoso por sus atributos. Ferrer no se queda atrás, de verdad. Su coraje, por decirlo de manera suave, está fuera de toda duda. No hay nadie igual en el panorama del tenis.
No era la primera ocasión en la que el número dos español exhibía su fuerza mental y física, pero sí una de las más complicadas. Final de Davis, dos set a uno abajo y enfrente Juan Martin del Potro, ganador de Grand Slam y demostrando estar de vuelta con su mejor tenis. Nada fue suficiente obstáculo para que la fuerza de Ferrer terminara doblegando al argentino. Y eso que el número dos español cedió demasiado terreno al argentino tras ganar la primera manga, insistiendo una y otra vez en bolas cruzadas buscando el revés de Del Potro, momento en el que el de Tandil se sintió cómodo, dominador del partido.
En ese momento fue cuando el equipo ayudó a Ferrer a meterse de nuevo en el partido. Nadal se puso a la cabeza, pidiendo el apoyo del público. Incluso daba órdenes a Costa para que se las transmitiera a su compañero, que sufría en la pista. Una vez más daba ejemplo y a su lado, el resto del equipo. Todos sin excepción, en una nueva demostración de lo que esta selección, que no es otra cosa que un grupo de amigos ambiciosos, con ganas de vencer en cualquier momento y a cualquier rival. Y el mensaje le llegó al alicantino. Pero Ferrer no había dicho su última palabra, consiguió meterse de nuevo en el choque y lo hizo moviendo a Del Potro. El argentino no es feliz cuando no impone su derecha, cuando no domina. No le gusta correr y Ferrer le hizo sufrir, tanto como para terminar entregando el partido y casi la 'Ensaladera' a España..
Nadal cumplió con el guión en el primer partido
Nadal necesitaba un partido como el que vivió ante su amigo Juan Mónaco. Las dudas suscitadas a partir de su triste actuación en el Master de Londres y sus posteriores declaraciones, quedaron disipadas de un plumazo, mejor dicho de tres. Y es que el número uno español despachó al argentino en menos de dos horas por un contundente 6-1, 6-1 y 6-2. Nada que ver con las sensaciones que emitió una semana atrás. Otro Nadal. Convencido desde el primer punto de que todavía tiene mucho que decir en el tenis, pasó por encima de un Mónaco que fue el fiel reflejo de la impotencia, representada perfectamente en el tercer set en un punto en el que terminó en el suelo, con las rodillas ensangrentadas.
Durante unos segundos no se movió. Por encima de él había pasado un camión y le dolía todo el cuerpo. Pese a ello luchó hasta el final, pese a saber que no tenía nada que hacer. La victoria de Nadal llegó sin un juego excesivamente brillante, pero sí seguro al máximo. Pocos fallos para desesperación de un Mónaco que veía cómo tenía que hacer su mejor tenis para ir sumando puntos, que eran celebrados desde la grada por el vociferante sector argentino como si fueran triunfos. Albert Costa ni se movía de la silla. Sabía que el primer punto se acercaba según avanzaban los puntos Tras un primer juego conquistado por el argentino, Nadal encadenó siete consecutivos.
Con un set a su favor, el español necesitaba un gran punto, uno de esos típicos que celebra al unísono con la grada. Y llegó con el 2-1 de la segunda manga. Nadal se defendió, devolviendo bolas imposibles, terminando con un pase ganador. La Cartuja, por fin, se metió en el partido. Los 3.000 seguidores argentinos callaron y asumieron que la derrota iba a llegar de cualquier manera, como lo hizo minutos más tarde, con suma facilidad.
Nadal quería responder el cariño recibido por su compañeros, técnicos y federativos. Nadie en su entorno duda de él y quería corresponder. Buscaba dar el primer punto, tranquilizar el ambiente y lo hizo como sabe: dejándose el alma en la pista, con las dosis justas de buen tenis. La fórmula que le ha dado tantos éxitos al balear y que este viernes no falló.
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