El asesinato de Oksana Makar (18 años), a quien sus agresores violaron y quemaron viva el mes pasado en la ciudad ucraniana de Nikoláyev, es la gota que ha colmado el vaso. El espeluznante crimen fue cometido por Maxim Prisiazhniuk, hijo de un diputado de la Asamblea municipal de Nikoláyev, y dos amigos suyos.
Fueron detenidos, pero puestos enseguida en libertad. La población, conmovida e indignada por las constantes fechorías de los «mazhori», así llaman a los vástagos de las familias influyentes del país, ha logrado que los tres asesinos vuelvan a ser arrestados y puestos en el banquillo.
Todo
ocurrió el pasado 9 de marzo. Prisiazhniuk y sus acompañantes
conocieron a Oksana en un bar y lograron llevársela después a un
apartamento. Una vez allí, fue violada y, cuando la joven advirtió que iría a la Policía para denunciarlo, fueestrangulada
con una cuerda. Los homicidas creyeron haberla matado y llevaron el
cuerpo a un solar para quemarlo y arrojarlo después a un pozo.
Oksana fue hallada poco después con vida
y trasladada al hospital. Tenía quemaduras en el 55% de la piel y
graves traumatismos en la cabeza y las extremidades. Tuvo que ser
operada varias veces y llegó a plantearse la posibilidad de tener que
amputar su pierna derecha. Pudo, no obstante, revelar la identidad de sus agresores, quienes fueron solamente interrogados durante unas horas en comisaría sin que se presentaran cargos contra ellos.
Pese
a los esfuerzos desplegados, los médicos no pudieron salvar su vida.
Tras casi tres semanas debatiéndose entre la vida y la muerte, Oksana Makar falleció el pasado 29 de marzo. Se desató una verdadera ola de indignación popular. Manifestaciones de repulsa tuvieron lugar en Nikoláyev, Donetsk, Kiev, Lvov y otras ciudades ucranianas.
Al final, los autores del abominable delito han sido puestos a disposición judicial. Fue después de que el presidente del país, Víctor Yanukóvich,
tomara cartas en el asunto. Ahora se habla de que podría caerles cadena
perpetua. Sin embargo, este lamentable episodio no es más que la punta
de todo un inmenso iceberg de abusos cometidos casi a diario por los
«mazhori». Lo ha admitido el ministro de Interior, Vitali Zajarchenko, quien estima que el «fenómeno» empieza a adquirir «proporciones alarmantes».
Lo
que Zajarchenko no ha querido reconocer es que la mayoría de los casos
quedan impunes o con castigos excesivamente leves para la gravedad que
revisten. Las infracciones de tráfico, por ejemplo, ni siquiera se
tienen en cuenta y es frecuente que los «joviales» hijos de la
«nomenklatura» ucraniana organicen carreras de coches y motos por la
noche en calles y carreteras que no se puede decir que estén desiertas.
Ha habido atropellos, colisiones con otros vehículos y no pocos muertos y heridos.
Especialmente polémico fue el incidente protagonizado en julio del año pasado por el concejal de la localidad de Lugansk, Román Lándik, hijo de un diputado de la Rada (Parlamento). Se lió a golpes en una discoteca-restaurante con la modelo María Korshunova,
al parecer, por negarse a pasar con él la velada. La escena fue filmada
por una cámara de seguridad y la grabación puede verse en Youtube.
Korshunova acabó en el hospital con conmoción cerebral y numerosas
magulladuras. El pasado enero, Lándik fue condenado a tres años de
cárcel «condicional», pero no tendrá que cumplir la pena al indemnizar a
Korshunova con la suma de 320.000 grivnas (unos 30.000 euros).
Tropelías semejantes se producen también en Rusia. Alexánder Ivanov,
hijo del viceprimer ministro ruso, Serguéi Ivanov, arrolló en 2005 con
su automóvil a una anciana cuando cruzaba la calle por un paso de cebra y
con el semáforo verde para los peatones. La mujer murió como
consecuencia de las heridas recibidas, pero el autor del homicidio fue
absuelto en el juicio, pese a que se demostró que el coche que conducía
en el momento del accidente circulaba a gran velocidad.
Algo parecido sucedió en Irkutsk (Siberia) hace dos años. Anna Shávenkova, hija del presidente de la Comisión Electoral
de la región, perdió el control de su Toyota e invadió la acera.
Atropelló a dos mujeres, una de las cuales falleció al llegar al
hospital. La otra sufrió graves heridas.
La
grabación de un teléfono móvil fue también colgada en Youtube y se
observa cómo, tras el accidente, a Shávenkova lo único que le preocupa
son los daños sufridos por su coche. Esta actitud fue agravante, pero la
condena fue sólo de tres años de prisión, pena que los familiares de
las víctimas consideran ridícula, teniendo además en cuenta que no
tendrá que empezar a cumplirla hasta 2024.
El juez estimó que, durante ese tiempo, ella debe dedicarse a la educación de su hijo. Tener niños pequeños, sin embargo, no es un eximente en la mayoría de las condenas aplicadas a mujeres en Rusia. Por lo que se ve, la Justicia rusa es benevolente solamente con los altos dirigentes y sus familiares.
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