lunes, 21 de noviembre de 2011

No se equivoquen, Cazatalentos Rajoy solo tiene 100 días

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Incluso sus enemigos más íntimos, como Esperanza Aguirre, reconocen que “Mariano Rajoy será mejor Presidente del Gobierno que líder de la oposición”.

Ha llegado la hora de que lo demuestre.
 
No importa tanto su abultada victoria electoral cuando el mandato que encierra: haga usted lo que este país necesita para que vuelva a la senda de la prosperidad, lo que implica acción política frente a determinados tabúes que se han instalado en el subconsciente democrático español, modelo de estado incluido; gestión económica con objeto de adecuar la realidad de nuestro régimen laboral, sistema productivo y estado del bienestar a las posibilidades reales del país; reformas estructurales, educación o justicia,  a fin de evitar que capítulos como los que actualmente afectan a nuestra nación se vuelvan a repetir en el futuro; y credibilidad internacional frente al descrédito que ha caracterizado la acción exterior socialista a lo largo de estos ocho años. No es poca la carga que el gallego se lleva a la cama a partir de esta noche.

Una misión equivalente a la de la mayoría absoluta que propició la segunda legislatura de Aznar, que el ex presidente dilapidó narcotizado por sus absurdos sueños de grandeza. Cuatro años sobre los que el juicio de la historia será terriblemente severo. Hay, sin embargo, dos enormes diferencias.
Una, flota en el ambiente, frente a lo que ocurría entonces, una aparente sensación de última oportunidad, como refleja de algún modo el incipiente movimiento 15-M o el ascenso parlamentario de determinadas formaciones como IU o UPyD. Es hora de corregir el rumbo de esa nave llamada España antes que el desapego de una ciudadanía harta condene el futuro de nuestra incipiente democracia por la vía de su italianización. Allí importa desde hace años más el mal menor que el bien mayor de la grandeza de poder elegir a los representantes en el Parlamento. Así les ha ido.
Pero además, y dos, existe la certeza de una perentoriedad impuesta por esa prima con la que nos desayunamos todos los días y que es la que, lo queramos o no, marca el futuro de las finanzas públicas españolas. Es tal la presión temporal que acompaña el aterrizaje en el gobierno del PP que carece de la tregua de los cien días de prueba que tradicionalmente acompañan cualquier designación de este tipo.
 Muy al contrario, ese va a ser el stress test de la valía del nuevo ejecutivo para afrontar los retos que se le plantean, periodo de conquistas y cohesión o de rechazos y hundimiento. No es baladí el envite en juego.
Como cualquier head-hunter que se precie, Mariano Rajoy ha reclamado el voto de los ciudadanos de nuestro país bajo la primera de las premisas irrenunciables a cualquier planteamiento de cambio profesional. “No se preocupe, se une usted a un caballo ganador”. Sin embargo, llega la hora de la materialización de los otros dos aforismos recurrentes que caracterizan la actividad de estos buscadores de talento: “proyecto ilusionante” y “equipo líder”. 

Aunque resulte una banalización, parece evidente que, en ese entorno de urgencia al que acabamos de hacer referencia, el nuevo primer ejecutivo de España, S.A. debe hacer ambos de parámetros –qué/cuando/cómo y por quién- realidad óptima, cuanto antes mejor. Cuenta con la ventaja de lo ya acontecido en Grecia, Irlanda, Portugal o la misma Italia. Aprender de los errores ajenos para no incurrir en los propios parece un buen punto de partida. Baremo preliminar importante.

Sin embargo, ningún “proyecto ilusionante”, y esperemos que aquí no se equivoque, va a pasar por la contemporización, por esa renuncia a pisar callos y a solucionar las cosas por el mero paso del tiempo, a la espera que algún día, en algún lugar escampe. 

España le ha pedido a su nuevo presidente que no dude en poner el país patas arriba y renuncie a la precariedad en las propuestas y la sucesión arbitraria de las mismas que ha caracterizado la acción política de sus predecesores. Una vez rojo, mejor que cien colorado, de modo tal que en ese damero de intereses comunes que es cualquier nación, todos sepan, dentro y fuera de sus fronteras, agentes económicos de cualquier signo, cuáles son las reglas del juego a partir de este punto. 

El coste social es inevitable, variable más a sumar a la ecuación. Lo importante es que el resultado de ésta cumpla con las premisas que subrayábamos al inicio de este post. Hay que pedirle al gallego que no tenga miedo a hacer lo que tiene que hacer. Hay sangre, sudor y lágrimas en cada voto depositado en las urnas con el signo de la gaviota. No le quepa duda.

Tan importante como lo anterior es resolver la mayor incógnita de la campaña electoral. Quiénes van a ser los que acompañen a Rajoy en el Consejo de Ministros de los viernes. Un “equipo líder” es, sin duda alguna, aquel capaz de generar confianza y adhesión, si nos vamos a la esencia del liderazgo verdadero.  

Y para ello se necesita cualificación técnica y proyección de futuro. Italia, una vez más, ha marcado el camino. En aquel país ha revivido circunstancialmente el espíritu de nuestra transición, cuando la gente renunciaba a prestigio y fortuna al servicio de un ideal común. Pena de elecciones que retrotraerán al estado transalpino al statu quo de hace un par de semanas.
 
El nuevo gabinete popular ha de ser capaz de convencer que el país tiene solución, que lo tiene por sus propios medios, que está llamado a jugar un papel de construcción y no de destrucción en el seno de la moneda única, que cada uno de sus ciudadanos juegan un papel esencial en dicha tarea y que solo desde la esperanza se puede iniciar una experiencia

Ser capaz a renunciar a servidumbres políticas pretéritas a favor del bien común es no solo exigible en el momento actual, sino indispensable. No hay lugar para el nepotismo de partido. Esta incertidumbre debe quedar resuelta cuanto antes. El éxito o fracaso de esos cien días de gracia depende en gran medida de la credibilidad e independencia del nuevo gobierno.       
                   
En Portugal, Passos-Coelho ha logrado mantener su popularidad con el paso de los meses siguiendo un modelo basado en decir de manera divulgativa y no doctrinal lo que va a hacer y contar con el equipo necesario para hacerlo, siendo su realidad económica muy distinta a la española, por tamaño y configuración. Hay una premisa básica, de inmediata aplicación también en España. No se puede dar con firmeza un paso adelante con el pie gangrenado. 

Es importante saber pararse, reflexionar sobre las causas, actuar sobre los efectos, seguir los ejercicios de recuperación y entonces, y solo entonces, reemprender la marcha. Mariano Rajoy debe convencernos de que es exactamente eso lo que nuestra nación necesita y que sabe del por qué de la cojera, de la cura necesaria y de las medidas que hay que tomar para que esté fuerte y flexible cuanto antes. A ver si es verdad.

Invertir es hacer un sacrificio hoy en la esperanza de obtener una mayor recompensa mañana. Hoy, todos y cada uno estamos llamados a poner todo nuestro empeño en tal esfuerzo. Con independencia del color de nuestro voto. A tus manos, Mariano, encomiendo mi espíritu…


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