El asunto es bien conocido, así que voy a ahorrarles los detalles y la cháchara fácil. Nadal y Federer se respetan, se admiran y son amigos. Los dos ven en el otro a un igual. A su alterego. Y hoy hace cerca de un año tuvo lugar uno de esos momentos que dignifican el deporte de la raqueta (VER VÍDEO).
Ocurrió en la Copa Masters del 2010, cuando el suizo tras derrotar al español en la final se cruzó con la familia de este último en el túnel de vestuarios. La felicitación del clan balear al tenista de Basilea ejemplifica unos códigos de comportamiento que han marcado la relación entre dos de los mejores jugadores de la historia del tenis.
Aficionados al tenis y amantes de un deporte marcado desde el 2003 por dos tipos que apuestan por la cordialidad y el buen rollo. Sin embargo, en la mayoría de los foros de tenis que una tiene la oportunidad de seguir siempre surge el típico analfabeto con seudónimo que todavía no se ha enterado de qué va esto.
Y manda huevos, que diría su exseñoría Trillo, porque son como alimañas: erre que erre, rebuzna que rebuzna, sin darse cuenta de que el respeto al prójimo empieza por respetarse a uno mismo. Son como pollinos, a los que les ponen orejeras y una zanahoria delante del hocico para despotricar sobre cualquiera que no piense como ellos. Para alimentar el insulto gratuito y los comentarios sectarios con tufillo becerril.
Nadal y Federer volverán a cruzar sus raquetas, esta vez en un duelo del Grupo B de la Copa Masters del 2011, en el que será su vigésimo sexto enfrentamiento. Otro episodio de una rivalidad honesta, histórica y estrictamente deportiva, que nada tiene que ver con algunas de las coletillas xenófobas y despreciables que se vierten en más de una ocasión.
Son parte de la doble cara que tienen los foros en internet y las redes sociales, donde la opinión es soberana y viaja a su libre albedrío. Llega la del usuario más intrépido y lúcido que cualquier blogger pueda desear, hasta la del simplón que en la impunidad del anonimato da rienda suelta a toda su ignorancia, sin darse cuenta de que con cada uno de sus' clicks' nos da de comer y sube la audiencia.
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