Los grupos ultra aportan mucha animación y colorido a los estadios de fútbol, pero de vez en cuando también aportan violencia y acarrean problemas a sus clubes, pese a que estos en muchos casos los protejan y les beneficien. Por eso yo pregunto, ¿son necesarios los ultras en el fútbol?
El pasado domingo, el partido entre Granada y Mallorca tuvo que ser suspendido ya que un objeto proveniente desde la grada, un paraguas, impactó en el rostro del linier. Independientemente de quien lo lanzara y de cómo o por qué lo lanzara (se habla incluso que fue un accidente), el caso es que el agresor se encontraba en la zona donde habitualmente están los ultras del Granada y el resto del estadio protestó contra ellos.
Esto abre de nuevo el debate sobre la necesidad de los grupos ultras en el fútbol, aunque hay que tener mucho tacto a la hora de hablar de los aficionados de cualquier equipo. Para empezar, no se puede generalizar, no ya dentro de la afición sino ni siquiera dentro del propio grupo ultra donde habrá gente de bien, y gente de menos bien. Yo sólo me pregunto, ¿son necesarios o prescindibles?
Por una parte, los grupos ultras son los que llenan de colorido y animación los estadios de fútbol, y sin ellos, ir a un partido de fútbol sería un espectáculo totalmente distinto. Eso es un hecho irrefutable y lo sabe todo aquel que pise un estadio. Los jugadores sienten su aliento y habitualmente celebran los goles y victorias con ellos, tanto en casa como fuera de casa, ya que suelen desplazarse habitualmente, no dejan al equipo solo.
Por una parte, los grupos ultras son los que llenan de colorido y animación los estadios de fútbol, y sin ellos, ir a un partido de fútbol sería un espectáculo totalmente distinto. Eso es un hecho irrefutable y lo sabe todo aquel que pise un estadio. Los jugadores sienten su aliento y habitualmente celebran los goles y victorias con ellos, tanto en casa como fuera de casa, ya que suelen desplazarse habitualmente, no dejan al equipo solo.
El problema está en que la violencia va asociada a estos mismos grupos ultra, en mayor o menor medida. Quién no ha visto alguna vez imágenes de auténticas batallas campales entre aficiones de dos equipos, las cargas policiales, las pelotas y los botes de humo … y no digamos ya las agresiones a jugadores, entrenadores, árbitros, etcétera. En fin, esto ocurre también y lo ha vivido de cerca también todo el que haya ido frecuentemente a un estadio de fútbol.
La violencia en el fútbol debe ser erradicada tajantemente, no se puede consentir que haya energúmenos en los estadios que pongan en peligro la seguridad de todos y cada uno que formamos parte del fútbol, un espectáculo más, al fin y al cabo, y al que todos tenemos el derecho a asistir. Energúmenos que, en muchos casos, están perfectamente identificados y que además reciben tratos de favor por parte de los equipos, como regalos de entradas, cesiones de locales, facilidades de pago …
Hay grupos ultras que ya han conseguido separar violencia de fútbol, y que su comportamiento es medianamente aceptable, pero los que no consigan separar tales conceptos no deberían pisar un estadio deportivo. Me da igual que el campo parezca un cementerio mientras las familias puedan ir a los campos de fútbol a ver un derby regional o un partido de gran rivalidad sin miedo a que ocurra a una tragedia y tener que pasar la noche en comisaria, en Urgencias, o en algún sitio peor.
Sé que acabar con la violencia en el fútbol es algo utópico, pero el que se den pequeños pasitos nos sirve de esperanza a los que esperamos que llegue tal día. Y el que una afición se ponga en contra de los violentos, aunque haya que tenido que mediar una agresión, es uno de esos pequeños pasitos que ayudan a que de una vez por todas se limpien los estadios.
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