En el juicio contra Cabeza de Cerdo una testigo asegura que todos sabían que tenía 17 años
Después de la interrupción del embarazo dice que le pusieron un algodón para que siguiera prostituyéndose
Ioan Clamparu y su banda están acusados de cuatro delitos de prostitución, uno de menores
Andrea, nombre ficticio de una testigo protegida a la que supuestamente Ioan Clamparu, más conocido como Cabeza de Cerdo, obligó a prostituirse y a abortar, está declarando en el juicio que ha comenzado esta mañana contra él.
La testigo, de nacionalidad rumana, ha asegurado que ella no quería abortar. "Vine a España a tener a mi hijo. Pero ellos me obligaron", ha dicho la mujer en la Audiencia Provincial de Madrid, donde se está celebrando el proceso contra Clamparu y los nueve miembros de su banda.
Según su testimonio, la forzaron a acudir a la clínica El Bosque de Madrid para que le practicaran una interrupción en su quinta semana de embarazo.
La mujer, que en el momento de los hechos tenía 17 años, ha contado que "todos sabían que era menor de edad" y que después de abortar la obligaron a ponerse un algodón para seguir trabajando de prostituta. También ha dicho que no quiere una indemnización. "Con que vaya a la cárcel me conformo", ha subrayado.
Otra de las testigos asegura que siete u ocho hombres controlaban a más de un centenar de chicas prostituidas en la casa de campo.
Ioan Clamparu y nueve miembros de su banda están acusados de cuatro delitos de prostitución y uno de prostitución de menores, así como un delito de aborto para tres de ellos. El fiscal pide para ellos penas de prisión de entre 20 y 28 años así como el pago de hasta 30.000 euros para las víctimas, que se presentan como testigos protegidos.
Clamparu, también llamado Papá, El Padrino y Juan de Madrid, era uno de los fugitivos más buscados por Interpol y por la Policía Nacional, un criminal-empresario rumano que montó un negocio de prostitución en la Casa de Campo y lo dirigió sin que apenas ninguno de sus centenares de empleados llegara a verle la cara.
Su negocio comenzó en Rumanía en el año 2000, según el Ministerio Fiscal. Allí captaba mujeres para trasladarlas a España.
Cuando llegaban a Madrid las llevan a un piso ocupado por una o dos madames, les quitaban el pasaporte y les enseñaban su nuevo lugar de trabajo, la Casa de Campo, según ha afirmado la Policía.
Clamparu, reclamado también por Rumanía e Italia por delitos de tráfico de seres humanos y de narcotráfico, obsesionó durante años a la policía española y europea, que lo buscó denodadamente hasta que se entregó él mismo a finales de septiembre alegando que estaba cansado de vivir en la clandestinidad. La policía, sin embargo, defiende que estaba presionado porque su imagen había sido difundida en el canal de las Fuerzas de Seguridad en internet y su nombre estaba incluido en la lista de los fugitivos más buscados.
Una de las testigos explicó en sus declaraciones cómo le ofrecieron un trabajo como planchadora en España y cómo la violaron varias veces dos hombres, entre otras agresiones y palizas, para doblegar su voluntad y lograr que se prostituyera.
Esta mujer declaró, en el año 2000, que su chulo y otros miembros de la organización entregaban cada mes a Clamparu alrededor de dos millones de pesetas para que pudiera traer a más jóvenes de Rumanía con las que continuar el lucrativo y violento negocio. A pesar de que se cree que ha podido traficar con centenares, o incluso miles de mujeres, en Madrid se le está juzgando solo por esos cuatro casos de prostitución forzosa.
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