Dicen que cuando fueron contratados por Atento, propiedad de la empresa
española, firmaron sin darse cuenta la adhesión a un sindicato
fuertemente controlado por la empresa.
Durante un terremoto de magnitud 5,6, Eduardo Vargas se levantó de su cubículo en un centro de atención telefónica de Atento en México D.F. e intentó evacuar el oscilante edificio.
No
logró llegar muy lejos. Vargas asegura que sus supervisores bloquearon
las salidas y ordenaron a los atemorizados empleados de Atento que
continuasen trabajando.
Aunque nadie en el centro de atención telefónica resultó herido, el mezquino trato de sus supervisores
hizo que Vargas y una docena de compañeros decidiesen apuntarse al
Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, para presionar a
Atento y lograr mejoras salariales y de condiciones laborales.
Pero, para su sorpresa, se enteraron de que ya formaban parte de un sindicato.
Y
eso es porque cuando fueron contratados por Atento, propiedad de la
española Telefónica, firmaron sin ser conscientes la adhesión a un sindicato controlado por la empresa, que contribuye a frenar los salarios y a mantener una fuerza laboral dócil.
Según
la ley mexicana, el sindicato con más miembros (en este caso el
sindicato oficial de Atento) controla las negociaciones del convenio.
Por ello, Vargas y otros compañeros que se pasaron al más activo Sindicato de Telefonistas no tienen poder de negociación.
“Cuando los sindicatos no consiguen defender a los trabajadores, todo está perdido”, se lamenta Vargas.
El caso de Atento, muy difundido en el ámbito del sindicalismo tanto en EEUU como en Europa, es un claro ejemplo del poder y la omnipresencia de los sindicatos controlados
por las compañías que ayudan a los empresarios en México a minimizar
costes y a mantenerse firmes ante las demandas de mejoras de los
trabajadores.
Casi todos los sindicatos en México “protegen al
patrón, y no al trabajador”, asegura María Xelhuantzi López, profesora
de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma Nacional de México.
No exagera.
En torno al 10 por ciento de la fuerza laboral de México cuenta con carné sindical, pero nueve de cada 10 sindicalistas pertenecen a "organizaciones oscuras, pro-empresarios y carentes de democracia interna", afirma Xelhuantzi.
Por
este motivo la profesora calcula que la proporción de trabajadores
mexicanos que pertenecen a sindicatos auténticos que luchan por sus
derechos está en torno al uno por ciento, lo que supone una de las tasas más bajas de sindicalismo del mundo.
En México los sindicatos fraudulentos se conocen como “sindicatos de protección”.
Sus
líderes, que a menudo reciben comisiones, negocian acuerdos secretos
con los jefes de las empresas con el objetivo de blindarlas frente a
huelgas y demandas de los trabajadores de incrementos salariales y
beneficios.
Esos acuerdos, a su vez, se conocen como “contratos de protección”.
Los sindicatos y los contratos de protección son ilegales en EEUU.
Sin
embargo, en torno al 60 por ciento de las empresas multinacionales
extranjeras que operan en México son de EEUU y “prácticamente todas ellas se benefician de estos contratos de
protección”, dice Robin Alexander, director de asuntos sindicales
internacionales del sindicato estadounidense United Electrical, Radio
and Machine Workers Union.
Al igual que Vargas y sus compañeros en Atento, la mayoría de los trabajadores mexicanos no son conscientes
de pertenecer a sindicatos de protección porque estas organizaciones no
cobran cuota, y sus líderes apenas tienen contacto con las personas a
las que en teoría representan.
También intentan engañar a los trabajadores utilizando un lenguaje beligerante,
ensalzando el “poder para el pueblo”, cuando en realidad hacen que las
empresas les paguen lo mínimo, asegura el abogado laboralista mexicano
Carlos de Buen.
Según un reciente informe del Departamento de Estado de EEUU,
los abusos son a menudo tan exagerados que en las empresas nuevas sus
gestores a menudo firman contratos de protección con los líderes
sindicales aún antes de contratar a empleado alguno.
Como estas
prácticas le quitan poder de negociación a los trabajadores mexicanos,
los sindicatos de protección son una herramienta empresarial que contribuye a bajar unos sueldos que llevan 30 años cayendo en términos reales, según De Buen.
Esta
parálisis salarial también perjudica a los trabajadores
estadounidenses, al animar a los fabricantes de EEUU a trasladar al sur
sus plantas y hacer indirectamente que caiga la demanda mexicana de
productos importados de EEUU.
“Cuando esto ocurre, los trabajadores en los dos países salen perjudicados”, señala Dan Kovalik, asesor legal del sindicato estadounidense United Steelworkers.
Como
consecuencia de todo esto, Kovalik y otros sindicalistas de EEUU,
muchos de los cuales solían ver a los trabajadores mexicanos como el
enemigo que les robaba los puestos de trabajo, están ahora ofreciéndoles
su apoyo, asesoramiento y solidaridad, a fin de lograr el fin de la
posición dominante de los sindicatos de protección.
Durante mucho tiempo las multinacionales “han podido dividirnos por raza, frontera, idioma y orientación política, mientras iban aumentando sus ganancias”,
escribió el mes pasado el presidente del sindicato United Auto Workers,
Bob King, en una carta de apoyo a los mexicanos que cobran sólo 16,5
dólares al día en una fábrica de automóviles Honda y que intentan
constituir un sindicato independiente.
“Como sindicalistas
tenemos que pensar cómo trabajar juntos, sin tener en cuenta nuestras
nacionalidades”, escribió. “De lo contrario, vamos a seguir compitiendo
en una carrera hacia el fondo”.
Pero constituir sindicatos democráticos en México puede resultar una apuesta larga y desmoralizadora.
Los sindicatos..; son todos una panda de mafiosos al servicio de la patronal, en Mexico, España y en Fernando Poo!!
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