El presidente francés justificó sus ajustes con la máxima nota crediticia
El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, pasea ayer por el Palacio del Elíseo.
Después de mucho suspense y mucho afán, finalmente se consumó el drama. Al degradar anoche la triple A francesa, Standard & Poor's colocó a la segunda economía europea y la quinta del mundo fuera de la Champions, en una especie de Copa de la UEFA de la deuda soberana europea, un escalón por debajo de los tres virtuosos del norte, Alemania, Holanda y Finlandia. La degradación de la grandeur fue vivida en París casi como una afrenta, aunque el Gobierno, tras mucho protestar en los últimos meses, se mantuvo bastante sereno.
Los socialistas consideran la rebaja un fracaso personal de Sarkozy
"Esto pasa por no haber puesto en su sitio a las agencias", dice un portavoz
Tras recibir el anuncio confidencial de la agencia desde Nueva York, el primer ministro, François Fillon, y el ministro de Economía, François Baroin, acudieron de urgencia al Elíseo para ver al presidente-y-aun-no-candidato, Nicolas Sarkozy. Tras una hora de gabinete de crisis, Baroin fue al telediario público de France2 y confirmó oficialmente la noticia en televisión. Mientras, la ministra portavoz, Valérie Pécresse, había empezado a desplegar la nueva estrategia electoralista para rebajar la sensación de depresión y de fracaso, y sin entrar a valorar la rebaja afirmó que "el Gobierno trabaja para los franceses" y que "Francia es un valor seguro y reembolsará sus deudas".
Hasta el último momento, Nicolas Sarkozy había fantaseado con salvar la triple A durante el año electoral que acaba de comenzar. Cuando, en diciembre, S&P situó las notas de 15 de los 17 Estados de la zona euro en perspectiva negativa, la agencia incluyó en el mismo paquete a las dos grandes potencias del continente, Alemania y Francia.
Aquel día, Sarkozy almorzaba con Angela Merkel en el Elíseo, y la canciller se enteró del toque de atención mientras atacaba un plato de repollo. La amenaza conjunta era la mejor noticia posible para su anfitrión, que solo unos semanas antes había dicho en privado: "Si perdemos la triple A, estoy muerto": ser degradado al mismo tiempo que Alemania no era una degradación, sino un mero cambio de escala, como señalaba anoche Arnaud Leparmentier en la web de Le Monde.
Desde entonces, gracias entre otras cosas a la presión francesa, las cosas habían mejorado en Europa. El BCE Europeo había inundado el sistema bancario con capital muy barato, mejorando en poco tiempo la tiesura de liquidez y las primas de riesgo de los países del sur y del propio Tesoro francés. Sarkozy pudo presumir en su última visita a Berlín de que el déficit de 2011 será menor de lo esperado. Y al volver con un acuerdo de Bruselas presionó a los socialistas diciendo que si no se aprobaba la regla de oro Francia perdería su triple A.
Al final, nada de eso le ha librado de la quema. A solo 100 días de las presidenciales, Sarkozy ve hacerse añicos la estrategia del capitán en la tormenta. Tras cinco años intentando presentarse como el presidente que protege a los franceses de sus miedos, como el líder que iba a colocar a Francia al nivel de Alemania y como el Zorro que iba a poner en su sitio al capitalismo, Sarkozy va a pasar a la historia como el jefe del Estado que perdió la triple A. "Esto nos pasa por no haber puesto en su sitio a las agencias en 2009", declaró a Le Monde un asesor del Elíseo.
La frustración es lógica; lo malo es que puede ir a más. Ahora, Moody's debe dictar sentencia durante el primer trimestre. Y la derrota personal y nacional, además, tendrá consecuencias a nivel europeo, que otros podrán achacar a la gestión de Sarkozy. Cuando lanzó su advertencia, S&P alertó de que el fondo de rescate europeo también podría ser degradado. Y aunque esa posibilidad no se ha producido todavía, el economista jefe del Commerzbank, Joerg Kraemer, indicó ayer a Reuters que si Francia perdía su máxima nota, "el fondo no podrá mantener tampoco su triple A".
La oposición empezó ayer mismo a utilizar la pérdida de la matrícula de honor de la deuda como un martillo pilón recordando que la triple A ha sido una obsesión recurrente para el presidente de la República, la excusa que le ha permitido reformar las pensiones, reducir 70.000 puestos de profesores, subir el IVA y sustituir solo a uno de cada dos funcionarios jubilados. Los socialistas se apresuraron a calificar la decisión de S&P como "un fracaso personal y considerable" del presidente.
Marine Le Pen, candidata del Frente National, fue más dura y dijo que la rebaja de la nota "destruye el mito del presidente protector y muestra la incongruencia del modelo ultraliberal basado en un rigor insoportable". Según la extrema derecha, la decisión de Standard's and Poors "supone el principio del hundimiento del euro". El centrista François Bayrou, que marcha cuarto en los sondeos, atribuyó la decisión a "años de fracasos y de deriva económica". Y la UMP, el partido de Sarkozy, acusó a todos ellos de "tener la indecencia de alegrarse".
El consuelo que le queda al presidente es que también Barack Obama pasó por esto mismo en agosto pasado y la vida allí sigue más o menos igual. Pero Estados Unidos tiene su propia moneda y total autonomía, mientras Francia depende de sus socios y de Francfort. En teoría, París deberá pagar tasas de interés más altas a los inversores a cambio de sus emisiones de deuda. Aunque es cierto que el mercado había descontado parcialmente la pérdida de la triple A francesa, porque en los últimos meses Bercy ha pagado por sus bonos a diez años una rentabilidad superior al 3%, mucho mayor que la de Berlín, la rebaja efectiva podría elevar más aún esa prima. Y Francia debe colocar este año 178.000 millones.
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