miércoles, 30 de noviembre de 2011

Obesidad, una epidemia que afecta también a las comunidades pobres

La correlación parece extraña. ¿No son los pobres los que menos engordan al no tener comida? Pero la OMS destaca que muchas comunidades con ingresos bajos tienen dificultades para acceder a comida saludable.


En la mayoría de fiestas los estadounidenses se ponen morados a comer, aflojan los cinturones y después se sienten lo suficientemente culpables como para apuntarse de nuevo al gimnasio.

Pero para mucha gente que vive en
EEUU y en otras partes del mundo, los temas relacionados con la alimentación sana y el peso no comienzan y terminan en los días de fiesta señalados.

Vaya a
Brooklyn, un barrio de Nueva York, y sitúese delante de una “bodega” cualquier día de semana después de las 15.00 horas. Hordas de adolescentes salen de la escuela y se dirigen al colmado más cercano en busca de algo para merendar.

Las “bodegas” son tiendas de conveniencia que están desperdigadas por los barrios más pobres de Nueva York y han empezado incluso a abrir en las zonas de clase media. Sus cristaleras están cubiertas de carteles anunciando dulces y refrescos. Apenas venden productos frescos, y en las pocas que los tienen son
de baja calidad y muy caros.

Al igual que ocurre con
los países pobres, la epidemia de obesidad es algo generalizado en los barrios de Nueva York. En Brooklyn, 465.000 personas son obesas, un 26,8 por ciento de la población, según el Departamento de Salud de Nueva York. La tasa no sólo se ha duplicado desde 1980, sino que en los niños se ha triplicado.

“Hay una
gran cantidad de adultos y de niños con obesidad en donde hay pobreza”, asegura el doctor James Hospedales, experto en Prevención y Control de Enfermedades Crónicas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Solía ser al contrario. La gente rica estaba obesa, y los pobres no tenían nada que comer”.

La obesidad se mide por el
índice de masa corporal (IMC), que es el peso de una persona en kilogramos dividido por el cuadrado de su altura en metros. Una persona con un IMC mayor o igual a 25 tiene sobrepeso, y alguien con un IMC mayor o igual a 30 es obeso, según los estándares de la OMS.

Al principio la correlación parecía extraña. ¿No son los pobres los que no tienen comida? Pero a lo largo de EEUU y de muchos países en desarrollo, las
comunidades con ingresos bajos tienen menos acceso a supermercados con productos frescos, o no se pueden permitir alimentos saludables. En lugar de eso, comen alimentos más baratos y con mucha grasa saturada.

La OMS vigila de cerca lo que ha sido catalogado como una
epidemia de obesidad en todo el mundo. En 2008 1.500 millones de adultos alrededor del mundo tenían sobrepeso, y otros 500 millones eran obesos.

La obesidad no es sólo un problema en las comunidades estadounidenses pobres. También está presente en el
Caribe y en Brasil, por ejemplo.

En 2010 la OMS informó que en
Nauru, una isla en el Pacífico, el 95 por ciento de la población es obesa.  La OMS ha clasificado las naciones del mundo más obesas en función del porcentaje de su población con un IMC superior a 25.

En los países pobres, la obesidad también puede estar
vinculada a los cuidados prenatales. “Si una madre estuvo infraalimentada, cuando su hijo se expone al entorno occidental es probable que se convierta en un obeso”, apunta Hospedales. Por el contrario, una madre que come demasiado durante su embarazo y adquiere demasiado peso es probable que tenga un hijo con mayor probabilidad de tener diabetes.

La obesidad es un serio
desafío para la salud pública, y está vinculada a la diabetes, enfermedades coronarias y colesterol alto. Los países con altas tasas de obesidad registran más casos de ataques cardiacos, derrames cerebrales y diabetes.

“A todos nos gusta comer. Podemos estar sin tabaco y alcohol, eso es fácil, porque son malos. Pero todos tenemos que comer”, añade Hospedales.

Hospedales dice que
la educación es una solución a la obesidad, y sugiere que a los niños se les enseñen los riesgos sobre la salud de una mala nutrición y los beneficios de una alimentación saludable y de la actividad física.

Además de más educación, dice, el gobierno debe de intervenir en forma de
programas e iniciativas que frenen la obesidad. Los anuncios publicitarios dirigidos a niños deben de estar regulados, señala.

“Durante toda la historia de la humanidad principalmente nos hemos preocupado de no tener suficiente comida. Pero ahora tenemos
niveles de obesidad epidémicos”, dice Hospedales. “Algunas personas dicen que es un problema perverso, porque es muy difícil de solucionar”.

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