Los helicópteros de la policía vigilan desde entregas de droga a manifestaciones del 15-M
70 profesionales del cuerpo trabajan las 24 horas del día
“Atención, Ángel 24 para torre de control de Cuatro Vientos.
Iniciamos vuelo de vigilancia de dos horas de duración”, informa David,
un inspector de policía, enfundado en un mono de piloto. Este
comandante, con tres años de experiencia, ya sabe lo que supone volar de
noche, vigilar envíos de importantes cuadros y cubrir manifestaciones
complicadas desde el aire, como estos días en el aniversario del 15-M.
Todo el equipo del Servicio Aéreo de la Policía (70 agentes) ha estado
muy activo en las últimas horas.
Las aeronaves no han dejado de sobrevolar el centro de Madrid. La labor es muy amplia e importante.
Graban con imágenes lo que ocurre y las transmiten en tiempo real a la sala de crisis de la Jefatura Superior de Policía de Madrid o al Ministerio del Interior. Esto permite a los mandos tomar decisiones en función del recorrido de los manifestantes o en caso de altercados.
La tarde soleada y la ausencia de tráfico facilitan la vigilancia desde el aire. Mientras, se van escuchando las incidencias en la capital a través de la emisora de la Jefatura. Todo está tranquilo. Los helicópteros policiales tienen también bases en Vigo, Bilbao, Valencia, Mallorca, Málaga, Sevilla y Canarias. En verano, se amplían a Alicante y Santander.
En total, 19 aeronaves repartidas por el territorio español. Madrid es la central y a la que acuden para pasar las revisiones. “Hacemos labores muy distintas, en función de los días. A veces trasladamos al GEO \[Grupo Especial de Operaciones\] o a especialistas de la Policía Científica. Por ejemplo, cuando ocurrió el terremoto de Lorca [hace ahora un año], salimos al poco tiempo”, destaca Javier, el otro inspector que pilota la aeronave.
Su labor resulta imprescindible, en especial, durante la noche. Hace poco, fue detenido un conocido alunicero, El Niño Juan, gracias a que desde el aire le siguieron por diversas carreteras de la región. Se bajó en un polígono industrial de Barajas e intentó seguir a pie, pero de poco le sirvió. Estaba controlado desde el aire. La llamada Operación Surco, centrada en los alunizajes (empotrar un vehículo contra un establecimiento), también se sirve de los helicópteros policiales. De otra forma, muchas veces los coches de los ladrones se fugan dada la velocidad que llegan a coger en plena capital.
Eso sí, riesgos no faltan durante el horario nocturno. Los cables y las antenas son sus principales enemigos. La solución pasa por volar más alto, pero no siempre es suficiente. Algunos edificios suponen un alto peligro. Un caso es Torrespaña, que carece de luces estroboscópicas (parpadeantes) de forma que se identifique su altura. “A veces resulta muy duro. En pleno invierno hay que aguantar hasta 10 grados bajo cero y en verano, dentro del helicóptero, pueden alcanzar más de 50. Son los dos extremos”, destaca Javier.
Una de las armas fundamentales de estas aeronaves son sus potentes
cámaras. Tienen 2.000 de zoom y puede moverse en todas las direcciones.
Eso permite leer matrículas a centenares de metros de distancia y
apreciar todo lujo de detalles de posibles delincuentes. Y en el caso de
manifestaciones, como estas del 15-M, resulta fundamental. “Vemos por
dónde avanzan los manifestantes y, si se van por una calle o por otra en
caso de disturbios, informamos a las unidades que están abajo”, añade
David.
El operador de cámara es el tercer ocupante de la aeronave. No sube siempre. Solo cuando es necesario grabar o transmitir en directo. “Fuimos los primeros en toda España en transmitir imágenes en alta definición. Hemos estado en casos muy distintos como en la boda del príncipe Felipe o en los atentados del 11-M, además de las protestas del 15-M”, destaca Emiliano, un operador que lleva casi dos décadas en el servicio aéreo. Las celebraciones de los equipos de fútbol, como la reciente de la Liga del Real Madrid, también entran en sus dispositivos.
La potencia de la cámara es tal que más de una ocasión han seguido a narcotraficantes en una entrega controlada de cocaína desde Valencia hasta Talavera de la Reina (Toledo). “Lo que hacemos en esos casos es subir muy alto y ponernos muy atrás para que no nos detecten. También llevamos cámaras térmicas que detectan si por ejemplo hay alguna persona viva dentro de un contenedor o en las azoteas durante las noches”, añade Emiliano.
Javier destaca que en ocasiones son también requeridos por la Policía Científica, “para hacer fotos aéreas de un incendio o de una zona de la capital para realizar la planimetría del recorrido de una manifestación”.
Una de las últimas misiones importantes ha sido la Operación Sucre:
vigilar dos camiones repletos de cuadros valorados en 30 millones de
euros procedentes de Santiago de Compostela. Les custodiaron desde el
aire mientras entraban al Museo del Prado.
Los vehículos que transportan los cuadros hacen un recorrido extraño, que obliga a sobrevolar el espacio aéreo de Cuatro Vientos y de la base de Getafe. En ambos casos, piden permisos a las torres de control. “Tenemos permiso para volar por todo Madrid, salvo La Zarzuela y los aeropuertos. Si fuera muy necesario, podríamos avisar, pero eso a lo mejor originaría paralizar todas las salidas y entradas”, explican los pilotos.
La comunicación con la sala del 091 (emergencias de la policía) es continua. “El momento crítico es la entrada en la ciudad. Como los camiones tienen que parar en los semáforos, serían más fáciles de abordar. Pese a que hay vigilancia junto a ellos, nosotros estamos por si lograran huir”, comenta David. La mayoría de los conductores de la avenida del Mediterráneo y de la calle de Alfonso<TH>XII desconocen que están siendo vigilados desde el aire.
Conforme los camiones giran hacia el Museo del Prado, el helicóptero baja más y está más pendiente de cualquier movimiento extraño. En minutos, todo ha terminado. “Atención H-50 \[sala del 091\], damos por concluida la Operación Sucre”, comunica el piloto. El regreso a Cuatro Vientos resulta tranquilo. Al fondo el sol se va colando por el horizonte. “Torre de control de Cuatro Vientos. Ángel 24 pide permiso para aterrizar”. Fin de la operación policial.
Las aeronaves no han dejado de sobrevolar el centro de Madrid. La labor es muy amplia e importante.
Graban con imágenes lo que ocurre y las transmiten en tiempo real a la sala de crisis de la Jefatura Superior de Policía de Madrid o al Ministerio del Interior. Esto permite a los mandos tomar decisiones en función del recorrido de los manifestantes o en caso de altercados.
La tarde soleada y la ausencia de tráfico facilitan la vigilancia desde el aire. Mientras, se van escuchando las incidencias en la capital a través de la emisora de la Jefatura. Todo está tranquilo. Los helicópteros policiales tienen también bases en Vigo, Bilbao, Valencia, Mallorca, Málaga, Sevilla y Canarias. En verano, se amplían a Alicante y Santander.
En total, 19 aeronaves repartidas por el territorio español. Madrid es la central y a la que acuden para pasar las revisiones. “Hacemos labores muy distintas, en función de los días. A veces trasladamos al GEO \[Grupo Especial de Operaciones\] o a especialistas de la Policía Científica. Por ejemplo, cuando ocurrió el terremoto de Lorca [hace ahora un año], salimos al poco tiempo”, destaca Javier, el otro inspector que pilota la aeronave.
Su labor resulta imprescindible, en especial, durante la noche. Hace poco, fue detenido un conocido alunicero, El Niño Juan, gracias a que desde el aire le siguieron por diversas carreteras de la región. Se bajó en un polígono industrial de Barajas e intentó seguir a pie, pero de poco le sirvió. Estaba controlado desde el aire. La llamada Operación Surco, centrada en los alunizajes (empotrar un vehículo contra un establecimiento), también se sirve de los helicópteros policiales. De otra forma, muchas veces los coches de los ladrones se fugan dada la velocidad que llegan a coger en plena capital.
Eso sí, riesgos no faltan durante el horario nocturno. Los cables y las antenas son sus principales enemigos. La solución pasa por volar más alto, pero no siempre es suficiente. Algunos edificios suponen un alto peligro. Un caso es Torrespaña, que carece de luces estroboscópicas (parpadeantes) de forma que se identifique su altura. “A veces resulta muy duro. En pleno invierno hay que aguantar hasta 10 grados bajo cero y en verano, dentro del helicóptero, pueden alcanzar más de 50. Son los dos extremos”, destaca Javier.
"La potencia de la cámara es tal que han podido seguir a narcotraficantes desde Valencia hasta Toledo"
El operador de cámara es el tercer ocupante de la aeronave. No sube siempre. Solo cuando es necesario grabar o transmitir en directo. “Fuimos los primeros en toda España en transmitir imágenes en alta definición. Hemos estado en casos muy distintos como en la boda del príncipe Felipe o en los atentados del 11-M, además de las protestas del 15-M”, destaca Emiliano, un operador que lleva casi dos décadas en el servicio aéreo. Las celebraciones de los equipos de fútbol, como la reciente de la Liga del Real Madrid, también entran en sus dispositivos.
La potencia de la cámara es tal que más de una ocasión han seguido a narcotraficantes en una entrega controlada de cocaína desde Valencia hasta Talavera de la Reina (Toledo). “Lo que hacemos en esos casos es subir muy alto y ponernos muy atrás para que no nos detecten. También llevamos cámaras térmicas que detectan si por ejemplo hay alguna persona viva dentro de un contenedor o en las azoteas durante las noches”, añade Emiliano.
Javier destaca que en ocasiones son también requeridos por la Policía Científica, “para hacer fotos aéreas de un incendio o de una zona de la capital para realizar la planimetría del recorrido de una manifestación”.
"En manifestaciones permite a los mandos tomar decisiones en función del recorrido o en caso de altercados"
Los vehículos que transportan los cuadros hacen un recorrido extraño, que obliga a sobrevolar el espacio aéreo de Cuatro Vientos y de la base de Getafe. En ambos casos, piden permisos a las torres de control. “Tenemos permiso para volar por todo Madrid, salvo La Zarzuela y los aeropuertos. Si fuera muy necesario, podríamos avisar, pero eso a lo mejor originaría paralizar todas las salidas y entradas”, explican los pilotos.
La comunicación con la sala del 091 (emergencias de la policía) es continua. “El momento crítico es la entrada en la ciudad. Como los camiones tienen que parar en los semáforos, serían más fáciles de abordar. Pese a que hay vigilancia junto a ellos, nosotros estamos por si lograran huir”, comenta David. La mayoría de los conductores de la avenida del Mediterráneo y de la calle de Alfonso<TH>XII desconocen que están siendo vigilados desde el aire.
Conforme los camiones giran hacia el Museo del Prado, el helicóptero baja más y está más pendiente de cualquier movimiento extraño. En minutos, todo ha terminado. “Atención H-50 \[sala del 091\], damos por concluida la Operación Sucre”, comunica el piloto. El regreso a Cuatro Vientos resulta tranquilo. Al fondo el sol se va colando por el horizonte. “Torre de control de Cuatro Vientos. Ángel 24 pide permiso para aterrizar”. Fin de la operación policial.
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