De todas las facturas que paga mensualmente el hogar español, la luz es la más esencial. Pero temo que no le damos el valor que recibimos por el precio que pagamos.
De todas las facturas que paga mensualmente el hogar español, la luz es la más esencial. Pero temo que no le damos el valor que recibimos por el precio que pagamos.
Sin electricidad, volveríamos a los tiempos del vapor. Al 1800 más o
menos. El gran invento que fue la máquina de vapor dio un impulso al
transporte de seres y mercancías. Sin duda, Pero nada comparable al
salto que dio la humanidad cuando se domesticó la fuerza
electromagnética, una de las cuatro fuerzas fundamentales del universo.
Iluminó las ciudades y dio pie a los inventos que han modificado 10.000 años de civilización.
Gracias a la electricidad, podemos conservar los alimentos en su forma
natural durante meses. Gracias a esta fuerza, tenemos teléfonos,
televisores, reproductores, lavadoras, lavaplatos, móviles, equipos de
música, aire acondicionado e iPads.
La tecnología moderna funciona gracias a la electricidad. Podemos
fabricar millones de productos gracias a máquinas que están enchufadas a
la corriente eléctrica.
Nuestros medios de transporte, desde los coches hasta los aviones y
los barcos se mueven gracias a la electricidad: la chispa producida por
la electricidad convierte a los derivados del petróleo en energía cinética.
Sin la electricidad acumulada en las baterías, sería imposible encender
un vehículo. Los trenes, los tranvías y el metro se desplazan con el
empuje eléctrico. Los ascensores y los cajeros serían inconcebibles sin
esa energía.
¿Y de dónde viene ese maná? Las grandes obras hidroeléctricas, las
plantas de carbón, los ciclos combinados, las termosolares, las eólicas y
las solares solo tienen un objetivo: producir electricidad. Y hasta las
plantas nucleares en el fondo son máquinas de vapor que convierten el
agua hervida en electrones gracias a las dinamos.
Uno de los inventos más fascinantes de la humanidad ha sido precisamente la dinamo. Cuando Faraday
descubrió que se podía producir electricidad haciendo rotar una
aleación de metales alrededor de un magneto, permitió a la humanidad
obtener energía de todas esas fuentes.
Ahora mismo, este artículo no podría ser leído sin electricidad.
Internet dejaría de existir en el momento en que se fuera la luz. No
funcionarían ni los sms, ni los correos electrónicos ni el whatsapp ni
skype.
Todos podríamos ahora producir fuego y asar un filete, o hervir agua
para una sopa. Pero casi nadie es capaz de producir electricidad de uso
corriente. Algo tan sencillo como un enchufe nos da la vida. Los
cirujanos no podrían operar sin ese enchufe. Ni las matronas traer una
vida nueva sin el electrón.
En los últimos 60 años, los grandes cambios en el hogar español han
girado alrededor de la electricidad. Aparatos que nos complacen y nos
liberan. Y temo que cada vez tendremos más: coches eléctricos, por
ejemplo.
Por eso, que nos hayan subido un 7% la luz a los hogares no debería
ser un drama. Sobre todo porque en este país, especialmente ahora, cada
vatio que
a opulencia en los años de la Champions
League económica. Por no hacerlo, existe un déficit de 25.000 millones
de euros. Si se dividiera esa cantidad entre 47 millones de españoles,
imaginen cómo debería subir de verdad la factura.
Para una familia media, cuya factura de la luz oscila entre 40 y 80
euros, esa reciente subida del 7% representa entre tres y seis euros de
más cada mes. Esta nueva carga disgusta en un momento en que ha subido
todo, hasta los impuestos.
Pero lean esta columna una vez más antes de quejarse del precio esa energía que nos asegura la supervivencia y el futuro.
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