martes, 13 de marzo de 2012

Lydia Lamaison._ Nació siendo actriz




Lydia Lamaison

Nació siendo actriz

La actriz argentina lucho mucho por cumplir su sueño.
 
 
 
 En una profesión en la que el paso del tiempo es un hándicap, sobre todo para las mujeres, Lydia Lamaison siempre se mostró orgullosa de su edad. Lejos de envejecerla, su mirada, sus arrugas y su pelo blanco irradiaban una enorme belleza y vitalidad.
 
 
 
Nació en Mendoza, Argentina, el 5 de agosto de 1914, aunque creció en el barrio bonaerense de Monserrat, donde se trasladó en sus primeros años de vida. En aquella etapa ya sentía admiración por el mundo de la interpretación: “Nací siendo actriz. Mi madre me contaba que siempre le decía que quería subirme a un escenario”.
 
 
 
Sin embargo, una tarde de 1926, tentada por el misterio y la paz que se respiraba en el convento que había frente a su casa, corrió a tocar el timbre: “Fui porque quería ser monja. Pensaba que era una linda vida, que allí se lo pasaban muy bien y tenían mucho tiempo para estar solas y para leer libros”. No obstante, a los pocos minutos de estar allí huyó para siempre.
 
 
 
Lo que sí cultivó fue su amor por la lectura y por la música, convirtiéndose en concertista junto al maestro Hugo Pratt: “Estudié guitarra y debuté dando un concierto en la peña Café Tortoni”. Allí iba gente a la que admiraba y con la que terminó compartiendo largas e interesantes conversaciones: Jorge Luis Borges, Pablo Neruda o Lorca.

 


Pero después dejó todo por el teatro. Cumplidos los 20, se matriculó en el Teatro Independiente Juan B. Justo tras haber cursado su segundo año en la Facultad de Filosofía y Letras y darse cuenta de que su mayor ilusión seguía siendo ser actriz.

 

Y no tardó en saborear las mieles del éxito con cautela, en el terreno personal vivía con pasión un romance con el actor Óscar Soldatti, a quien se declaró nada más conocerlo: “Me enamoré de él porque era silencioso. Me miraba de lejos nada más… Soy una afortunada”. Pese a ello, no tenía planes de futuro. “Todas las mujeres de mi generación soñaban con casarse y tener hijos; yo no, pero no por ello me consideré una transgresora”.

 

 Aunque sí terminó pronunciado el “sí, quiero” con 33 años, nunca tuvo hijos: “Me casé mayor y empezamos a hacer giras. Me habría gustado tener familia, pero tampoco es cierto eso de que una mujer no está realizada si no es madre. Es absurdo”. Tampoco se cumplió para ella la premisa de que una actriz queda en el olvido a partir de los 40. A esa edad, Lydia seguía asumiendo papeles en cine y teatro.

 


Y siguió trabajando sin dar nunca muestras de un ápice de estrés: “Yo no trabajo, actúo, que es mi pasión; por eso nunca me aburro ni siento cansancio, incluso cuando he pasado largas jornadas sin apenas dormir.




Su último adiós

Amaba la vida con locura, pero la muerte la sorprendió el pasado 20 de febrero: “No hay que complicarse la existencia. Arriba hay un titiritero que maneja los hilos y decide lo que vas a hacer y lo que ya no”.

 

 Fueron muchos los colegas y familiares que acudieron a darle el último adiós al Panteón de los Actores de Buenos Aires. Entre ellos sus sobrinos, que viajaron desde España para despedirse de ella, y actores como Facundo Arana, Marta Bianchi y Patricia Castell, una de sus mejores amigas.  

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