Tan seguido como el duelo de sobre el terreno de juego, la batalla que mantuvieron Mourinho y Guardiola en los banquillos fue espectacular. Cada uno con su estilo, el luso y el catalán jugaron sus piezas, pero los movimientos del culé fueron mejores y acabaron poniendo en jaque a Mou.
Coentrao esquiva a Busquets con Guardiola de testigo.
Mourinho sabía que su apuesta era arriesgada y lo demostró desde muy pronto, incluso antes de que diera comienzo el partido. Vestido de chándal, estuvo de pie en su área técnica desde el primer instante, observando pegado a la línea de banda cómo se plasmaba sobre el campo su idea. Intranquilo, como un debutante o un novato, no dejó de hacer correcciones y hablar con sus jugadores.
Guardiola tardó más tiempo en aparecer. Él puso al mismo once que en la visita en Liga, su equipo tipo esta temporada, con el que ya logró una victoria. Mostró tranquilidad, pero los nervios iban por dentro. Saltaron con el gol de Ronaldo.
El portugués abrió el marcador tras una rápida transición del Real Madrid, en la que ganó la espalda a Piqué y finalizó con un zurdazo. Contó con la inestimable ayuda de Pinto, al que el esférico se le coló por debajo de las piernas. Tardó mucho tiempo en reaccionar, mucho más del que los seguidores culés tardaron en acordarse de Valdés. Guardiola seguro que también lo hizo mientras meditaba con la cabeza gacha camino del banquillo.
La amarilla que vio Pepe, por una entrada sobre Xavi, enfurecido a Mourinho, pero aún más a Karanka, que salió como un resorte para ir directamente a por el cuarto árbitro y quejarse a centímetro de su oreja. La preocupación del entrenador blanco desde unos minutos antes eran las molestias que tenía Ronaldo en uno de sus gemelos. Preguntó una y otra vez a su estrella por cómo estaba y no perdió detalle de la atención médica que recibió.
Guardiola no abandonó su posición a pie de campo hasta que Muñiz Fernández decretó el descanso. Fue el primero en alcanzar el túnel de vestuarios, “robándole” una costumbre que tiene Mourinho. Fue también él el primero en salir, al igual que su equipo.
El rápido gol de Puyol tranquilizó a Guardiola en el mismo nivel que enfureció a Mourinho. El gesto serio del portugués era el reflejo de su enfado por el grave fallo de atención que había tenido uno de los jugadores que forman su guardia pretoriana, Pepe.
Guardiola tardó más tiempo en aparecer. Él puso al mismo once que en la visita en Liga, su equipo tipo esta temporada, con el que ya logró una victoria. Mostró tranquilidad, pero los nervios iban por dentro. Saltaron con el gol de Ronaldo.
El portugués abrió el marcador tras una rápida transición del Real Madrid, en la que ganó la espalda a Piqué y finalizó con un zurdazo. Contó con la inestimable ayuda de Pinto, al que el esférico se le coló por debajo de las piernas. Tardó mucho tiempo en reaccionar, mucho más del que los seguidores culés tardaron en acordarse de Valdés. Guardiola seguro que también lo hizo mientras meditaba con la cabeza gacha camino del banquillo.
La amarilla que vio Pepe, por una entrada sobre Xavi, enfurecido a Mourinho, pero aún más a Karanka, que salió como un resorte para ir directamente a por el cuarto árbitro y quejarse a centímetro de su oreja. La preocupación del entrenador blanco desde unos minutos antes eran las molestias que tenía Ronaldo en uno de sus gemelos. Preguntó una y otra vez a su estrella por cómo estaba y no perdió detalle de la atención médica que recibió.
Guardiola no abandonó su posición a pie de campo hasta que Muñiz Fernández decretó el descanso. Fue el primero en alcanzar el túnel de vestuarios, “robándole” una costumbre que tiene Mourinho. Fue también él el primero en salir, al igual que su equipo.
El rápido gol de Puyol tranquilizó a Guardiola en el mismo nivel que enfureció a Mourinho. El gesto serio del portugués era el reflejo de su enfado por el grave fallo de atención que había tenido uno de los jugadores que forman su guardia pretoriana, Pepe.
La alegría se desbordó en Guardiola con el tanto de Abidal, el que suponía el 1-2. El francés es uno de sus “ojitos” derechos, de sus futbolistas favoritos, y por eso festejó ese tanto con gran intensidad. Todo salió según su plan, y ganó la partida. Todavía queda una segunda mano, que será en el Camp Nou la próxima semana.
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