miércoles, 11 de enero de 2012

La frustrante vida social y sexual del hijo pródigo

ADULTOS QUE REGRESAN AL DOMICILIO PATERNO TRAS UNA SEPARACIÓN

La frustrante vida social y sexual del hijo pródigo 

Sus perspectivas no pueden ser menos halagüeñas en términos laborales y de pareja. 

 

Uno de los fenómenos más inesperados en nuestro tiempo es el regreso del adulto independizado al nido familiar, hace algunos años propiciado por los fracasos matrimoniales y actualmente acentuado por la crisis económica. 

Los hijos pródigos que han fracasado en sus parejas o que atraviesan una mala racha regresan a los domicilios de los padres y como resultado se generan conflictos generacionales que no habían tenido parangón en nuestra historia reciente. Se refuta así, en la realidad material de nuestro tiempo, una vieja utopía de diversos teóricos sociológicos que apostaban en los años 80 por la reagrupación familiar y la vida comunal intergeneracional como el paraíso perdido al que regresar.

Estas dificultades afectan por supuesto al equilibrio emocional de los padres, quienes se ven sometidos en ocasiones a las cargas y costes que implica la reagrupación familiar (a veces con nietos mediante), así como a una limitación en las libertades que habían adquirido tras haber “vaciado el nido”. Y esto cuando no hay otros problemas añadidos en los hijos pródigos (es decir, conflictos de violencia con las parejas o de custodia de los hijos, consumos de alcohol o drogas o enfermedades mentales). 

Por otro lado, el adulto que regresa debe aceptar someterse a las restricciones y privaciones de su pasada vida adolescente. Puede encontrarse encerrado en una habitación con posters anticuados, videojuegos, porros y contenidos pornográficos en Internet, como mejor punto de partida para un posible reinicio de su biografía amatoria. Sin trabajo, sin pareja, a veces hipotecados de una casa que no se puede disfrutar tras la ruptura matrimonial y viviendo con los padres, en según qué casos junto con algún abuelo con problemas de deterioro cognitivo, otro hermano que pasa por lo mismo o un menor que presenta retraso mental.

Pobreza, insatisfacción y angustia

En épocas de mejores perspectivas económicas esta travesía por el desierto de padres y de sus hijos separados o divorciados se veía aliviada por las posibilidades de ambas partes de escapar del domicilio familiar en los fines de semana, de quitarse de en medio yendo a la casa del pueblo o alquilando una habitación de hotel. A las malas, se disfrutaba de un coche que aparcar en rincones oscuros o de dinero para el cine.

Sin embargo, en las zonas que más han sufrido la recesión y la destrucción de empleo, las quejas de padres ya septuagenarios ponen al descubierto que “cuando hay que dar dinero al hijo de 37 para que tenga para tabaco, hay poco margen para poder salir de casa”. En consecuencia, padres mayores, hijos y a veces nietos tienen que pasar más tiempo juntos, y esto, en un contexto de pobreza, insatisfacción sexual y personal,  y angustia por el futuro sólo consigue acentuar la agresividad y violencia entre generaciones.

El soporte familiar tradicional de los países mediterráneos ha salvado y salva a nuestras calles de la cara prototípica que la recesión genera en otros países (ghettos de miseria, vagabundeo, incrementos exponenciales en criminalidad, revueltas civiles violentas), pero no consigue anular sus efectos. Se limita a disfrazar la hecatombe y a canalizar su expresión en la tragedia íntima y familiar en vez de embargar el escenario social.

Del “soltero de oro” al “separado de hojalata”

En nuestro ámbito se disparan los índices de violencia contra padres ancianos, las tasas de suicidio en jóvenes de entre 30 y 40 años, y el resentimiento de la generación más joven, cuyas perspectivas no pueden ser menos halagüeñas, en términos laborales y de pareja. Y todo ello en un país que en el año 2008 contaba con un número de 2 millones de viviendas vacías, medio millón arriba o abajo.

Parece intuitivo que las medidas políticas y fiscales deberán tener en cuenta que en la gestión de estas realidades se cifrará la preservación para próximos sacrificios de la familia de las clases medias y bajas, que a la postre ha sido la estructura microeconómica que ha cargado con el mayor peso de los despropósitos financieros y políticos. Proteger a la familia, prevenir la violencia doméstica y mejorar la salud mental de los individuos y de los sistemas que los encuadran, además del discurso de buenas intenciones, requiere el reparto equitativo del saco de sal que habremos de tragar.

Michel Onfray propugnaba la posible aparición de un “soltero de oro” y lo que nos hemos encontrado es un “separado de hojalata”. Es una muestra más de que las condiciones materiales determinan la realidad sociosexual posible de los individuos.

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