A
la hora de sacar el bisturí para diseccionar la lista de España en la
Eurocopa, conviene contextualizar y precisar situaciones que envuelven
la complicada tarea de selección de sus recursos humanos: en primer
lugar, aparece el factor social, formado por los millones de
seleccionadores en potencia que llevamos dentro, aficionados y
periodistas; en segundo lugar conviene resaltar el crédito ilimitado
que se ha ganado el seleccionador, cuya bonhomía y honestidad deben
estar fuera de toda sospecha; y en tercer lugar, hay que destacar que la
opinión pública coincide, por consenso, en un amplio porcentaje de la
lista elaborada por el seleccionador, atendiendo al respeto y las
garantías que ofrece la apuesta por la continuidad del núcleo duro del
equipo nacional .
Conclusión: Del Bosque, que administró con coherencia y
aplomo la herencia de Luis, vuelve a apostar por la estabilidad de los
jugadores que se han ganado su credibilidad en el pasado.
Entonces ¿qué
reproche puntual se le puede hacer a Vicente Del Bosque?
Convengamos en que la lista del seleccionador no acaba de entusiasmar
en cuanto a asuntos periféricos, siempre matizables y fundados en el
gusto particular de cada aficionado.
Es aquí, en este terreno, donde a
Del Bosque sí se le pueden poner, desde el máximo respeto y la mayor de
las admiraciones, algunas objeciones. El seleccionador, siempre cordial
y afectuoso, ha zanjado su elección con un mensaje tan típico como
tópico: 'Todos los que están en la lista para ir a la Eurocopa se lo han
ganado por méritos propios'. De entrada, la cuestión semántica
desmiente el aforismo.
Sí, es una frase hecha, repetida como un mantra
por los técnicos cuando quieren justificar el peso de sus decisiones,
nada digno de ser censurado, pero sí de ser precisado. A esta selección
no van muchos que se lo han ganado por méritos propios. No estará Adrián
López, el delantero más en forma del fútbol español, el único punta
que, tras la lesión de Villa, resulta ideal para clonar todas las
múltiples posibilidades que ofrecía el asturiano.
Nadie entiende la no
inclusión de Adrián. Sí, el chico jugará con la olímpica y optará a
reivindicarse ganando una medalla, ojalá así sea. Pero ningún delantero
del grupo ha hecho más méritos que él para estar en Ucrania y Polonia.
La semántica de los méritos nos lleva a otro punto de vista. Resulta
desagradable poner nombre y apellidos a los méritos, pero quien esto
escribe aún está buscando los de Raúl Albiol, un gran central, que esta
temporada ha sido un jarrón Ming en el Real Madrid, un simple elemento
decorativo.
O los de Pepe Reina, un excelente portero, que este año ha
vivido una de sus peores y más ingratas temporadas en Liverpool. O los
de Fernando Torres, un delantero espectacular, en forma el mejor de
España, que ha vivido un calvario donde él mismo ha confesado que llegó a
convertirse en el jugador que él mismo habría odiado.
Los aficionados y
el periodismo sentimos profunda devoción por el Del Bosque persona y un
reverencial respeto por el seleccionador, pero el mantra de los
'méritos propios' es un discurso vacío. Es una frase hecha desprovista
de verdad. Nadie habría podido reprochar a Del Bosque que hubiese
comparecido ante la prensa y que hubiera sostenido algunas de sus
controvertidas decisiones con un alegato mucho más justo, reconocible y
veraz.
Podría haber dicho que confía más en unos que en otros, algo que
habría sido polémico pero real; o que lleva a los que, para su gusto,
son los mejores para el equipo, algo indiscutible porque es a Vicente al
que pagan por esa labor y no al periodismo o a los aficionados; o
simplemente, podía haber dicho que, en algunas de sus elecciones, ha
pesado más el currículum del futbolista que sus prestaciones actuales.
Podría haber dicho todo eso y haber apartado de su discurso el asunto de
los méritos propios, pero no lo hizo.
Y esa cuestión semántica, tenue
para unos y relevante para otros, abre un debate necesario sobre algunas
cuestiones secundarias del orden de la selección. No sobre su juego,
sino sobre su núcleo. No sobre su calidad, sino sobre su criterio. No
sobre su capacidad, sino sobre su escala de valores. Bien está que lo
que funciona no se toque, pero empieza a ser inquietante que la
selección se comprenda como un ente rígido, como un equipo inmovilista.
Posdata: Ocurra lo que ocurra, la credibilidad de
Vicente Del Bosque y de esta selección están fuera de toda duda. Tendrán
el apoyo que merece, más allá del resultado.
Quien esto escribe no fue
de los que se subieron al carro de la crítica de gatillo fácil después
del debut ante Suiza, ni pretende ser un agitador de épocas pretéritas,
donde el entorno fue un lastre para la salud de la selección, pero una
lectura desapasionada de la lista de la selección me impulsa a hacer
público un deseo, que no se repitan semánticas absurdas que activen una
sensación de injusticia e inmovilismo.
Dicho esto, es el turno de
disfrutar con esta selección. Se puede y se debe.
Rubén Uría / Eurosport
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