Dos aviones belgas repatriarán los cadáveres una vez finalice la identificación
Se descarta por el momento que el autobús accidentado excediera la velocidad permitida
Tres menores están muy graves, dos de ellos en coma
El nombre del pueblo es Sion, como el de la lejana tierra prometida. Encajada entre montañas blancas y bosques, serrerías y casas ordenadas, el Sion de Suiza es desde ayer el centro de un duelo que no casa con una imagen tan idílica y, aparentemente, perfecta. Hasta Sion, capital del cantón suizo de Valais, fueron trasladados los cuerpos de los 28 fallecidos en el accidente de autobús ocurrido el martes por la noche en un túnel de Sierre, a unos 15 kilómetros. 22 eran niños de cerca de 12 años.
La mayoría provenía de la localidad belga de Heverlee. Ahora yacen en el tanatorio, un impecable edificio moderno situado junto al cementerio, dominado por una gran cruz que durante la noche se ilumina con una luz de color naranja. La verja de la entrada está repleta de flores y juguetes. Los vecinos, sobre todo mujeres, sobre todo madres, han ido llevándolos en silencio.
Los familiares de los fallecidos llegaron a Sion durante la tarde del jueves. Durmieron y amanecieron en un hotel del pueblo, controlado por las autoridades para evitar que los periodistas se agolpen a su alrededor. Hasta hoy no habían accedido a la morgue para ver los cuerpos de sus hijos. Durante las próximas horas y desde las nueve de la mañana, entrarán en la sala donde esperan los cuerpos de los menores para su identificación. Para prepararles y ayudarles, si cabe, a soportar ese dolor, un equipo de psicólogos trabaja a su lado las 24 horas.
El edificio de la morgue permanece precintado y bloqueado por agentes de la Policía que solo abren el cordón de seguridad a los familiares de las víctimas y los vecinos que se acercan para rendir su particular homenaje. Una vez finalicen las identificaciones, las autoridades repatriarán a los cuerpos en dos aviones C-130 de las Fuerzas Aéreas belgas listos para despegar.
En el autobús siniestrado viajaban dos clases de sexto grado, con 52 personas en total, seis adultos entre ellos. Según el último balance médico ofrecido, tres de los 24 menores supervivientes (los adultos murieron todos), trasladados a un centro de Lausana, tienen diagnóstico reservado por su gravedad. Dos de ellos están en coma. Otros seis menores están ingresados en un centro de Viege y podrían recibir el alta hoy; otro está hospitalizado en Martini, mientras los 14 del hospital de Sion sufren fracturas, heridas y traumatismo y ya están recibiendo terapia infantil. Los niños volvían de unos días de vacaciones en la nieve, unos días en las pistas de esquí del valle de Anniviers, en los Alpes suizos.
El cuartel de la Policía de Sion no queda lejos. Nadie allí sabe explicarse este accidente, comenta uno de los portavoces, Rieder Marcus: Las condiciones del túnel eran perfectas. Construido en 1999, tenía dos carriles, más uno de emergencia. La calzada estaba iluminada y despejada. El autobús, un modelo reciente y en regla con las normas de seguridad, tampoco tenía ningún problema.
A las 21.15, cuando el vehículo impactó con la pared del túnel, el viaje no había hecho más que empezar hacía una hora. Tras un sinuoso recorrido por las montañas del cantón de Valais, el autobús había alcanzado el fondo del valle y se incorporaba a la autopista A9 que lleva a Lausana (Suiza). Le dio tiempo a cubrir un puñado de kilómetros de esa ruta, en un tramo recto, donde la velocidad máxima permitida es de 100 kilómetros por hora.
Los investigadores descartan la posibilidad de que fuera demasiado rápido. "Este túnel mide entre cuatro y cinco kilómetros de largo; hay por lo menos 12 cámaras de seguridad. No de las que toman la foto de un vehículo si supera los límites, —comenta Marcus— sino de las que siempre están encendidas. Visionamos las grabaciones, ahora incautadas por el juez, y no parece que fueran demasiado rápido".
Se manejan otras tres hipótesis: un problema mecánico del autobús que le hizo desviarse y perder la dirección; un problema de salud del conductor o un error. Será difícil averiguar las razones que provocaron esta tragedia, porque los conductores han muerto en el impacto. Podrá ayudar la autopsia del chófer, que se conocerá en los próximos días. El chasis del autobús, destrozado y arrugado como un juguete roto, también está siendo examinado en un gran garaje, a apenas 100 metros de distancia del lugar del accidente.
La mayoría provenía de la localidad belga de Heverlee. Ahora yacen en el tanatorio, un impecable edificio moderno situado junto al cementerio, dominado por una gran cruz que durante la noche se ilumina con una luz de color naranja. La verja de la entrada está repleta de flores y juguetes. Los vecinos, sobre todo mujeres, sobre todo madres, han ido llevándolos en silencio.
Los familiares de los fallecidos llegaron a Sion durante la tarde del jueves. Durmieron y amanecieron en un hotel del pueblo, controlado por las autoridades para evitar que los periodistas se agolpen a su alrededor. Hasta hoy no habían accedido a la morgue para ver los cuerpos de sus hijos. Durante las próximas horas y desde las nueve de la mañana, entrarán en la sala donde esperan los cuerpos de los menores para su identificación. Para prepararles y ayudarles, si cabe, a soportar ese dolor, un equipo de psicólogos trabaja a su lado las 24 horas.
El edificio de la morgue permanece precintado y bloqueado por agentes de la Policía que solo abren el cordón de seguridad a los familiares de las víctimas y los vecinos que se acercan para rendir su particular homenaje. Una vez finalicen las identificaciones, las autoridades repatriarán a los cuerpos en dos aviones C-130 de las Fuerzas Aéreas belgas listos para despegar.
En el autobús siniestrado viajaban dos clases de sexto grado, con 52 personas en total, seis adultos entre ellos. Según el último balance médico ofrecido, tres de los 24 menores supervivientes (los adultos murieron todos), trasladados a un centro de Lausana, tienen diagnóstico reservado por su gravedad. Dos de ellos están en coma. Otros seis menores están ingresados en un centro de Viege y podrían recibir el alta hoy; otro está hospitalizado en Martini, mientras los 14 del hospital de Sion sufren fracturas, heridas y traumatismo y ya están recibiendo terapia infantil. Los niños volvían de unos días de vacaciones en la nieve, unos días en las pistas de esquí del valle de Anniviers, en los Alpes suizos.
"Visionamos las grabaciones, ahora incautadas por el juez, y no parece que fueran demasiado rápido"
Rieder Marcus, portavoz policial
A las 21.15, cuando el vehículo impactó con la pared del túnel, el viaje no había hecho más que empezar hacía una hora. Tras un sinuoso recorrido por las montañas del cantón de Valais, el autobús había alcanzado el fondo del valle y se incorporaba a la autopista A9 que lleva a Lausana (Suiza). Le dio tiempo a cubrir un puñado de kilómetros de esa ruta, en un tramo recto, donde la velocidad máxima permitida es de 100 kilómetros por hora.
Los investigadores descartan la posibilidad de que fuera demasiado rápido. "Este túnel mide entre cuatro y cinco kilómetros de largo; hay por lo menos 12 cámaras de seguridad. No de las que toman la foto de un vehículo si supera los límites, —comenta Marcus— sino de las que siempre están encendidas. Visionamos las grabaciones, ahora incautadas por el juez, y no parece que fueran demasiado rápido".
Se manejan otras tres hipótesis: un problema mecánico del autobús que le hizo desviarse y perder la dirección; un problema de salud del conductor o un error. Será difícil averiguar las razones que provocaron esta tragedia, porque los conductores han muerto en el impacto. Podrá ayudar la autopsia del chófer, que se conocerá en los próximos días. El chasis del autobús, destrozado y arrugado como un juguete roto, también está siendo examinado en un gran garaje, a apenas 100 metros de distancia del lugar del accidente.
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