De todas las leyendas que traía bajo el brazo, era la que Falcao con más rotundidad había confirmado.
Estábamos ante un consumado lanzador de penaltis. Un especialista infalible. Capaz de aproximarse con calma a la pelota, fijar la mirada en el meta rival, esperar a que este se moviese y girar entonces el tobillo para ajustar el balón al lugar contrario.
El colombiano siguió la misma liturgia ante el Mallorca, pero esta vez el pie no le hizo caso, no modificó tanto la dirección del balón. Aouate se tiró hacia su derecha, pero el tiro, lejos de irse al palo opuesto, se encaminó por el centro.
Tan parable que el portero del Mallorca lo despejó con el pie. El Atlético perdía por 2-0, el Mallorca se había quedado con un hombre menos, y la máxima estrella dilapidaba un penalti redentor. Si la hinchada ya venía de uñas con Falcao por su falta de puntería, este error le volvía a poner al pie de los silbidos.
Y entonces, tan sólo unos minutos después, a modo de desquite, Falcao marcó uno de los goles más hermosos de su vida. Controló lo pelota en la frontal, se giró hacia la derecha tumbando a Chico, amagó un poco más para quitarse de encima a Nunes y al instante conectó un globo maravilloso por encima de Aouate. La pelota dio en el larguero y cayó dentro… Golazo. Pero no sirvió.
El Atlético no pasó ya del 2-1. Perdió por primera vez fuera de casa en la era Simeone y se alejó de los puestos europeos.
Las cuentas salen en Europa, pero no en la Liga BBVA. Dos derrotas, cuatro empates y una victoria en siete partidos. Falcao marcó su decimoséptimo gol en la Liga BBVA, la mitad de los que lleva su equipo… Pero no parecen aún suficientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario