Seis campeones y 14 coronas comparten cartel en el Mundial más rimbombante de la historia de la fórmula 1
Entre Michael Schumacher y Sebastian Vettel hay, además de un salto de casi una generación, infinidad de similitudes que toman cuerpo a partir del apodo que cuelga del piloto de Heppenheim: Baby Schumi. Al igual que el Kaiser hizo en la que fue su era, la más fructífera de un corredor en la fórmula 1, con siete títulos en 11 temporadas (1994 - 2004), Vettel también ha ido cargándose plusmarcas desde que debutó en el Gran Premio de Estados Unidos de 2007, al volante de un BMW y en sustitución de Robert Kubica, hasta poseerlas prácticamente todas.
De Fernando Alonso a Lewis Hamilton, dos fenómenos que en su día irrumpieron en escena con la misma fuerza que él, este endemoniado rubiales con cara de empollón ha ido relativizando los logros de los demás hasta erigirse como el relevo natural de Schumacher como icono mundial del automovilismo moderno, con el permiso de Sebastian Loeb, campeón de campeones en rallies.
No obstante, si los principales protagonistas no fallan en sus pronósticos, el Niño Maravilla de Red Bull está a punto de enfrentarse a uno de los mayores retos de su trayectoria profesional. Y tiene ante sí una oportunidad inmejorable de demostrar que se trata de algo más que un buen conductor subido al coche perfecto.
Los retoques en el reglamento deberían igualar el rendimiento de los monoplazas de las escuderías más potentes, o al menos dificultar que ocurra lo del pasado Mundial, en el que Vettel se llevó de calle seis de los ocho primeros grandes premios, generando un cojín de seguridad de tres pruebas de ventaja (77 puntos) respecto al segundo.
A la espera de saber exactamente dónde está cada cual, y eso no se podrá calibrar con precisión hasta la cronometrada de mañana, el escenario que se presenta es inmejorable, con el cartel más rimbombante de la historia. Nunca antes habían coincidido seis campeones y 14 coronas en una misma parrilla, un álbum de cromos para enmarcar con actores y hazañas de todo tipo. Pilotos fríos y calculadores como Alonso o Raikkonen, y calientes como Hamilton, dinamita a 300 kilómetros por hora. Despiadados y agresivos como Schumacher y Vettel y pacientes y suaves como lo es Button.
Con el reciente escarmiento que supuso el apabullante dominio por parte de Red Bull en el campeonato de 2011, en el que Vettel se impuso cuatro paradas antes del final, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) volvió a meterle mano a la normativa para ponérselo un poco más difícil a Adrian Newey y toda su tropa, que en los últimos tres años dieron con la receta y se sacaron del sombrero la base del bólido más hegemónico de siempre.
Esa premisa es la que llena de esperanza a la hinchada de McLaren, Ferrari y Mercedes, las tres escuderías que, teóricamente, deberían estar en condiciones de plantar batalla a la de las bebidas energéticas. Ese argumento, a la vez, es el que emplea el campeón con su gente para evitar que se le duerman en los laureles, espoleándolos a seguir dándole al coco para mantenerse como referencia.
“Sería un error pensar que en este Mundial ocurrirá lo mismo que en el pasado. Sobre todo porque los ingenieros tienen mucho menos margen para sorprender”, argumenta el bicampeón alemán, que busca convertirse en el tercero, después de Schumacher (2000-2004) y Fangio (1954-1957), que acumula tres títulos del tirón. “Si nunca más consigo proclamarme campeón, me iré a mi casa tan tranquilo y con la cabeza bien alta, muy contento de lo que he conseguido en la F-1.
Tengo dos coronas cuando hay muchos que ni siquiera han ganado una carrera”, relativiza Alonso, a las puertas de la que será su tercera temporada como primera espada de Ferrari. “Tenemos que ir paso a paso comenzando desde Australia.
Una vez sepamos exactamente dónde nos encontramos, entonces podremos marcarnos objetivos más claros. Sé que la gente quiere escucharme decir que podemos optar a tal o cual resultado, pero la verdad es que aún no podemos decir en qué punto estamos. Primero tenemos que esperar al sábado y después un poco más, hasta que volvamos a Europa tras la primera serie de grandes premios”, vaticina el asturiano, confirmando las dudas generadas alrededor de la competitividad del nuevo F2012.
Esos interrogantes que emite el taller de la Scuderia se dan de frente con el silencio que impera en McLaren. Tras haber dejado atrás las turbulencias que le sobrevinieron fuera de la pista y que tuvieron su reflejo dentro de ella, Hamilton aparece con el espíritu renovado y con ganas de jarana, al tiempo que su compañero de equipo se ha propuesto dar otro paso adelante. “Los dos últimos años he estado cerca de volver a proclamarme campeón; esta vez tiene que ser sí o sí.
De lo contrario será una gran decepción”, se presiona Button. A la espera de saber si el salto de calidad que presume haber dado Mercedes es suficientemente importante como para colocar a la marca de la estrella en un plano más acorde con su incontestable pedigrí, todas las especulaciones, conjeturas y sospechas comenzarán a desvelarse por fin en unas horas, cuando arranque el campeonato más llamativo de los últimos tiempos.
De Fernando Alonso a Lewis Hamilton, dos fenómenos que en su día irrumpieron en escena con la misma fuerza que él, este endemoniado rubiales con cara de empollón ha ido relativizando los logros de los demás hasta erigirse como el relevo natural de Schumacher como icono mundial del automovilismo moderno, con el permiso de Sebastian Loeb, campeón de campeones en rallies.
No obstante, si los principales protagonistas no fallan en sus pronósticos, el Niño Maravilla de Red Bull está a punto de enfrentarse a uno de los mayores retos de su trayectoria profesional. Y tiene ante sí una oportunidad inmejorable de demostrar que se trata de algo más que un buen conductor subido al coche perfecto.
"Si nunca más consigo proclamarme campeón, me iré a mi casa tan tranquilo. Tengo dos coronas y muchos ni siquiera han ganado una carrera", dice Alonso
A la espera de saber exactamente dónde está cada cual, y eso no se podrá calibrar con precisión hasta la cronometrada de mañana, el escenario que se presenta es inmejorable, con el cartel más rimbombante de la historia. Nunca antes habían coincidido seis campeones y 14 coronas en una misma parrilla, un álbum de cromos para enmarcar con actores y hazañas de todo tipo. Pilotos fríos y calculadores como Alonso o Raikkonen, y calientes como Hamilton, dinamita a 300 kilómetros por hora. Despiadados y agresivos como Schumacher y Vettel y pacientes y suaves como lo es Button.
Con el reciente escarmiento que supuso el apabullante dominio por parte de Red Bull en el campeonato de 2011, en el que Vettel se impuso cuatro paradas antes del final, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) volvió a meterle mano a la normativa para ponérselo un poco más difícil a Adrian Newey y toda su tropa, que en los últimos tres años dieron con la receta y se sacaron del sombrero la base del bólido más hegemónico de siempre.
Esa premisa es la que llena de esperanza a la hinchada de McLaren, Ferrari y Mercedes, las tres escuderías que, teóricamente, deberían estar en condiciones de plantar batalla a la de las bebidas energéticas. Ese argumento, a la vez, es el que emplea el campeón con su gente para evitar que se le duerman en los laureles, espoleándolos a seguir dándole al coco para mantenerse como referencia.
“Sería un error pensar que en este Mundial ocurrirá lo mismo que en el pasado; los ingenieros tienen mucho menos margen para sorprender”, argumenta Vettel
Tengo dos coronas cuando hay muchos que ni siquiera han ganado una carrera”, relativiza Alonso, a las puertas de la que será su tercera temporada como primera espada de Ferrari. “Tenemos que ir paso a paso comenzando desde Australia.
Una vez sepamos exactamente dónde nos encontramos, entonces podremos marcarnos objetivos más claros. Sé que la gente quiere escucharme decir que podemos optar a tal o cual resultado, pero la verdad es que aún no podemos decir en qué punto estamos. Primero tenemos que esperar al sábado y después un poco más, hasta que volvamos a Europa tras la primera serie de grandes premios”, vaticina el asturiano, confirmando las dudas generadas alrededor de la competitividad del nuevo F2012.
Esos interrogantes que emite el taller de la Scuderia se dan de frente con el silencio que impera en McLaren. Tras haber dejado atrás las turbulencias que le sobrevinieron fuera de la pista y que tuvieron su reflejo dentro de ella, Hamilton aparece con el espíritu renovado y con ganas de jarana, al tiempo que su compañero de equipo se ha propuesto dar otro paso adelante. “Los dos últimos años he estado cerca de volver a proclamarme campeón; esta vez tiene que ser sí o sí.
De lo contrario será una gran decepción”, se presiona Button. A la espera de saber si el salto de calidad que presume haber dado Mercedes es suficientemente importante como para colocar a la marca de la estrella en un plano más acorde con su incontestable pedigrí, todas las especulaciones, conjeturas y sospechas comenzarán a desvelarse por fin en unas horas, cuando arranque el campeonato más llamativo de los últimos tiempos.
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