A un mes de cumplir 36 años, el internacional argentino afronta los últimos meses de su carrera como futbolista con el Estudiantes de la Plata, su club de toda la vida.
El último tango para Verón.
Apenas 57 kilómetros marcaron la diferencia entre dos etapas, la línea y el punto. Las carreras de Martín Palermo y Juan Sebastián Verón han convivido durante casi dos décadas por Argentina y Europa, pero los ciclos se acaban. El delantero de Boca se despidió en La Bombonera acompañado de multitud de estrellas del fútbol argentino –viajo Tévez, no pudo asistir Agüero-, el mismo fin de semana que el icono pelado del fútbol albiceleste despedía el torneo Apertura días antes de iniciar el Clausura.
Verón lucía pelo y la barba de un veinteañero cuando a mediados de los noventa tomó el testigo de su padre Juan Ramón. A la sombra del ombú, el único árbol de la ciudad deportiva del Estudiantes, el niño depuró su técnica mientras ‘la Bruja’ entrenaba con el primer equipo, según confesaba en una entrevista a El Gráfico en diciembre. El sueño de ser jugador se cumplió, pero debutó de la peor manera posible, descendiendo a la Nacional B. Regresaría a Primera División en 1995 pero su fútbol necesitaba un salto de calidad y fichó por Boca Juniors. Era el paso natural antes de que la lógica se cumpliera, antes del salto a Europa.
Aterrizó en Génova, en la cara B de una Sampdoria que se había plantado en 1992 en la final de la Champions. De ahí en adelante fue cumpliendo etapas de no más de dos temporadas hasta alcanzar la élite europea. De las poderosas Parma y Lazio a Manchester United, Chelsea e Inter de Milán. Se movía a impulsos, llevándole la contraria a su fútbol de toque, cerebral. Si Argentina siempre se ha movido por orgullo, Juan Sebastián Verón daba la pausa, amaestraba la pelota, ya siempre con la calva al aire.
“Siempre se vuelve al primer amor”, cantaba la histórica voz de Gardel. Y Verón cumplió con el tango para regresar en 2006 al equipo de la familia, la camiseta rojiblanca que su padre llevaba el día que ‘la Brujita’ nació. Siempre un paso por delante de los demás entrenadores en tretas y argucias, Carlos Bilardo no comunicó la feliz noticia al afortunado padre hasta acabado el encuentro contra Gimnasia y Esgrima en el derbi de La Plata. Juan Ramón marcó, ganó y fue directo al hospital.
El tiempo no se para y el argentino lleva ya un lustro en el equipo ‘pincharrata’, marcado por la conquista de la Copa Libertadores en 2009. Y aunque prometió retirarse el año pasado, Verón aguantará cinco meses más. A finales de junio colgará las botas salvo nuevo arrepentimiento y quizá entonces, como a Palermo, le pique la curiosidad por pasar a los banquillos o decida colaborar con la AFA. Punto y seguido y una nueva historia.
Verón lucía pelo y la barba de un veinteañero cuando a mediados de los noventa tomó el testigo de su padre Juan Ramón. A la sombra del ombú, el único árbol de la ciudad deportiva del Estudiantes, el niño depuró su técnica mientras ‘la Bruja’ entrenaba con el primer equipo, según confesaba en una entrevista a El Gráfico en diciembre. El sueño de ser jugador se cumplió, pero debutó de la peor manera posible, descendiendo a la Nacional B. Regresaría a Primera División en 1995 pero su fútbol necesitaba un salto de calidad y fichó por Boca Juniors. Era el paso natural antes de que la lógica se cumpliera, antes del salto a Europa.
Aterrizó en Génova, en la cara B de una Sampdoria que se había plantado en 1992 en la final de la Champions. De ahí en adelante fue cumpliendo etapas de no más de dos temporadas hasta alcanzar la élite europea. De las poderosas Parma y Lazio a Manchester United, Chelsea e Inter de Milán. Se movía a impulsos, llevándole la contraria a su fútbol de toque, cerebral. Si Argentina siempre se ha movido por orgullo, Juan Sebastián Verón daba la pausa, amaestraba la pelota, ya siempre con la calva al aire.
“Siempre se vuelve al primer amor”, cantaba la histórica voz de Gardel. Y Verón cumplió con el tango para regresar en 2006 al equipo de la familia, la camiseta rojiblanca que su padre llevaba el día que ‘la Brujita’ nació. Siempre un paso por delante de los demás entrenadores en tretas y argucias, Carlos Bilardo no comunicó la feliz noticia al afortunado padre hasta acabado el encuentro contra Gimnasia y Esgrima en el derbi de La Plata. Juan Ramón marcó, ganó y fue directo al hospital.
El tiempo no se para y el argentino lleva ya un lustro en el equipo ‘pincharrata’, marcado por la conquista de la Copa Libertadores en 2009. Y aunque prometió retirarse el año pasado, Verón aguantará cinco meses más. A finales de junio colgará las botas salvo nuevo arrepentimiento y quizá entonces, como a Palermo, le pique la curiosidad por pasar a los banquillos o decida colaborar con la AFA. Punto y seguido y una nueva historia.
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