La piloto valenciana, agresiva al manillar y poco habladora, será la primera española en correr todo el Mundial de Moto2
Se subió por primera vez a una moto a los 14 años; era una de aquellas máquinas minúsculas de 50cc con las que se iniciaban los más pequeños en un recién estrenado circuito de Cheste y ella, amante del deporte y la velocidad, se había pasado la noche anterior practicando los movimientos en el garaje de su casa.
Elena Rosell (Manises, Valencia; 25 años) no fue tan precoz como la mayoría de los pilotos que hoy pueblan las parrillas del Mundial. Pero le sobraba convencimiento. Así que pasó de acompañar a sus padres y a su hermano, siete años mayor, de circuito en circuito a ser ella quien participara en todas las copas de promoción que se le pusieran a tiro.
Ahora, el equipo catarí QMMF le brinda la oportunidad soñada: una plaza en el campeonato de Moto2 que empieza el próximo 6 de abril. Rosell, que ya debutó el año pasado en la categoría intermedia en sustitución del lesionado Julián Simón, será la primera española en correr el Mundial. Antes lo hicieron Tamoko Igata (1994), Taru Rinee (1988), Katja Poensgen (2001-2003) y Nikoletta Kovacs (2007), entre otras.
Así lo demostró el año pasado, cuando cayó una y otra vez en lo que iba a ser su estreno con una Moto2 en el circuito de Assen, complejo de por sí y peligroso por la lluvia que cayó aquel fin de semana. No llegó a formar en la parrilla de salida. Pero, cabezota, no quiso desaprovechar la segunda oportunidad que le garantizó el equipo de Aspar, que le volvió a dar una moto en Alcañiz, donde sí terminó la carrera, aunque en última posición, y en Valencia, donde terminó 25ª en una prueba con 38 corredores.
Todo era nuevo para ella, que nunca había pilotado una moto como aquellas, ni había pisado ningún circuito fuera de España.
Rosell venía del Campeonato de España, donde competía con una Kawasaki de 1.000cc en la categoría de Stock Extrem después de convertirse en el 2009 en la primera chica en ganar una carrera nacional, en la Kawasaki Ninja Cup. "Mi primera prueba del Mundial fue muy difícil, y en la segunda estaba cohibida porque como en Assen lo había pasado tan mal solo quería terminar la carrera y que nadie pudiera echarme nada en cara. No quería cometer errores. Ya en Valencia lo pasé muy bien, supe pelearme en la pista con otros pilotos que llevaban todo el año y habían alcanzado un ritmo bestial", recuerda orgullosa.
"En el gran premio en Holanda vi en ella a una piloto muy agresiva, que quiere sacar el máximo rendimiento de la moto desde ya. Cometió los errores propios de un principiante, el salto que dio fue brutal y tenía mucha presión. Pero en Valencia me sorprendió, fue de menos a más sin cometer ni un solo error. Le vino bien para convencerse de que todo es posible", señala Gino Borsoi, director deportivo del equipo Aspar.
"Técnicamente, Elena es muy buena, agresiva y peleona", dice Simón. "Es muy valiente", añade Nico Terol. Los dos, que la conocen pues se formaron en las curvas de Cheste, serán sus rivales en la pista este año.
"Piloto con la cabeza, quizá demasiado. A veces creo que debería ser más alocada", dice ella, sin embargo, que reconoce que su gran defecto es que le cuesta transmitir a los mecánicos con la suficiente seguridad sus sensaciones sobre la moto. "Le cuesta hablar y expresarse. Tendrá que soltarse y aprender a pedir.
Además de ser menos crítica consigo misma. No se perdonaba haber fallado el primer día", concluye Borsoi.
Rosell, una chica lista aunque vergonzosa, ha aprendido ahora de sus errores y es consciente de las dificultades que ha superado. Su vida ha cambiado ya, y ni siquiera ha comenzado el campeonato.
Ahora vive en Cobeña (cerca de Madrid) y lleva desde mediados de enero machacando su cuerpo: gimnasio, natación, bicicleta, y, mínimo, una sesión de supermotard o de motocross a la semana. "Hasta ahora nunca antes había tenido la posibilidad de entrenarme con motos, aunque no sean de velocidad, en pretemporada". Entonces no tenía recursos suficientes. Entonces no era una piloto del Mundial.
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