
“Tengo un solo cocinero y un centenar de
espías”. Esta expresión pertenece al rey de Prusia, Federico II, también
conocido como Federico el Grande. En esas palabras hay mucha verdad. De
acuerdo a las notas de Casanova, el rey de Prusia efectivamente tenía a
un solo cocinero, el bromista Noel, asistido por un aprendiz. En cuanto
a los espías, también es verdad. Una tarde, antes de la batalla, el rey
Federico invitó a la cena a todos sus generales.
La mesa estaba servida
bajo estrellas, y se impartieron órdenes de no expulsar a los curiosos.
Durante la cena discutieron los supuestos planes contra el enemigo, los
generales daban sus consejos en voz alta. Federico contaba con que los
espías enemigos se interesaran por la información obtenida, y
efectivamente, su enemigo, el comandante del ejército austríaco el
Príncipe Carlos Alejandro de Lorena se enteró de todo.
Pero conociendo a
su contrincante, no cayó en la trampa.
A pesar
de que Federico el Grande pasó mucho tiempo en combates, hasta decían
que la guerra era su arte, se ganó el apodo del Rey-filósofo,
contrastando la reputación de su padre Federico Guillermo I conocido
como el “Rey-soldado”. En 1740, cuando Federico ascendió al trono,
comenzó a reorganizar a Prusia. El monarca se distinguió como excelente
domador del arte y la ciencia.
En tiempos de paz,
cuando Federico se encargaba de los asuntos internos del país,
determinaba la rutina diaria la cual no cambiaba por años. El rey se
levantaba a las 5 de la mañana el verano y a las 6 el invierno para
comenzar a trabajar de inmediato.
Antes del almuerzo, Federico escuchaba
los informes de sus ministros y discutía con los generales los asuntos
militares. Después de la cena el rey daba audiencias, y antes de cenar
organizaba un pequeño concierto. El filosofo Voltaire a quien el monarca
invitó a su corte, pudo presenciar que durante la cena real había una
gran libertad de expresión, y el propio Federico era un conversador
perspicaz.
En su hogar, Federico II amaba la
simplicidad, el orden, la moderación, y era extremadamente ahorrador.
Sin embargo dicen que era destemplado a la hora de comer. Comía mucho,
con codicia, no usaba tenedores y comía con las manos por lo que su
uniforme siempre estaba manchado con salsa. En las condiciones de la
guerra, el rey estaba dispuesto a compartir todas las dificultades con
sus soldados.
Durante una de las batallas, el
ejército prusiano fue privado de las provisiones y el propio rey se
quedó sin su carga. Cuando Federico quiso cenar no pudieron encontrarle
ni un pedazo de pan rancio. Se tuvo que enviar a sus asesores para
encontrarle algo para la cena.
Encontraron a un soldado que tenía un pan
entero, pero el soldado no quería venderlo por nada del mundo. Al
enterarse que el pan era para el rey, el soldado partió el pan por la
mitad: “El rey ha luchado con nosotros, con el se puede compartir con
justicia”. Negó el dinero ofrecido por el pan con las siguientes
palabras: “Doy la vida por mi rey, y por un pedazo de pan, obviamente no
cobraré”.
Después de la toma de Liss, el dueño
del castillo local tuvo que rebuscarse para ofrecer algo a la mesa real.
Al rey ofrecieron una especie de ensalada de las sobras de los
oficiales austriacos, pero Federico quedó contento con eso.
La
viuda de un oficial muerto en combate, escribió una petición a Federico
solicitando una pensión. Federico averiguó que no hay pensiones libres
en el estado. El rey respondió a la carta: “En este momento no hay una
sola pensione libre, pero es mi deber ayudarle. Desde mañana, ordenaré
eliminar un plato de mi mesa, lo que equivale a trescientos sesenta y
cinco ducados al año que le pido aceptar hasta que aparezca la vacante
para la pensión”.
El rey decía: Cuando quieres construir un ejército,
comienza en primer lugar por el estomago. Es mucho más difícil defender
el ejército del hambre que del enemigo”. Federico II creó el sistema de
suministro para el ejército. La infantería prusiana cargaba en su
mochila comida para tres días, mientras que en las carrozas habían
reservas de pan para ocho días.
En la tumba de
Federico el Grande se pueden ver patatas que dejan los visitantes. Esta
verdura de raíz, traída desde América, se cultivaba en Prusia mucho
antes, y no solo en los jardines. Por la hambruna que azotó el país en
1745, el rey prusiano fue capaz de difundir una gran cantidad de patatas
para la siembra con instrucciones detalladas ordenando propagar sobre
los beneficios de las patatas.
Por supuesto que Federico incluyó las
patatas en la dieta del ejército prusiano. Y unas décadas más tarde los
prusianos apodaron la guerra con Austria la “campaña de las patatas” –
tenían que enfrentarse no tanto con un enemigo sino contra el hambre.
Las tropas se mantuvieron solo a base de patatas.
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