Ducati trabaja en un propulsor más suave para contentar a un Rossi que solo brilla con la lluvia
Era noviembre de 2007. Valentino Rossi parecía vivir una pesadilla en
Yamaha y se soltó la lengua: “Soy Valentino Rossi. No merezco esta
moto”. Aquellas declaraciones precedieron a un año mayúsculo: volvió a
proclamarse campeón mundial. Hace unos días, tras la carrera de Catar,
en la que terminó 12º, el italiano tampoco tuvo contemplaciones: “Yo no
soy ingeniero, pero esta moto no se puede pilotar”.
¿Habrá también esta vez un giro radical en Ducati? “No lo sé, pero eso espero”, respondió a su llegada a Jerez. Sus palabras sentaron como un jarro de agua fría en la escudería, que ya había renunciado a su habitual chasis de fibra de carbono para hacer la Desmosedici GP12 con el tradicional de aluminio propio de las motos japonesas.
Rossi también pide ahora un motor más suave. Ocurre que Ducati, entre las declaraciones en el circuito de Losail y el Gran Premio de España, ha sido comprada por Audi. La casa alemana ha pedido a los de Borgo Panigale que hagan lo imposible por contentar al piloto y evitar palabras altisonantes que empañen el nombre de la fábrica de motocicletas.
Así que Filippo Preziosi, ingeniero de Ducati y padre de la Desmosedici, no ha viajado a España y se ha quedado en Bolonia haciendo horas extras en busca de mejoras mientras que Rossi templa su mal humor: “Aquello que dije en Catar fue fruto de la frustración”.
Pero Rossi sigue exigiendo: “Tengo dificultad en la aceleración, al
abrir el gas. Nuestro motor es demasiado potente. Tenemos que gastar
mucha electrónica para controlarlo. Creo que hay que trabajar más en él.
Los problemas no se pueden corregir solo con la electrónica”. El nueve
veces campeón quiere un motor más dócil: “Hay que hacer dos o tres
modificaciones para que sea más suave”.
Una petición que va en dirección contraria a lo que ha sido Ducati en los últimos años, una moto agresiva y potente. “Preziosi no ha venido porque está trabajando en ello. No sé si las mejoras llegarán ya en Portugal [la semana que viene se corre en Estoril], pero esperemos que lleguen tan pronto como sea posible”, afirmó.
Mientras espera, Rossi se encomienda a la lluvia, que apareció ayer al tiempo que las primeras motos sobre el trazado jerezano y no se fue hasta que se apagaron los motores. Le sirvió al de Tavullia para brillar en los primeros entrenamientos libres: la Ducati va como la seda sobre el asfalto mojado (hizo el segundo tiempo, seis décimas por detrás de Pedrosa) por razones no muy claras.
Aunque las diferencias entre unas motos y otras se reducen al pilotar con lluvia, el rendimiento del italiano es descaradamente superior con agua: “Me lo paso mejor llevando esta moto en mojado que en seco, algo extraño. En mojado puedo entrar en la curva cuando y como quiero, pero no en seco. Ni yo ni mi equipo entendemos por qué voy rápido cuando llueve y lento cuando no”.
Y avisa: “Si llueve el domingo, puedo subir al podio e incluso vencer, pero, si no, creo que no seremos tan competitivos”. Pese a desmentir que pensara dejar Ducati (“Hay cero posibilidades de pilotar cualquier otra moto”), su frustración sigue.
¿Habrá también esta vez un giro radical en Ducati? “No lo sé, pero eso espero”, respondió a su llegada a Jerez. Sus palabras sentaron como un jarro de agua fría en la escudería, que ya había renunciado a su habitual chasis de fibra de carbono para hacer la Desmosedici GP12 con el tradicional de aluminio propio de las motos japonesas.
Rossi también pide ahora un motor más suave. Ocurre que Ducati, entre las declaraciones en el circuito de Losail y el Gran Premio de España, ha sido comprada por Audi. La casa alemana ha pedido a los de Borgo Panigale que hagan lo imposible por contentar al piloto y evitar palabras altisonantes que empañen el nombre de la fábrica de motocicletas.
Así que Filippo Preziosi, ingeniero de Ducati y padre de la Desmosedici, no ha viajado a España y se ha quedado en Bolonia haciendo horas extras en busca de mejoras mientras que Rossi templa su mal humor: “Aquello que dije en Catar fue fruto de la frustración”.
El piloto italiano sigue exigiendo: “Nuestro
motor es demasiado potente. Creo que hay que trabajar más en él. Los
problemas no se pueden corregir solo con la electrónica”
Una petición que va en dirección contraria a lo que ha sido Ducati en los últimos años, una moto agresiva y potente. “Preziosi no ha venido porque está trabajando en ello. No sé si las mejoras llegarán ya en Portugal [la semana que viene se corre en Estoril], pero esperemos que lleguen tan pronto como sea posible”, afirmó.
Mientras espera, Rossi se encomienda a la lluvia, que apareció ayer al tiempo que las primeras motos sobre el trazado jerezano y no se fue hasta que se apagaron los motores. Le sirvió al de Tavullia para brillar en los primeros entrenamientos libres: la Ducati va como la seda sobre el asfalto mojado (hizo el segundo tiempo, seis décimas por detrás de Pedrosa) por razones no muy claras.
Aunque las diferencias entre unas motos y otras se reducen al pilotar con lluvia, el rendimiento del italiano es descaradamente superior con agua: “Me lo paso mejor llevando esta moto en mojado que en seco, algo extraño. En mojado puedo entrar en la curva cuando y como quiero, pero no en seco. Ni yo ni mi equipo entendemos por qué voy rápido cuando llueve y lento cuando no”.
Y avisa: “Si llueve el domingo, puedo subir al podio e incluso vencer, pero, si no, creo que no seremos tan competitivos”. Pese a desmentir que pensara dejar Ducati (“Hay cero posibilidades de pilotar cualquier otra moto”), su frustración sigue.
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