Una genialidad de Adrián metió al Atlético de Madrid
en semifinales (1-2). Se sacó un golazo de una jugada perdida y
convirtió en oro la apuesta especulativa de su equipo. Porque Simeone no
cumplió lo que anunció. El Atlético jugó a cuidar el resultado, a
vivir de las rentas.
Escondido atrás y abusando del pelotazo. En la
teoría, salió a minimizar riesgos, a no conceder agujeros ni espacios
al Hannover. En la práctica, los corrió, porque vivió a un gol de la
eliminación, a un solo despiste de la derrota. Pero su apuesta le salió.
Aunque con cuentagotas, la genialidad se impuso.
Es verdad que el conjunto alemán no fue nadie sin espacios, pero el
Atlético, hasta el 0-1, vivió demasiado en el alambre y a balón parado
cualquier intento se envenena. La renuncia de los rojiblancos a la
pelota, a exprimir su mayor calidad, fue un pecado en la primera mitad.
Hasta Falcao y Diego fueron usados para asuntos destructivos y vieron
amarilla por ello. También la vio Koke por perder tiempo. Y Godín, que
se pierde el primer asalto de la semifinal.
Y, sin embargo, el italianismo finalmente le funcionó al Cholo.
También porque en la segunda parte ordenó un ligero paso adelante hacia
la posesión. Y sobre todo porque Adrián es un fenómeno. De donde no
había mucho, edificó un monumento.
Un pase profundo de Diego, un control
imperfecto y una obra de arte en su propia corrección. Con amagos y
sangre fría, con paciencia en una zona dada para la histeria, se fue
deshaciendo de hasta cuatro rivales, portero incluido, hasta enviar a la
red una jugada que se había perdido del todo.
Diouf cumplió a última hora con su racha
realizadora, retrató a la defensa del Atlético en un simple fuera de
banda y condenó a un final de angustia a los madrileños.
Hasta que en un
robo de Diego, tras otra delicadeza de Adrián, dejó solo a Falcao
para que pusiera también su nombre al partido. 1-2, el Hannover perdió
donde no le había ganado nadie este curso. 2-4 en el global. Habrá un
finalista español en la Liga Europa.
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