jueves, 8 de marzo de 2012

Simao se cuela en la fiesta

 

El portugués no celebró un gol que mantiene a un limitado Besiktas vivo en la eliminatoria. El Atlético, liderado por Adrián, arrasó en el primer tiempo pero se quedó sin fuerzas después.


<strong>ADRIÁN, ESTELAR.</strong>

ADRIÁN, ESTELAR.

El Atlético es mejor que el Besiktas y salió del Calderón con una buena renta para la vuelta en Turquía. Tan innegable como que el equipo de Simeone perdió una ocasión ideal para dejar la eliminatoria ventilada y aireó la que puede ser su debilidad mientras siga en dos competiciones: anda justo de gasolina y en parte por eso pasó de avasallar en el primer tiempo a resultar indefinido en el segundo ante un Besiktas al que, las ironías del juego, mantiene vivo un golazo de Simao.

Esa falta de aliento en la segunda mitad convirtió en vulgar a un Atlético que tiene la coartada de las ausencias. Sin Tiago, Arda y Diego anda justo de creación y poniendo parches en el centro del campo. Aunque esos parches a veces, como ese extraño jugador llamado Salivo, marquen dos goles. 

Sin el sostén de Tiago y el juego entre líneas de Arda y Diego, al Atlético le conviene el ataque en manada, el zafarrancho de combate y las pinturas de guerra. Sin jugadores para la elaboración, le va presionar con furia, robar arriba, tirar contras y llegar en oleadas. Convertido en jauría, el Atlético zarandeó en el primer tiempo a un Besiktas horrendo. Marcó tres goles y pudo marcar otros tantos.

 Tuvo la eliminatoria cerrada, lista para el golpe de gracia. Pero salió del descanso sin fuerza y sin plan, sin saber si guardar el botín o buscar más sangre. Ni lo uno ni lo otro, perdió el hilo y pareció ausente mientras el Besiktas se encontraba con el indulto del rival y un gran gol que Simao marcó pero no celebró. El Besiktas, que es poco pero es más en su campo, tiene ahora argumentos para la fe que difícilmente hubiera encontrado con el 3-0. Europa y los goles fuera de casa...

Adrián no deja de crecer

Como el Atleti fue de más a menos, al final quedó poco de la euforia que chisporroteaba en el ambiente en el descanso. Con razón: el equipo de Simeone había firmado un primer tiempo fabuloso, acogotando en su área a un Besiktas con una defensa de chiste. 

La principal debilidad de un rival de gelatina era la banda izquierda y por ahí cargaron Juanfran, Salvio y un Adrián imperial. A golpe de presión, movilidad y ritmo, el Atlético contagió pasión y generó ocasiones. Koke brilló conectando líneas, Falcao y Filipe rozaron el gol y Salvio demostró que es un verso libre: primero falló a puerta vacía y después marcó dos goles en tres minutos, los dos con tanto arte como inconsciencia.

 En los dos entró por la derecha y en los dos pudo asistir a placer a Falcao. En lugar de eso definió de maravilla, primero tras control y regate y después con una vaselina exquisita.

Pero ese primer tiempo fue por encima de todo de Adrián, un jugador a cuyo crecimiento no se le adivina techo. Cada vez más líder, cada vez más seguro, más entero y hasta más entonado en el remate. Su primer tiempo fue un trueno. El primero en presionar y el mejor con el balón, omnipresente. Suyo fue el 3-0 con una arrancada desde la medular y una lección de pausa y cambio de ritmo en la frontal y entre tres defensas. 

 Un gol de súper clase. Él marcó las constantes vitales del Atlético. Cuando brilló él, brilló el equipo. Cuando se fue en el segundo tiempo para dejar su sitio a Pizzi, sufrió un Atlético sin balón y sin profundidad, que resultó vulgar y que apenas tuvo un par de ocasiones (la mejor, de Koke) ante un Besiktas que pasó de muy poco a poco y con eso marcó un gol y rondó otro que salvó Courtois en la recta final.

El Besiktas es una mala defensa y un sistema anárquico que resulta peligroso cuando se contagia. A campo abierto cuenta con la calidad de Simao y el empuje de Manuel Fernandes. Y en la vuelta contará con un estadio volcado y la fe del que no tiene nada que perder. Al Atlético, aunque en ventaja, le tocará hilar fino por culpa de un partido en el que pasó de maravillar a aburrir, de apabullar a encogerse. Que sirva de aviso.

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