El medio del Atlético, con Salvio de compinche y estilete, desfigura a través del pase al Besiktas (3-1)
Todos los jugadores, jubilosos, corrieron hacia Salvio para abrigarle entre abrazos y felicitaciones, definidor excelente en dos jugadas consecutivas, en dos goles tan verticales como deliciosos. Gabi, sin embargo, el ordenador del Atlético, dio dos pasos al frente, se lo repensó y torció la dirección hacia Koke, que aguardaba con los brazos alzados. “¡Esto es por tu culpa!”, le vino a decir, al tiempo que le dio un coscorrón de esos que no pican ni hacen daño, sino que consagran y que reconocen un don. Koke, hasta ahora refugiado en el esfuerzo y en las palabras cariñosas de su técnico, cumplía el expediente.
Pero ante el Besiktas se puso el frac que le vino dado desde la cuna, ese que cataloga a los superdotados del pase, ese que desfigura a cualquier zaga. Y más a la del Besiktas, falta de ayudas e ingenua. Resultado: Koke jugó y el Atlético rompió hasta el punto de que viajará a Estambul con una renta cómoda, con los cuartos a la vuelta de la esquina, aunque en la segunda parte encajó un tanto que deja la eliminatoria más abierta.
No fue el Besiktas, en cualquier caso, un rival de postín, sobre todo al principio y al final, cuando el Atlético le dio carrete. Sabe qué hacer con el balón en los pies, y eso es mucho; la mitad del fútbol. Más que nada, porque tiene a jugadores resultones, que si bien fueron un quiero y no puedo en las Ligas más poderosas de Europa, como Ernst, Fernandes y Quaresma, incluso Simão -productivo sobre todo en el Atlético, como le reconoció la afición al corear su nombre-, tienen pie para conjugar el balón y desarticular a la defensa más pintada. Así lo expresaron en su ofensiva, tan limitada como efectiva.
Resulta que a la presión del Atlético replicaron de igual manera, con balones largos, sin pasos fronterizos ni balones manufacturados: bien al pomposo pecho de Pektemek, delantero que absorbe el cuero y aguarda a la llegada de las alas, verticales y explosivas; bien directamente a las carreras de los extremos, de Simão y Quaresma.
La propuesta, de tintes quijotescos porque el Atlético defiende con todos, fue validada de inicio porque Quaresma le hizo más de un roto a Juanfran que no llegó a buen puerto porque Courtois no dio opción al remate. Y Juanfran, toda una esponja desde que actúa en la retaguardia derecha, se corrigió con los minutos, listo al no buscar la anticipación, sino el hueco a su espalda. Adiós al peligro turco, hora de Koke y su fútbol de salón.
Con Simeone no hay tregua y el remolón no tiene cabida. Por lo que las ausencias de Diego y Turan, capitales para descascarillar dos líneas atestadas, no se notan tanto; los medios corren por todo lo ancho, Falcao se pelea con quien se le ponga al frente y Koke, ante el Besiktas, fue un gozo, protagonista con el balón, ingeniero de pases imposibles. Lo aprovechó Salvio, entonado y atento al hueco que le regaló Kavlak.
Primero, Koke acudió a la banda izquierda, recogió el esférico y soltó un cambio de orientación magnífico que permitió el mano a mano de Salvio con el lateral, resuelto con un autopase y un disparo a la red. Después, de nuevo el 19 leyó el desmarque interior de Totó, asistencia milimétrica y vaselina al más puro estilo Messi.
Abierta la herida, Adrián también tiró de su ya reconocido oportunismo. Le bastaron dos recortes en el balcón del área –uno hacia dentro y el otro hacia fuera- para romper la cadera del rival y generarse el hueco para el trallazo, al larguero y a gol. Un Atlético de aúpa, concreto y letal como exige Simeone.
Solo Simão se empecinó con éxito en demostrar que a la eliminatoria le quedan 90 minutos.
Le alcanzó con un soberbio disparo desde la frontal que peinó más de una cabeza para batir a Courtois. Gol de la esperanza, de los recuerdos y lamentos, como que faltara la puntilla de Falcao, desatinado en un pase en boca de Adrián, e incluso la de Salvio, que no supo dar continuidad a un pase del mismo Adrián. Dos pifias que no parecen comprometer el pase de este Atlético, inflexible en campo ajeno y con Koke bajo los focos.
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