- En los últimos meses han llegado 13.000 refugiados de Mali
- Siete de los ocho países del Sahel han declarado el estado de emergencia
- Son necesarios 700 millones para mantener la distribución de ayuda alimentaria
En el desierto la hospitalidad no es una actitud, es un principio vital. En esta región inhóspita acoger a un extraño puede significar salvarle la vida. En Sinegodar, en la frontera entre Níger y Malí, es cada vez más difícil. Miles de personas han llegado hasta allí huyendo de los enfrentamientos entre los tuareg malienses y el ejército de ese país.
Pero es imposible dar de comer a tantas personas cuando ni siquiera tienen para ellos. Abdoulaye Mahamadou es el líder de Sinegodar, donde viven 1.600 personas, en los últimos meses han llegado 13.000 refugiados de Mali. "No podemos darles de comer porque nosotros tenemos más necesidad que nunca", dice Mahamadou.
Gaoudel, en el norte de Níger, es un lugar desagradable, desolado y distante. Bajo una lona que la resguarda del sol está Zoulfa y sus cuatro hijos. Ha llegado con lo poco que pudo recoger y unas cuantas cabras. Recuerda que por las noches llegaban combatientes "nos robaban lo poco que teníamos, también nuestras cabras, la situación era inaguantable y tuvimos que venir hasta aquí".
Hace una década que las lluvias son muy irregulares en el Sahel, pero los dos últimos años han sido extremadamente secos. A muchos agricultores hace tiempo que se les acabó las cosechas y sin agua es imposible volver a plantar. A los ganaderos se les están muriendo los animales. Decenas de miles de mujeres y niños vagan por el desierto buscando refugio y comida en Argelia, Burkina Fasso, Mauritania o Níger.
Kapuscinski relataba este drama humano en Ébano: "Las primeras en caer muertas son las ovejas y las cabras. Pueden aguantar sin agua apenas unos pocos días. Luego le llega el turno a los niños. Luego mueren las mujeres. Los que áun viven no pueden detenerse durante demasiado tiempo. Si se detuviesen cada vez que muere alguien, jamás llegarían a un pozo. Una muerte causaría otra, y otra, y otra."
Casi todos los países del Sahel, en estado de emergencia
En un hecho sin precedentes, siete de los ocho países del Sahel han declarado el estado de emergencia por la crisis alimentaria derivada de una suma de factores estructurales como la pobreza o la falta de acceso a los servicios básicos, así como otros hechos recurrentes en los últimos años como las sequías, la baja producción de cereal y forraje y la subida de los precios de los productos de primera necesidad. La FAO calcula que la producción de cereales ha caído un 25% en 2011 y en algunas zonas de Mauritania y Chad sólo han podido recoger la mitad de la cosecha.
La inseguridad general en la región y, en las últimas semanas, la escalada del conflicto entre tuaregs y el gobierno de Malí no ha hecho más que complicar la situación de los afectados. Unas 200.000 personas han salido de sus aldeas, la mitad se han ido a otras zonas del país y la otra mitad han huido a los países vecinos.
Unicef alerta de que un millón de niños están al límite de la malnutrición severa.
"Hay una doble crisis -ha dicho el jefe de operaciones de la Cruz Roja para África Occidental- la inseguridad alimentaria que asola la región y los enfrentamientos en el norte de Malí". "Cualquier desplazamiento masivo de población dificulta la gestión de la ayuda y eleva el nivel de crisis", apostilla la responsable de Cooperación Internacional para África de Cruz Roja Española, Cristina Domínguez. Unicef alerta de que un millón de niños están al límite de la malnutrición severa.
El malestar se traslada a Níger
La inestabilidad de Malí podría extenderse a Níger. Sus habitantes no sólo se enfrentan al hambre, también tienen que acoger a los miles de trabajadores que emigraron a Libia y tuvieron que regresar tras la guerra que acabó con el régimen de Gadafi. Se calcula que regresaron unas 260.000 personas. Djibrilla Saley es uno de ellos. "Estoy muy contento del dinero que gané en Libia, ayudé a mi familia, les enviaba dinero, ahora estoy aquí y son mis padres, ya ancianos, los que me tienen que mantener, pero ellos tampoco tienen comida".
Rabiou Moussa, otro emigrante de 26 años, está internado en el hospital de Niamey, fue herido en Misrata en un bombardeo y perdió las dos piernas. "¿Cómo voy a trabajar ahora?" se pregunta. No sólo han regresado los que fueron a Libia también los que buscaron trabajo en Nigeria, el vecino del sur. La violencia destada por los islamistas de Boko Haram, con atentados y persecuciones han obligado a retornar a otros 10.000 nigerinos.
El golpe de estado en Malí es un ejemplo del coctel explosivo en el que se ha convertido el Sahel, sobre todo tras la "primavera árabe" en el norte de África. Centenares de presos salieron de las cárceles, entre ellos muchos reclusos acusados de pertenecer a grupos yihadistas, que encontraron de nuevo la libertad de movimiento.
Tráfico de armas
En el caso de Libia miles de armas y milicianos salieron por ese patio trasero tan incontrolable como es el Sáhara y sus estribaciones en el Sahel. Armas y milicianos han ido a parar a grupos terroristas como Alqaeda en el Magreb, Boko Haram o Al Shabab en Somalia. A ellos hay que añadir los traficantes, tanto de droga como de personas.
Demasiados conflictos a pocos kilómetros de Europa. Desde la caída de Gadafi los servicios de seguridad de la zona, Estados Unidos y Europa han mantenido intensos contactos y han mostrado su preocupación porque el Sahel se ha vuelto incontrolable, más de lo habitual.
"No huimos sólo del hambre, sino de algo peor: de la muerte"
En ese peligro se mueven decenas de miles de personas que, como decía un tuareg llegado a Argelia, "no huimos sólo del hambre, sino de algo peor, de la muerte". Las ONG's y los organismos internacionales creen que son necesarios 700 millones de euros para mantener la distribución de ayuda alimentaria y sanitaria y evitar que miles de africanos mueran de hambre. Los meses de junio y julio serán determinantes.
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