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Cuando se entra a la sala de cine para ver la última película de un director favorito, se espera que mejore lo anterior o, al menos, que mantenga el mismo nivel. Si no se encuentra lo uno o lo otro suele decepcionar, pero si se ve algo diferente y, aún así, satisfactorio, el concepto de ese director se mantiene o mejora.“La chispa de la vida” es una película de Alex de la Iglesia.
Una simple frase que dice mucho para aquel que conozca al director. Pues bueno. Si vais a ver esta película, olvidaos de todo eso. No os vais a encontrar nada parecido a “Balada triste de trompeta”, a “La comunidad” o “El día de la bestia”. Esta película es un drama actual en un escenario romano, literalmente.
Imagen de La chispa de la vida (La chispa de la vida)
Roberto (José Mota) es un publicista en paro, que con su maletín y sus currículums debajo del brazo se dedica a buscar trabajo. Él, que fue el creador del slogan de Coca Cola, “La chispa de la vida”, harto y aburrido de tener que suplicar por un puesto de empleo, decide darle una sorpresa a su mujer y regalarle para el aniversario una noche en el hotel en el que pasaron la Luna de Miel en Cartagena. Pero ya no es un hotel, si no un museo. Por infortunios del destino acabará postrado en el suelo de las obras, consciente, pero con una barra de metal en la cabeza.
Imagen de La chispa de la vida (La chispa de la vida)
La película que Alex de la Iglesia ha filmado no puede ser más idéntica a la realidad actual por la que pasa España. Un hombre cualquiera en paro que no encuentra trabajo. El drama se siente desde las primeras imágenes de la película. Y para representarlo José Mota, un actor de comedia, hasta ahora.
Si creíamos que Mota sólo era capaz de representar los especiales de Nochevieja, estábamos equivocados. Alex ha elegido un variopinto plantel de actores entre los que destaca José Mota, quien se pasa tres cuartos de la película tumbado sobre unas barras de metal y con una de ellas en la cabeza, lo que le imposibilita mirar hacia los lados, ver más allá de lo que tiene enfrente.
Una metáfora como muchas otras que aparecen a lo largo de la película y que el espectador sabe de inmediato lo que representan. Conocemos la pérdida de moral y de valores de algunos medios de comunicación o de algunas personas que trabajan en ellos. Sabemos cuál es el revuelo que se forma ante una desgracia y hemos aprendido convivir con gente que le pone precio a su vida e intimidades. Esa es una de las críticas que Alex de la Iglesia ha querido mostrar en su película.
Imagen de La chispa de la vida (La chispa de la vida)
Lo mediático que es todo ahora y cómo las personas se pegan ante la pantalla de televisión para ver desgracias. Pero no sólo José Mota sufre. Le acompaña su mujer (Salma Hayek), una mexicana que daría todo lo que pudiera por que su marido fuera feliz. Juan Luis Galiardo y Blanca Portillo, el alcalde de Cartagena y la directora del museo, respectivamente, dos personajes completamente distintos. Y a partir de aquí, amigos y compañeros del director: Carolina Bang, Santiago Segura, Manuel Tafallé, Antonio de la Torre…
El espectador asiduo a las películas de Alex de la Iglesia, busca a los característicos de siempre y cuando uno falta, le extraña. “La chispa de la vida” es una crítica al estado actual del país. No aporta nada nuevo a la carrera de Alex de la Iglesia, pero sí a la de su actor, José Mota. No es a lo que el director nos tiene acostumbrados, pero tampoco defrauda del todo, más que nada porque aunque le cuesta arrancar, tiene unos diez primeros minutos horrorosos, os recomiendo que aguantéis sentados, porque en cuanto coge carrerilla y ritmo, la cosa mejora. Alex de la Iglesia ha hecho siempre las películas que ha querido.
Con su temática y sus ideas personales. Puede gustar más o menos, pero nadie puede negarle que no sea original. Si no fuera por eso, nadie le conocería y tendría repercusión. “La chispa de la vida” no es original como sus antecesoras, pero seguramente nadie hubiera representando tan bien, aunque sea muy obvio, la oscura y triste realidad actual y encima aderezarla con notas del humor negro de Alex de la Iglesia, aquel que ha heredado de grandes directores como Antonio Mercero o Chicho Ibáñez Serrador.
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