La ley impide que el trabajo voluntario supla al retribuido
La solidaridad no es un parche para paliar los recortes de la Administración
La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, planteó abiertamente que algunos servicios municipales que permanecen cerrados porque no hay dinero para contratar personal podrían abrirse al público si los voluntarios los atendían. Ella lo llamó solución “imaginativa” y los voluntarios, “ocurrencia desafortunada”. No se trataba de hospitales, desde luego, sino de centros culturales, deportivos o bibliotecas. Pero ni por esas. Así que, la “serie infinita” de espacios públicos que la regidora quería hacer rentables con la colaboración desinteresada de todos quizá tendrá que recorrer el camino clásico: contratar trabajadores cualificados y pagarlos. O seguir cerrados.
El voluntariado, que existía disperso y desigual, se organizó en España con la democracia y una ley en 1996 lo definió y reguló convenientemente. En su artículo 3 se detalla que estas actividades no se realizarán nunca como relación laboral, funcionarial, mercantil ni cualquier otra retribuida; será siempre, dice, de carácter altruista y solidario y “en ningún caso sustituirá al trabajo retribuido”.
Los momentos críticos exigen, sin embargo, de la actitud más desinteresada de todos y en la Plataforma del Voluntariado de España lo saben, y han dado buena muestra de ello a diario en catástrofes como el terremoto de Lorca, por ejemplo. Pero siempre bajo la coordinación y al servicio de los profesionales. “El voluntariado no es mano de obra barata, ni gratis, solo complementa la tarea de los profesionales y jamás debe sustituir la función de un empleado remunerado”, dice el presidente de la Plataforma, Luciano Poyato.
El ejercicio del derecho a la participación voluntaria “es un compromiso para ayudar y transformar las injusticias o ciertas carencias en determinados sectores, pero esta propuesta [de Ana Botella] es un grave error, muy desacertado. La tarea altruista no es un parche con el que cubrir los problemas sociales que les corresponde asumir a las Administraciones públicas”, dice Poyato y así lo han criticado en una nota pública.
En el hipotético caso de que esos edificios construidos en Madrid, que ahora no son más que fantasmas a la espera de que alguien dé al botón de encendido, contaran con el trabajo de los voluntarios, la tarea solidaria cargaría con el estigma de impedir el acceso al empleo. Parados contra solidarios: curioso caso sería.
Los sindicatos están que trinan. “Confunden el Estado de derecho con el Estado asistencialista. Por esa senda acabaremos como en las películas americanas, que los incendios los apagan los voluntarios en lugar de los bomberos”, critica la secretaria para la Igualdad de UGT, Almudena Fontecha. “Un Estado democrático y de derechos no puede estar al arbitrio de la voluntad de otros ciudadanos. Esto ya parecía superado, creo yo”, añade la sindicalista.
Cuando un usuario se acerca a un servicio público, sea un polideportivo, una biblioteca o un hospital debe encontrar trabajadores cualificados, que ofrezcan calidad y responsabilidad. “Aun cuando un voluntario pudiera desempeñar su tarea con gran calidad e incluso estar capacitado para ella, no podría exigírsele la responsabilidad que pueda derivarse de su trabajo”, dice Pepe Gálvez, de la Federación de Servicios a la Ciudadanía de Comisiones Obreras. “Otra cosa es que se complemente ese trabajo de forma voluntaria, por supuesto, pero la responsabilidad es de la Administración y del trabajador. Solo con voluntarios no puede abrirse ningún centro municipal. Cualquier trabajo exige ciertos conocimientos”, añade Gálvez.
Cuando se jubiló, Emilio Polo comenzó sus tareas de voluntariado, primero para la infancia y ahora para la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados, que se abrevia como UPD. En esta organización se dedica a acompañar a personas mayores con dependencia que viven solas o que no tienen compañía de su misma edad. “Ellos no tienen con quien hablar y están deseando que les escuchen, contar lo de sus hijos, las cosas de sus nietos, charlar de fútbol, de política, de lo que sea; o jugar al mus, si se tercia. Tapamos ese hueco que no cubren los servicios sociales”.
¿Qué le parece a Emilio la idea de Ana Botella? No se lleva las manos a la cabeza porque con una, al menos, está sosteniendo el teléfono desde el que opina: “¡Qué locura! No puede haber dicho eso. No querrá decir eso. Pero si en España el voluntariado es por completo solidario. Cómo vamos a sustituir a los trabajadores. No puedo creerlo”.
España, es, en efecto, uno de los países donde el voluntariado se rige por unos criterios más puristas en cuanto al altruismo. En los países anglosajones, por ejemplo, pueden considerar voluntariado las clases que los estudiantes imparten a otros compañeros más jóvenes por un precio simbólico. En España no recibiría esa calificación, desde luego.
Florentina Llordén fue cajera en una cafetería, pero perdió la vista y ahora es voluntaria en la ONCE. Ella se encarga de atender el teléfono que pone en contacto a los ciegos y a los voluntarios que quieren echarles una mano. “Es gratificante para mí y también para ellos”, asegura. Llordén tiene ahora 65 años y lleva muchos de voluntaria.
Cree que si Ana Botella ha propuesto esta solución es por la situación desesperada de la crisis. “Si no hay para pagar a la gente que necesita trabajo... si hay que recurrir a lo que sea... También a los voluntarios nos podrían sustituir trabajadores y no habría voluntarios, y estarían empleados, ¿no?”.
El 80% de las pequeñas ONG se nutren prácticamente de voluntariado, incluso en sus cuadros directivos y es completamente altruista. Las personas que quieren colaborar en esta red reciben cursos específicos en función del desempeño encomendado y se dan charlas en los institutos para que el banquillo de solidarios no se agote. Y hay tarea para todos, porque son muchos los huecos, y más en tiempos de crisis, que deja la red pública de servicios sociales, aunque no es la única que absorbe la misión de los voluntarios.
También hay quien colabora en el sector del medio ambiente, el cultural, el deportivo. Se calcula que unos cuatro millones de personas prestan su tiempo libre para ayudar a los demás en España. Una legión de solidarios con mayoritaria presencia femenina y dos edades muy representadas, los jóvenes y, ahora, los mayores. “Si te jubilas y estás bien, pues te puedes ocupar en esto.
A todos nos viene bien”, dice Emilio Polo, que fue cámara de Televisión Española. Ahora tiene 71 años. “Yo escucho a los ancianos, pero no solo aprendo de ellos, también he encontrado un círculo de personas entre los voluntarios donde hay de todo, geriatras, profesores, reporteros como yo, o jubilados de un banco. También organizamos entre grupos visitas a un museo, por ejemplo, o salimos de paseo”, dice Emilio Polo. Entre los voluntarios se repite siempre una frase, esa de que reciben más de lo que dan.
Por eso les resulta chocante que ahora pudieran confundirles con trabajadores que sustituyen o impiden el desarrollo profesional de personas que están en paro, por ejemplo. “Por el contrario, la Plataforma del Voluntariado de España apuesta por impulsar el empleo a través de programas y proyectos de orientación o intermediación laboral que redunden en la empleabilidad de quienes están desempleados”, dice la nota que han emitido a raíz de las palabras de la alcaldesa madrileña. El presidente, Luciano Poyato, insiste en que no escatimarán esfuerzos en tiempos de crisis, sobre todo por el aumento de la pobreza.
Las entidades de cooperación social llevan unos años desbordadas por falta de medios. Ellos han recordado en numerosas ocasiones que no están para cubrir las tareas propias de los servicios sociales públicos, sino para complementarlas. Pero en situaciones de carencias que hay que resolver con urgencia, los servicios sociales, también por falta de medios, están derivando ciertos casos hacia las organizaciones solidarias. Nadie presume de ello. Ni a nadie se le había ocurrido pedirlo públicamente. Hasta ahora.
La alcaldesa de Madrid llegó el viernes a la página web Actuable, un sitio conocido por promover campañas de recogida de firmas a favor o en contra de determinadas causas. Ahí se ha pedido apoyo para que hubiera una casilla en la declaración de la renta para aportaciones a la ciencia, por ejemplo. El viernes la foto de la regidora madrileña iba acompañada del siguiente texto: “Dile a Ana Botella que sea una alcaldesa voluntaria”. Y miles de firmas ya habían secundado el mensaje.
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