A Pilar Mateo nunca le salen las cosas como espera. Creó una pintura insecticida que esperaba poder comercializar. No lo consiguió, pero a cambio ha salvado miles de vidas
La semana pasada la fundación Ashoka eligio a cuatro emprendedores sociales. Cuatro personas que con su trabajo ayudan a crear un mundo más justo. Ellos han sido los últimos en sumarse a una red de casi 3000 personas y asociaciones en todo el mundo.En Punto de Fuga hemos hablado con estos cuatro héroes anónimos. Cada uno de ellos tiene una historia de superación y esperanza. Esta es la de Pilar A Pilar Mateo las cosas no le han salido como planeaba. Estudió química para dirigir la fábrica de pinturas y barnices de su padre. No lo consiguió. Reorientó entonces su carrera hacia el mundo de la ciencia, pero aun siendo científica no se alejó mucho de lo que hacía su padre. Pilar Mateo creó una "pintura insecticida".
Así es como lo denomina ella para simplificar. En realidad, se trata de una complicada tecnología de micro encapsulación de bio polímeros, un sistema que permite que se liberen poco a poco los componentes que ahuyentan a los insectos, prolongándose así su efecto durante años. La idea de Pilar era comercializarlo como repelente de mosquitos, cucarachas y otros insectos urbanos. Una vez más no lo consiguió.
Pilar no había oído hablar de la plaga silenciosa, del vampiro de los pobres. Esta científica no conocía el mal de chagas, la tripanotomásis américana. Tiene muchos nombres pero el resultado siempre es el mismo y puede acabar con la muerte de quien la sufre. Mientras Pilar intentaba sin éxito comercializar su pintura insecticida en España, a un océano de distancia, en Sudamérica, la población indígena se veía azotada por el mal de chagas. La pintura patentada por Pilar resultó ser la solución.
Esta enfermedad de mil nombres se transmite a través de una chinche con otros tantos apelativos. Uno según la región donde se de. Y se da en muchas. Desde Argentina hasta Bolivia. Este insecto se aloja en las paredes de paja o adobo de las casas. Se localiza por tanto en las zonas más rurales de la Sudamérica profunda.
Pica a los hombres por las noches, y mientras chupa su sangre defeca, dejando unas heces muchas veces infectadas por el protozó Trypanosoma cruzi. Es este el causante del mal de chagas, que infecta y ataca los órganos internos, especialmente al corazón. Afecta cada año a entre 18 y 25 millones de personas.
Pilar no ha inventado una cura, pero ha salvado miles de vidas. Hace ocho años se fue a Bolivia, para conocer de primera mano el mal de chagas y ver si su nuevo invento sería capaz de evitar más contagios. En principio se iba para estar allí un mes, pero como hemos dicho antes, a esta valenciana las cosas no le salen como planea.
Se quedó allí un año. "Cambié mi vida" recuerda ahora emocionada. "Llegué allí con la soberbia que nos caracteriza, pensando que en un mes podría solucionar aquello". Desde entonces ha dado "brochazos de ilusión" en más de 8.000 casas. "Y en ninguna de estas", reconoce orgullosa, "se ha dado un caso de chagas." Pilar no es solo quien ha inventado esta tecnología, es quien la aplica, con la ayuda de la población local.
Pilar habla deprisa, pero sabe lo que dice. Puede que sus prisas se deban a que en un par de horas tiene que ir al aeropuerto. Vuelve a Bolivia. No solo tiene que pintar casas, también va a participar en una emisora de radio local. También va a jugar al fútbol con un equipo de mujeres indígenas. "Cuando vas allí te das cuenta de que chagas no es el único mal que les afecta. Hay muchas enfermedades que aquí hemos superado hace años. Y hay mil cosas por hacer". Pilar ya no se considera una científica sino una observadora de la realidad."Observo y actúo. Tenemos mucho que aportar, no solo en el campo médico y científico."
Cuenta su experiencia con la seguridad de quien ha relatado su historia una infinidad de veces. De quien la ha leído reflejada en un libro. Pero lo hace con la franqueza y la naturalidad de quien cree en lo que hace.
En un giro inesperado -uno más- a su historia, una empresa alemana se ha interesado ahora por la tecnología de Pilar Mateo. Para aplicarla en el primer mundo, como repelente de mosquitos y cucarachas. Parece que finalmente a Pilar las cosas le salen como planeaba. Pero a estas alturas no es eso lo que le preocupa, el destino la ha querido llevar por otros derroteros. Ella lo agradece, y miles de personas en toda Sudamérica también.
Así es como lo denomina ella para simplificar. En realidad, se trata de una complicada tecnología de micro encapsulación de bio polímeros, un sistema que permite que se liberen poco a poco los componentes que ahuyentan a los insectos, prolongándose así su efecto durante años. La idea de Pilar era comercializarlo como repelente de mosquitos, cucarachas y otros insectos urbanos. Una vez más no lo consiguió.
Pilar no había oído hablar de la plaga silenciosa, del vampiro de los pobres. Esta científica no conocía el mal de chagas, la tripanotomásis américana. Tiene muchos nombres pero el resultado siempre es el mismo y puede acabar con la muerte de quien la sufre. Mientras Pilar intentaba sin éxito comercializar su pintura insecticida en España, a un océano de distancia, en Sudamérica, la población indígena se veía azotada por el mal de chagas. La pintura patentada por Pilar resultó ser la solución.
¿Qué es el mal de chagas?
Esta enfermedad de mil nombres se transmite a través de una chinche con otros tantos apelativos. Uno según la región donde se de. Y se da en muchas. Desde Argentina hasta Bolivia. Este insecto se aloja en las paredes de paja o adobo de las casas. Se localiza por tanto en las zonas más rurales de la Sudamérica profunda.
Pica a los hombres por las noches, y mientras chupa su sangre defeca, dejando unas heces muchas veces infectadas por el protozó Trypanosoma cruzi. Es este el causante del mal de chagas, que infecta y ataca los órganos internos, especialmente al corazón. Afecta cada año a entre 18 y 25 millones de personas.
Pilar no ha inventado una cura, pero ha salvado miles de vidas. Hace ocho años se fue a Bolivia, para conocer de primera mano el mal de chagas y ver si su nuevo invento sería capaz de evitar más contagios. En principio se iba para estar allí un mes, pero como hemos dicho antes, a esta valenciana las cosas no le salen como planea.
Se quedó allí un año. "Cambié mi vida" recuerda ahora emocionada. "Llegué allí con la soberbia que nos caracteriza, pensando que en un mes podría solucionar aquello". Desde entonces ha dado "brochazos de ilusión" en más de 8.000 casas. "Y en ninguna de estas", reconoce orgullosa, "se ha dado un caso de chagas." Pilar no es solo quien ha inventado esta tecnología, es quien la aplica, con la ayuda de la población local.
Pilar habla deprisa, pero sabe lo que dice. Puede que sus prisas se deban a que en un par de horas tiene que ir al aeropuerto. Vuelve a Bolivia. No solo tiene que pintar casas, también va a participar en una emisora de radio local. También va a jugar al fútbol con un equipo de mujeres indígenas. "Cuando vas allí te das cuenta de que chagas no es el único mal que les afecta. Hay muchas enfermedades que aquí hemos superado hace años. Y hay mil cosas por hacer". Pilar ya no se considera una científica sino una observadora de la realidad."Observo y actúo. Tenemos mucho que aportar, no solo en el campo médico y científico."
Cuenta su experiencia con la seguridad de quien ha relatado su historia una infinidad de veces. De quien la ha leído reflejada en un libro. Pero lo hace con la franqueza y la naturalidad de quien cree en lo que hace.
En un giro inesperado -uno más- a su historia, una empresa alemana se ha interesado ahora por la tecnología de Pilar Mateo. Para aplicarla en el primer mundo, como repelente de mosquitos y cucarachas. Parece que finalmente a Pilar las cosas le salen como planeaba. Pero a estas alturas no es eso lo que le preocupa, el destino la ha querido llevar por otros derroteros. Ella lo agradece, y miles de personas en toda Sudamérica también.
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