domingo, 4 de diciembre de 2011

"Cada vez que quedo contigo, termino hundido"

LOS 'VAMPIROS EMOCIONALES' SE ALIMENTAN DE LA ENERGÍA VITAL DE SUS ALLEGADOS

 

 "Cada vez que quedo contigo, termino hundido" 

Estas personas sintetizan distintos problemas de personalidad.

 

Marcos, informático de 27 años, se refiere en estos términos a su amigo Juan, diseñador gráfico de 29 años. Se conocen desde la infancia, pero en los últimos tiempos su convivencia se ha hecho cada vez más complicada. "Un buen día, descubrí lo que era un vampiro emocional. Y me di cuenta de que encajaba perfectamente con lo que me ocurría cada vez que veía a Juan", prosigue Marcos, "en cada encuentro, conseguía irritarme cada vez más, hasta que me desmoralizaba del todo. 

Si contaba algo a mis amigos, Juan siempre lo había hecho antes y mejor. Y si no, cambiaba de tema rápidamente para que los demás dejasen de prestarme atención. Si me ponía a hablar con alguien en una fiesta, Juan estaba allí en cuestión de segundos. Y si proponía un plan, Juan siempre tenía uno mejor y mucho más divertido".

Uno de los primeros síntomas experimentados, apunta Marcos, es un cansancio generalizado acompañado por la sensación de que todo va mal. Lo más traumático fue darse cuenta de que la energía de su amigo aumentaba en la misma medida en la que la suya disminuía. 

Se trata de un nuevo tipo de vampiros, que en lugar de alimentarse de sangre, lo hacen de energía vital, es decir, del ánimo para actuar y de la vitalidad de la que dispone cada persona. Por lo general, lo que caracteriza este proceso de destrucción de la persona es su presentación en pequeñas dosis: un comentario hiriente por aquí, un desprecio por allá, granos de arena que con el paso de los meses terminan convirtiéndose en una montaña difícil de escalar para el que se siente agredido.


Hay más chupasangres cerca de lo que sospechamos


Todo parte del libro Vampiros emocionales. Cómo reconocer y tratar con esas personas que manipulan nuestros sentimientos del doctor Albert J. Bernstein, editado en nuestro país por Edaf. El éxito que ha conocido dicha obra desde su publicación en Estados Unidos en 2000 se debe a que hay muchos más vampiros a nuestro alrededor de lo que podríamos sospechar. 

En realidad, explica Bernstein, "no hay nada de sobrenatural en ellos. Son simplemente personas que poseen características que los psicólogos llaman desórdenes de personalidad". Así pues, el chupasangre psíquico no responde tanto a un perfil psicológico concreto, sino que sintetiza distintos problemas de personalidad que comparten una misma constante: el perjuicio causado a los demás es directamente proporcional al beneficio que uno consigue.

Infravaloran lo que los demás hacen, que siempre es menos interesante que su experiencia
"Hasta que no hablamos, no me di cuenta de que le molestaba mi actuación", señala Juan, quien no niega la sorpresa y el malestar que le causaron las acusaciones de su amigo. A Marcos le enerva que ni siquiera su amigo sea consciente de su actuación: "cuando se lo he planteado, le ha parecido lo más natural. ¡Incluso me ha culpado a mí de querer controlarle, lo cual me hace sentir aún peor!". 

Una de las características de este tipo de persona es que se consideran completamente inocentes, apunta Bernstein, puesto que el proceso de vampirización no es planificado y previsto, sino paulatino e inconsciente, por lo que siempre pueden ocultarse tras el paraguas de la falta de voluntariedad para defender su comportamiento. 

Uno  de los principales problemas de estos vampiros narcisistas es que tienden a infravalorar lo que los demás hacen, pues siempre es mucho menos interesante que su experiencia. Y en el caso de que no sea así, estos narcisos modernos no tienen reparos en embellecer sus historias hasta el punto de crear realidades alternativas en las que habitan sin contradicción. Además de este grupo, Bernstein identifica otros cuatro: el antisocial, el histriónico, el obsesivo-compulsivo y el paranoico. El antisocial sería aquel que "es ajeno a las reglas sociales. No es que no le gusten las fiestas: les encantan.

Lo único que buscan en la vida es una satisfacción inmediata de todos sus deseos". El histriónico sería semejante al narcisista, pero mucho más teatral: es todo fachada. El obsesivo-compulsivo exige a los demás compartir su pretendida perfección, por lo que resultan histéricamente controladores, y los paranoicos "siempre están atentos a indicios de desviación y persecución, y por lo general los encuentran".

Varios obras han sido editadas a raíz del éxito del libro de Bernstein. Por ejemplo, la doctora Judith Orloff publicó recientemente Emotional Freedom: The Secret to Serenity, que propone un acercamiento más positivo ante las personas que nos rodean y poco a poco, horadan nuestra confianza. "Para tratar con ellos, hace falta ser metódico, asevera Orloff, "pues no pueden herirte ni alterar tu paz mental si no estás disponible para ellos". 

La autora traza una serie de consejos a seguir por aquellos que quieran librarse de su conde Drácula particular. Por ejemplo, llevar a cabo una comunicación neutra, clara y firme, que establezca una distancia emocional; calmarse y respirar hondo ante sus ataques, para restar importancia a los mismos; y fijarse en los síntomas negativos que uno sienta, con el objetivo de identificarlos y eliminarlos a tiempo. Al mismo tiempo, apunta Orloff, debemos evitar entrar en continua disputa con la otra persona, dejar que las emociones dirijan nuestras acciones e incluso no comer en exceso para intentar calmar la ansiedad que nos crean estos vampiros modernos.

No tienen reparos en embellecer sus historias hasta crear realidad alternativas

Ante ellos no hay crucifijos que valgan, son inmunes a la luz del sol y una estaca en su corazón no acaba con su actitud. Rachel G. Baldino, autora de Loving Simply: Eliminating Drama from Your Intimate Relationships, ha profundizado en lo planteado por Orloff e identificado siete consejos de vital importancia a la hora de enfrentarnos a tales figuras.

En primer lugar, no cargar con el peso de su comportamiento, ya que “eso es responsabilidad suya”. Igualmente, "evitar que sus absorbentes historias nos arrastren con ellas, limitar nuestro contacto con ellos y mantener la compostura cuando nos los encontremos". Coincide con Orloff en evitar todo tipo de emoción en nuestras conversaciones. Todo ello provocará que tarde o temprano el vampiro cambie de objetivo, en vista de que tu cuello es demasiado duro para sus colmillos.


Hay que fijar una prudente distancia


El último consejo planteado es evitarlos en la medida de lo posible, ¿pero qué ocurre cuando hemos de encontrarnos con ellos a diario, en nuestro entorno laboral, o incluso cuando se trata de uno de nuestros amigos? No sólo debe el vampirizado establecer unas medidas de seguridad que le separen de su agresor, sino que un gran paso para solucionar estos problemas es que éste sea consciente de su actitud.

Si te has sentido identificado con algunas de las características que definen a este tipo de monstruos sin capa ni colmillos, puede ser buen momento de que plantees a tus allegados si tienen algún problema contigo, ya que quizá, aun de forma completamente involuntaria, poco a poco estés acabando con su paciencia, algo que perjudicará tu propias relaciones y reputación social.

"Entre usted libremente, por su propia voluntad y deje a un lado parte de la felicidad que trae". Estas eran las palabras con las que Drácula daba la bienvenida a los visitantes de su castillo en la inmortal obra de Bram Stoker. Según la mitología vampírica, para que un no muerto entre en tu casa, su huésped tiene que invitarle a la misma: tal prerrogativa da nombre a la novela de terror Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist. Trazando un paralelismo con los vampiros psíquicos, si estos se aprovechan de alguien, es porque dicha persona es lo suficientemente abierta como para que el otro se aproveche de dicha situación. 

Quizá haya que hacer lo mismo que Marcos; si bien no cortó toda relación amistosa con Juan, consiguió establecer la distancia adecuada entre ambos, e hizo entender a su compañero qué le molestaba de su comportamiento. Pues aunque intentar cambiar a un vampiro psíquico es tarea harto complicada, por no decir imposible, siempre podemos llevar un crucifijo anudado al cuello (en forma de serenidad, confianza y optimismo) cuando nos los encontremos. Por lo que pueda ocurrir.

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