Los aficionados a la astronomía tienen este sábado dos espectáculos celestes: la luna más grande del año y los meteoros Eta-Acuáridas dejados por el cometa Halley
Esta noche hay sesión doble. Los aficionados a observar el cielo pueden elegir entre recrearse con la visión de la superluna, la Luna más grande de todo el año, o esperar a pedir un deseo ante el paso de la lluvia de estrellas más importante de la primavera, las Eta-Acuáridas, procedentes del cometa Halley.
Aquellos que no puedan o no quieran salir de su ciudad, donde contemplar el cielo es más complicado, tienen la opción de mirar la superluna, la luna más grande del año, aunque es necesario hacer una advertencia: a ojos vista resultará prácticamente imposible distinguirla de una luna llena cualquiera, así que no se deje influenciar por la magia del momento a no ser que le guste fantasear.
El fenómeno, que se produce cuando la Luna y la Tierra alcanzan su perigeo, la distancia mínima entre los dos cuerpos, es un tanto sutil; un observador sin ninguna equipación será incapaz de diferenciar su tamaño.
A través de un telescopio, sin embargo, «sí que podríamos apreciar una
leve variación de tamaño con respecto a otras lunas llenas», afirman
desde la Red Española para la Divulgación de la Astronomía (REDA).
Cuestión del tamaño a parte, nuestro satélite natural se situará a 355.126 kilómetros de la Tierra,
la menor distancia de todo 2012. Esto ocurre porque la órbita de la
Luna alrededor de la Tierra no describe una circunferencia, sin una
elipse, por lo que la distancia entre los dos cuerpos no es constante.
60 meteoros por hora
Si se quiere algo más animado, la mejor opción es buscar en el cielo la lluvia de estrellas de las Eta-Acuáridas, procedentes del cometa Halley. Sin ser tan espectacular como las Perseidas (alcanzan 60 meteoros por hora en el hemisferio sur, menos en el norte, según la latitud), esta
tormenta de meteoros puede ser muy hermosa, ya que parece salir de un
punto, el radiante, que coincide con Eta, la estrella que les da su
nombre, en la constelación de Acuario. Además, los fogonazos son muy
rápidos; a velocidades de 66 km por segundo dejan residuos brillantes y persistentes.
El espectáculo se produce cuando la Tierra atraviesa una zona por la que antes ha pasado el cometa Halley,
que en su ruta alrededor del Sol -viaje que completa cada 75 años-
pierde pequeñas partículas metálicas que entran en ignición al traspasar
la atmósfera terrestre. Aunque el Halley no volverá a la Tierra hasta
2061 -seguro que los amantes del apocalipsis encuentran entonces un buen
motivo para inventarse otro fin del mundo-, es posible ver los restos
de su cola.
La mejor hora para observar el fenómeno será entre las cinco y las seis de la mañana, una hora antes de la salida del Sol, aunque la superluna
podrá dificultar algo su visión. Como en la gran mayoría de las
observaciones astronómicas, lo más favorable es salir de la ciudad y de
las zonas con contaminación lumínica, buscar un área oscura sin
obstáculos visuales que impidan ver el cielo, tumbarse mirando las
estrellas y esperar a que una luz fugaz se desprenda del cielo. Todo
eso, si los nubarrones no estropean el plan.
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