Los sondeos apuntan subidas de la izquierda radical y la extrema derecha
La perturbadora imagen de cientos de jubilados y parados haciendo
cola ante el centro municipal de la calle Sófocles para recibir comida
resume mejor que todas las encuestas qué se juega Grecia hoy en las
urnas -que han abierto a las ocho de la mañana-, además de la
descomposición del país, porque hablar de crisis se queda ya corto.
Panagiota, cocinera de 58 años sin trabajo, vende entre sus compañeros de fila paquetes de tabaco que saca a hurtadillas de una bolsa, mientras blande el carné del desempleo a cambio de un bocadillo y una pieza de fruta. Es mediodía en Atenistán, la parte más degradada de toda una capital comunitaria; la hora de los griegos. A las tres y a las cinco de la tarde habrá nuevos repartos de comida, solo para extranjeros.
Panagiota no va a votar: “No espero nada de nadie, no tengo ninguna confianza, solo dicen mentiras”, aunque sonríe cuando se mencionan las posibilidades de Syriza (Coalición de Izquierda Radical), tercera fuerza en las proyecciones de voto, con el 13%. A su lado, un nostálgico Apóstolos suspira por una Grecia solo para griegos; ortodoxa y blanca, “sin albaneses ni chinos”.
El centro municipal alimenta en cada tanda a un número indeterminado de personas, “entre 200 y 400”, apunta uno de los repartidores. Como este, hay decenas de comedores sociales en la ciudad, sin contar iniciativas individuales o vecinales de ayuda.
Pensionistas y parados que rayan en la indigencia; edificios apuntalados a la espera de oportunas recalificaciones; redadas de yonquis, camellos y prostitutas. Buena parte de Atenas es hoy territorio lumpen, pese a un despliegue policial casi ubicuo, mañana y noche. “Es por las elecciones, la semana que viene todo volverá a estar como siempre.
Es una zona fuera de control”, reconocía el viernes en su despacho Pantelis Kapsis, portavoz del Gobierno. La zona es también un vivero de votos para las propuestas políticas más extremas: para los nacionalistas de Griegos Independientes (ANEL, la opción de Apóstolos) o para los hooligans de Aurora Dorada, un partido filonazi tan desideologizado como violento que defiende la pureza racial.
Griegos Independientes acaricia el 11% de los votos; Aurora Dorada podrá entrar en el Parlamento si llega al 5% que le dan algunos sondeos (solo logran representación quienes franqueen el umbral del 3%). En algunas circunscripciones incluso, como el distrito II de Atenas —el mayor del país—, los gobernantes Nueva Democracia (ND) y Pasok pueden hundirse hasta la quinta posición (en el resto del país ocupan las dos primeras), pues se prevé una aplastante victoria de Syriza, los comunistas prosoviéticos del KKE y ANEL.
Seguridad e inmigración juntas forman un sonsonete electoral muy pegadizo en tiempos de crisis. En Grecia se ha oído por doquier durante la campaña, a veces hasta extremos orwellianos, y no solo en boca de los partidos pequeños, sino también del Gobierno.
Semanas antes de que se disolviera el Parlamento, el 11 de abril, y ante los primeros indicios de que xenófobos y nacionalistas subían en las preferencias de voto, el Ministerio de Protección Ciudadana emprendió una operación de limpieza del centro de Atenas, con redadas masivas a plena luz del día de indocumentados: alrededor de 2.000 sin papeles habían sido detenidos a finales de marzo.
A la ofensiva policial siguió, la semana pasada, una campaña de control sanitario en pisos de inmigrantes, también en el centro de la ciudad; y finalmente, entre el martes y el viernes pasados, en un episodio derivado, la detención de 22 prostitutas portadoras del virus del sida. La publicación de sus identidades y fotografías ha provocado una polémica sin parangón por las protestas de activistas de derechos humanos.
Claro que, mientras se hablaba de inmigrantes y prostitutas, no se hablaba de economía: habría sido una soga al cuello para el socialista Pasok y la conservadora Nueva Democracia (ND), a los que los griegos hacen responsables del deterioro de sus condiciones de vida (han perdido entre el 40% y el 50% de su poder adquisitivo desde el inicio de la crisis, en 2010) y que solo han balbuceado generalidades: por ejemplo, como hizo el jueves el líder socialista, Evánguelos Venizelos, al agitar el fantasma de la salida del euro en contra del “partido de la dracma”, es decir, los partidos contrarios a los rescates y anti-Europa.
Estos han azuzado a los dos grandes partidos con datos económicos y cazado muchos votos con la propuesta de revocar o, como mínimo, renegociar el memorándum suscrito por Atenas con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).
Así que, aunque las encuestas pronostican una victoria por la mínima de ND y Pasok —en conjunto, no parece que vayan a llegar ni siquiera al 40% de los votos, aunque el partido ganador recibe un bonus de 50 escaños—, las urnas pueden convertirse en una caja de Pandora de la que salgan hooligans, populistas, partidarios de la dracma, antieuropeos y exaltados de toda laya. Tras cuatro años de recesión, lo que le faltaba a Grecia: la formación de Gobierno en el aire.
“Los griegos quieren más Europa, pero no lo reconocen. Y necesitan más Europa para salir de la crisis”. En una terraza de Kolonaki, un barrio bien de Atenas lleno de gente guapa y tiendas chic, Zanasis Jimonás, candidato socialista al Parlamento y vecino del lugar, explica los motivos que le llevan a presentarse precisamente ahora, cuando el descrédito circunda a toda la clase política y al Pasok le esperan las urnas como el matadero a las ovejas.
“Me presenté en las municipales hace dos años en un pequeño grupo y ahora he dado el paso porque es necesario. No estoy ni entusiasmado por la política ni soy muy optimista ante lo que pueda pasar, pero es necesario: esta es una crisis mundial, el Pasok cometió errores al principio, al minusvalorar el impacto de la crisis, pero alguien tenía que hacerlo. Ya sabemos que los Gobiernos que toman medidas duras pierden las elecciones”, explica.
Jimonás, de 41 años, ha estudiado Periodismo y Cine en Estrasburgo y Londres; es escritor y articulista. A diferencia de sus pares, ha desarrollado toda su campaña a través de una red social, una experiencia “muy satisfactoria”. Jimonás es un ejemplo de una generación incipiente de políticos, savia nueva en un sistema “que no se ha regenerado aún lo suficiente; hacen falta más recambios”.
Si los nacionalismos se curan viajando, como decía el clásico, al cosmopolita candidato del Pasok el auge de la extrema derecha, mitad populista, mitad nacionalista, le inquieta: “La democracia tiene unos límites, y entre ellos está no permitir que partidos como Aurora Dorada formen parte del sistema. Son neonazis, hooligans y violentos. Por el bien de todos, espero que no entren en el Parlamento”.
Su apuesta es que de las urnas salga “un Gobierno de colaboración Nueva Democracia-Pasok”. Como los votantes del idílico barrio de Kolonaki, tan al margen de la crisis y la degradación del resto de Atenas: mitad y mitad.
Panagiota, cocinera de 58 años sin trabajo, vende entre sus compañeros de fila paquetes de tabaco que saca a hurtadillas de una bolsa, mientras blande el carné del desempleo a cambio de un bocadillo y una pieza de fruta. Es mediodía en Atenistán, la parte más degradada de toda una capital comunitaria; la hora de los griegos. A las tres y a las cinco de la tarde habrá nuevos repartos de comida, solo para extranjeros.
Panagiota no va a votar: “No espero nada de nadie, no tengo ninguna confianza, solo dicen mentiras”, aunque sonríe cuando se mencionan las posibilidades de Syriza (Coalición de Izquierda Radical), tercera fuerza en las proyecciones de voto, con el 13%. A su lado, un nostálgico Apóstolos suspira por una Grecia solo para griegos; ortodoxa y blanca, “sin albaneses ni chinos”.
El centro municipal alimenta en cada tanda a un número indeterminado de personas, “entre 200 y 400”, apunta uno de los repartidores. Como este, hay decenas de comedores sociales en la ciudad, sin contar iniciativas individuales o vecinales de ayuda.
Pensionistas y parados que rayan en la indigencia; edificios apuntalados a la espera de oportunas recalificaciones; redadas de yonquis, camellos y prostitutas. Buena parte de Atenas es hoy territorio lumpen, pese a un despliegue policial casi ubicuo, mañana y noche. “Es por las elecciones, la semana que viene todo volverá a estar como siempre.
Es una zona fuera de control”, reconocía el viernes en su despacho Pantelis Kapsis, portavoz del Gobierno. La zona es también un vivero de votos para las propuestas políticas más extremas: para los nacionalistas de Griegos Independientes (ANEL, la opción de Apóstolos) o para los hooligans de Aurora Dorada, un partido filonazi tan desideologizado como violento que defiende la pureza racial.
Griegos Independientes acaricia el 11% de los votos; Aurora Dorada podrá entrar en el Parlamento si llega al 5% que le dan algunos sondeos (solo logran representación quienes franqueen el umbral del 3%). En algunas circunscripciones incluso, como el distrito II de Atenas —el mayor del país—, los gobernantes Nueva Democracia (ND) y Pasok pueden hundirse hasta la quinta posición (en el resto del país ocupan las dos primeras), pues se prevé una aplastante victoria de Syriza, los comunistas prosoviéticos del KKE y ANEL.
Seguridad e inmigración juntas forman un sonsonete electoral muy pegadizo en tiempos de crisis. En Grecia se ha oído por doquier durante la campaña, a veces hasta extremos orwellianos, y no solo en boca de los partidos pequeños, sino también del Gobierno.
Semanas antes de que se disolviera el Parlamento, el 11 de abril, y ante los primeros indicios de que xenófobos y nacionalistas subían en las preferencias de voto, el Ministerio de Protección Ciudadana emprendió una operación de limpieza del centro de Atenas, con redadas masivas a plena luz del día de indocumentados: alrededor de 2.000 sin papeles habían sido detenidos a finales de marzo.
A la ofensiva policial siguió, la semana pasada, una campaña de control sanitario en pisos de inmigrantes, también en el centro de la ciudad; y finalmente, entre el martes y el viernes pasados, en un episodio derivado, la detención de 22 prostitutas portadoras del virus del sida. La publicación de sus identidades y fotografías ha provocado una polémica sin parangón por las protestas de activistas de derechos humanos.
Claro que, mientras se hablaba de inmigrantes y prostitutas, no se hablaba de economía: habría sido una soga al cuello para el socialista Pasok y la conservadora Nueva Democracia (ND), a los que los griegos hacen responsables del deterioro de sus condiciones de vida (han perdido entre el 40% y el 50% de su poder adquisitivo desde el inicio de la crisis, en 2010) y que solo han balbuceado generalidades: por ejemplo, como hizo el jueves el líder socialista, Evánguelos Venizelos, al agitar el fantasma de la salida del euro en contra del “partido de la dracma”, es decir, los partidos contrarios a los rescates y anti-Europa.
Estos han azuzado a los dos grandes partidos con datos económicos y cazado muchos votos con la propuesta de revocar o, como mínimo, renegociar el memorándum suscrito por Atenas con la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).
Así que, aunque las encuestas pronostican una victoria por la mínima de ND y Pasok —en conjunto, no parece que vayan a llegar ni siquiera al 40% de los votos, aunque el partido ganador recibe un bonus de 50 escaños—, las urnas pueden convertirse en una caja de Pandora de la que salgan hooligans, populistas, partidarios de la dracma, antieuropeos y exaltados de toda laya. Tras cuatro años de recesión, lo que le faltaba a Grecia: la formación de Gobierno en el aire.
En busca de nuevos políticos
“Los griegos quieren más Europa, pero no lo reconocen. Y necesitan más Europa para salir de la crisis”. En una terraza de Kolonaki, un barrio bien de Atenas lleno de gente guapa y tiendas chic, Zanasis Jimonás, candidato socialista al Parlamento y vecino del lugar, explica los motivos que le llevan a presentarse precisamente ahora, cuando el descrédito circunda a toda la clase política y al Pasok le esperan las urnas como el matadero a las ovejas.
“Me presenté en las municipales hace dos años en un pequeño grupo y ahora he dado el paso porque es necesario. No estoy ni entusiasmado por la política ni soy muy optimista ante lo que pueda pasar, pero es necesario: esta es una crisis mundial, el Pasok cometió errores al principio, al minusvalorar el impacto de la crisis, pero alguien tenía que hacerlo. Ya sabemos que los Gobiernos que toman medidas duras pierden las elecciones”, explica.
Jimonás, de 41 años, ha estudiado Periodismo y Cine en Estrasburgo y Londres; es escritor y articulista. A diferencia de sus pares, ha desarrollado toda su campaña a través de una red social, una experiencia “muy satisfactoria”. Jimonás es un ejemplo de una generación incipiente de políticos, savia nueva en un sistema “que no se ha regenerado aún lo suficiente; hacen falta más recambios”.
Si los nacionalismos se curan viajando, como decía el clásico, al cosmopolita candidato del Pasok el auge de la extrema derecha, mitad populista, mitad nacionalista, le inquieta: “La democracia tiene unos límites, y entre ellos está no permitir que partidos como Aurora Dorada formen parte del sistema. Son neonazis, hooligans y violentos. Por el bien de todos, espero que no entren en el Parlamento”.
Su apuesta es que de las urnas salga “un Gobierno de colaboración Nueva Democracia-Pasok”. Como los votantes del idílico barrio de Kolonaki, tan al margen de la crisis y la degradación del resto de Atenas: mitad y mitad.
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