Rodrigo García (‘Nueve vidas’) cumple el deseo de su amiga Glenn Close y dirige un film soñado por la actriz desde hace años, inspirado en una historia de George Moore sobre una mujer que simuló ser hombre para sobrevivir.
“La idea de encerrarse en un armario es actual. Es común que la gente oculte cosas para caer mejor.”
¿Cómo llegó a Albert Nobbs?
Glenn, superactriz y amiga, me pidió que la hiciera, y sabía que era un proyecto importantísimo para ella. Aunque me halagó que me la ofreciera, no iba a hacerla si no me gustaba el guión. Pero conecté. Su historia era sencilla pero planteaba un problema fuerte: el de una muchacha que se había borrado por completo, que nunca había crecido. Albert Nobbs no llegó a ser mujer. Pasó de niña a muchacho y, después, a señor. Era un personaje curioso que, además de tremendo y complicado, tenía algo de Chaplin que me gustaba.
¿Qué le sedujo más?
Que Nobbs estuviera atrapada en un armario que construyó por las circunstancias, pero no en un armario gay. Nobbs no es lesbiana, como sí lo son otros personajes de la película. Ella no tiene una identidad sexual, no entiende qué es el lesbianismo.
Y esa idea de encerrarse en un armario es muy actual. Incluso hoy día, en sociedades como la nuestra, es común ver cómo la gente oculta aspectos de sí mismos para caer mejor, a veces de forma inconsciente. Cuántas veces hemos oído hablar de alguien que se casa con la pareja equivocada, aun sabiendo que no quiere estar con ella, porque le dicen que es estupenda.
¿Cómo trabajó con Glenn Close en el personaje?
Cuando, hace seis años, llegué al proyecto, ya estaba avanzado. Teníamos la historia de George Moore, una versión teatral previa en la que Glenn había trabajado y un guión. El resto se construyó con pruebas de cámara, vestuario, maquillaje… Nos imaginamos siempre a Nobbs como alguien casi chaplinesco, un poco invisible, extraño, gracioso y torpe por naïf.
¿Fue difícil la caracterización de Close?
Fue el reto más difícil: aunque Glenn lleva una nariz y unas orejas protéticas y la peluca cambia la línea de su pelo, no queríamos que Nobbs fuera una especie de criatura física. Glenn y yo nos debatíamos sobre cuánto expresar, porque el mayordomo es como una máscara; dentro de ella hay un señor que en realidad no es un señor; y dentro de ese señor hay una señora que nunca creció porque es una niña que ya no existe.
¿Hay alguna historia de mujeres que aún no haya contado?
Muchísimas. Ahora voy a hacer una batería de series para Internet de 12 capítulos, cada uno de siete minutos, y varias son sobre mujeres. Sigo explorando.
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