El caso de Stoudemire es el último de una lista de la que no se libran Santiago Cañizares y Carlos Busquets
La
fuerza bruta no asegura una victoria cuando uno vuelca su ira sobre un
objeto. Tampoco parecen tener ventaja los deportistas, que buscan
cualquier manera para descargar adrenalina tras una derrota o una mala
noche. Puede dar fe de ello Amare Stoudemire,
jugador de los New York Knicks, la última estrella en caer.
El jugador
de los Knicks pagó su enfado tras la derrota contra los Heat en los
playoffs de la NBA con un extintor. El objeto salió indemne ya que el
puñetazo de Stoudemire golpeó en el cristal que lo protegía. Como
resultado sufrió un corte en la mano y, tras ser operado, se perderá los
próximos dos partidos de su equipo.
Un relato tan increíble como la lesión por la que Santiago Cañizares
se perdió el Mundial de Corea y Japón. «Salí de la ducha, cogí un bote
de colonia y me iba a perfumar. Se me cayó y puse el pie debajo para que
no golpeara el suelo, con tan mala suerte de que fue directo al
tendón», explicó el propio guardameta tras un accidente que aceleró la
titularidad de Casillas en la selección.
La
diferencia entre ambos casos es que la de Cañizares no fue fruto de un
enfado por un mal resultado. La de Stoudemire, sin embargo, se puede
catalogar como una pelea en toda regla. Deportistas contra objetos. Mal asunto si el contrincante es metálico o de cristal.
Un reportaje del New York Times
repasa la larga lista de perdedores. A la cabeza Kevin Brown, pitcher
de los New York Yankees, que se rompió la mano izquierda tras dar un
puñetazo a la pared del vestuario tras una derrota. Necesitó dos semanas
de descanso antes de volver a jugar.
Peor idea tuvo Jason Isringhausen, que volcó su ira contra un cubo de basura por
razones similares a las de Stoudemire y se acabó con la muñeca rota.
Los únicos «ganadores» que recuerda el diario neoyorquino son Darryl Dawkins y Billy Martin.
El primero, que jugó 14 años en la NBA, arrancó un urinario del baño
tras expulsado de un partido en 1977.
Seis años más tarde la historia
cuando Billy Martin, entrenador de los New York Yankees, la tomó con un urinario tras la derrota contra los Indians de Cleveland.
Fortuita pero igual de desafortunada fue la fractura de tibia y peroné de Éver Banega, futbolista del Valencia, que se «autoatropelló»
el pasado mes de febrero en una gasolinera. El mediocentro se olvidó de
poner el freno de mano y fue arrollado por su propio vehículo.
La plancha de Busquets y el dedo de Diogo
La de Carlos Busquets
fue una historia rocambolesca. El exguardameta azulgrana sufrió
importantes quemaduras en las manos al tratar de evitar que una plancha
cayese sobre su hijo Aitor. O eso dice la versión oficial. Tan absurdo
como la lesión de Paulo Diogo,
jugador del Servette.
El jugador decidió celebrar un gol con el público
con tal mal suerte de que su anillo de bodas quedó atrapado con la
valla y se desgarró la parte superior del dedo. Encima se llevó una
amarilla porque el árbitro entendió que se había excedido en la
celebración.
En
los últimos tiempos las videoconsolas se han convertido en un artículo
casi de riesgo a la vista de las lesiones. El ciclista británico Mark Cavendish se resbaló mientras se divertía con un juego de snowboard y sufrió una lesión en la pantorrilla. Alessandro Nesta, futbolista del Milán, se rompió un tendón de su muñeca por pasar demasiadas horas jugando a la PlayStation.
Lesiones increíbles como la del italiano Ivano Bonetti, que se fracturó el pómulo después de que su entrenador se enfadase y le tirase a la cara un plato de alitas de pollo.
Lisandro López,
jugador del Lyon, se lesionó en los isquiotibiales tras golpear
enrabietado un balón al conocer que sería suplente en un partido contra
el Nancy. Milan Rapaic se perdió varios partidos del Hadjuk Split al meterse una tarjeta de embarque en el ojo.
Cierra la lista el zapatazo de Sir Alex Ferguson en el vestuario del Manchester United, directo a la ceja izquierda de David Beckham.
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