miércoles, 2 de mayo de 2012

Bucarest nubla al Atlético


Distraído por la final de la Europa League, se deja empatar por la Real y pierde casi toda su opción de ir a la Champions




Bucarest nubla al Atlético

Falcao intenta zafarse del marcaje de Zurutuza

La final de Bucarest nubló la voluntad del Atlético, que aún tiene una larga lista de objetivos domésticos no resueltos. Ese partido contra el Athletic, la excitación del futuro y la copa a la vista confundieron a los rojiblancos ante la Real Sociedad, un equipo escaso de recursos. Distraído y sin fijeza, concedió el Atlético su regalo tradicional. Un gol en el tiempo extra que compromete y casi anula su opción de acudir a la próxima Champions. 

Una final tiene todos los aditivos para condicionar ideas, pensamientos y obras. En el fútbol no es lo mismo intentar convencer al personal con la manida frase de costumbre —«a partir de ahora todas son finales para nosotros»— que atestiguar la presencia en una final con mayúsculas. Tiene el Atlético un partido cumbre a las puertas y lo demás parece reciclado a beneficio de inventario.

Motivación por un lado y excusa por otro. El Atlético pensó más en Bucarest, el Athletic y la Europa League que en la Real Sociedad. Se midió a un equipo sin alicientes a la vista, pero fue incapaz de concentrarse en el asunto de primera necesidad: un puesto en la Liga de Campeones.

Tuvo el encuentro un aire anodino, medio insípido y pelín mortecino que desesperó primero a Simeone y luego a la grada. En el minuto 42, después de una ocasión de Illarramendi, el Calderón aplicó un suave correctivo a sus jugadores: leve sinfonía de pitos al pésimo juego. La tarde se torcía y Simeone se levantó de su cubículo para reclamar aplausos y ánimo por encima del fastidio.

El Atlético tuvo muy poco, casi nada, en el primer tiempo. Ni la renombrada furiaque ha impregnado su entrenador, ni toque o algo parecido a la combinación, ni tensión ni nada. Tampoco la estrategia para aliviar la situación. El Atlético, sin Diego, divagó por los caminos de la espesura hasta que comprendió que estaba en un problema.

Permanecía el encuentro anestesiado, con la Real apurando un dominio ficticio. No se lo creía y tampoco sabía qué hacer con el gobierno del balón. La actividad febril de Zurutuza resultó efectiva frente a unos enemigos distraídos, sin chispa para ganar las pelotas sueltas. Prendía el duelo del típico detalle, la jugada parada que resolviese tanta carencia.

La balanza se desniveló por un destello del protagonista inesperado, Gabi. La clase de futbolista que nunca llama la atención y que por su falta de ruido mediático da la impresión de no estar. Largó un gran disparo desde fuera del área, potente y colocado después de un buen recorte, y el Calderón respiró. La Real tampoco parecía gran cosa.

Sucedió lo de siempre en el Calderón, el viejo fatalismo que ni Simeone será capaz de arreglar mientras viva. El técnico cambió a Falcao por Godín después de la expulsión de Gabi (doble amarilla) y el equipo se volcó a hacia atrás, hacia un endeble Courtois. Apretó la Real por pura inercia, por la profesionalidad de su oficio y al quinto córner consecutivo, desarmó al Atlético. Un despeje blando de Juanfran, unas manos aún más flojas de Courtois y el remate de Vela, llorando al gol.

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