domingo, 8 de enero de 2012

Crisis en el Louvre por la agresiva restauración de un 'leonardo'


Dos grandes especialistas del museo dimiten y la dirección guarda silencio

 
 
La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana, de Leonardo da Vinci

 

La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana, de Leonardo da Vinci

 
La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana, el cuadro de Leonardo da Vinci que según diagnosticó el doctor Freud certificaba la homosexualidad del genio renacentista, ha abierto una crisis inédita en el museo del Louvre. Según han contado Le Journal des Artes y The New York Times, dos de los principales restauradores de Francia han dimitido del comité asesor del museo, sin decirlo oficialmente, en desacuerdo con la forma agresiva, "brillante y susceptible de gustar al gran público" con la que se ha retocado el óleo, considerado una de las obras más complejas de Da Vinci.

Al principio la idea era poco más que limpiar las manchas más evidentes

Los desacuerdos surgieron a medida que avanzaban los trabajos de limpieza

Pero casi tan inquietante como eso es la omertá absoluta que ha seguido a la revelación. Con el prestigio de la otrora prudente escuela de conservación del Louvre en entredicho, los medios generalistas callan, los restauradores también, y la dirección del museo no comenta las defecciones de los expertos.

El cuadro, que sigue hoy en curso de restauración, es el segundo leonardo del Louvre, tras el archiconocido retrato de la Gioconda, o la Mona Lisa que acapara todas las miradas y fotografías de los turistas. Leonardo lo pintó hacia 1503, y Francisco I lo compró en 1517. La historia de su restauración es también larga. En 1993, los conservadores del Louvre decidieron que era necesario limpiarlo. Los rostros de la virgen y el niño estaban desapareciendo, el manto se difuminaba más de lo que el maestro del sfumato habría querido, y hacía falta quitar algunas manchas.

Pero entonces la cautela, y el miedo a que los disolventes mataran los matices de una obra tan valiosa, aconsejaron esperar.

Los años fueron pasando, la técnica fue mejorando y el concepto del museo-espectáculo se fue imponiendo. En 2010, tras una larga fase de estudio, el comité de 20 reputados expertos y asesores internacionales que trabajan para el Louvre consideró que había llegado el momento de tocar la tela. La dirección dio vía libre. Pero los desacuerdos fueron surgiendo en seguida, a medida que avanzaban los trabajos de limpieza y se decidía cómo seguir y hasta dónde llegar.

Algunos conservadores consideraron que la misma limpieza fue demasiado exhaustiva. Pero, una vez se hubo pulido la tela, los responsables del museo y la mayoría del comité se mostraron favorables a continuar e incluso a repintar de forma menor algunas zonas para "rellenar huecos". Eso rompió del todo el consenso y abrió el cisma. Los disidentes son dos figuras científicas de indiscutible talla: Ségolène Bergeon Langle, ex directora de conservación del Louvre y de los museos nacionales franceses, y Jean-Pierre Cuzin, ex director de pintura del Louvre.

Bergeon ha explicado a The New York Times cómo vivió el proceso: "A cada paso del camino preparé detallados informes escritos para el Louvre explicando mi visión, mis deseos y mis preocupaciones. Desde el principio tomé la posición de que me iría si se cruzaban ciertas líneas rojas". Su colega Cuzin, como ella partidario del "menos es más", abandonó el comité en octubre de 2011. Bergeon aguantó hasta el 21 de diciembre.

"Su salida es una pérdida extremadamente lamentable", ha dicho Jacques Franck, experto estadounidense en Leonardo y miembro del comité del Louvre. "Bergeon Langle está considerada una diosa en este campo. No hay un experto mejor que ella. Es irremplazable".

¿Qué ha pasado para que el Louvre pierda a una eminencia así? Solo se sabrá realmente en marzo, fecha en que el museo planea volver a exponer el cuadro de la discordia. Franck sugiere que el grado de limpieza ha sido demasiado agresivo, y cree que hubiera sido mejor dejarlo "más sucio, sin esos rasgos brillantes".

Al principio, la idea era hacer un trabajo minimalista, poco más que quitar las manchas más evidentes. Pero la cata fue abriendo fases e interrogantes. Hubo disputas sobre si un barniz había sido aplicado por el propio Leonardo, por una restauración posterior o por una combinación de los dos, y el director de pintura del museo, Vincent Pomarède, decidió mantener los árboles pintados por una mano que no era la de Leonardo.

Bajo el impulso de Cinzia Pasquali, conservadora del Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia, la intervención se hizo más cada vez más ambiciosa. Pomaréde apoyó esa tesis y sigue defendiendo su decisión: "La limpieza era absolutamente necesaria por razones estéticas y de conservación. Ningún asesor ha dicho que fuera poco prudente o demasiado arriesgada. Todo ha sido más bien una discusión estética".

La dimitida Bergeon no cree lo mismo. "Hay un componente ético. A pesar del gran progreso de nuestras competencias, debemos llevarnos por la modestia. Llegarán materiales mejores y más fáciles de controlar. Debemos dejar algo de trabajo a las futuras generaciones".

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