El colombiano vuelve a conquistar el torneo y a ser el máximo goleador con una exhibición que desdibujó a Llorente
Terminado el calentamiento, Radamel Falcao ejecutó uno de esos
rituales supersticiosos con los que los goleadores buscan dosis extras
de confianza y autoestima. Aguardó a que sus compañeros emprendieran el
camino hacia los vestuarios. Allí, en la soledad de la frontal del área
golpeó el balón contra el larguero.
Como no entró, hizo otra intentona con la que, ya sí, se fue tranquilo a la caseta mientras el videomarcador se recreaba en esas azuladas botas que lucen su nombre y la bandera de Colombia. El realizador de la transmisión interna también debió de tener una premonición porque fue la bota izquierda la que quedó estampada en grande en las imágenes que colgaban del majestuoso techo Estadio Nacional de Bucarest, una reminiscencia del Amsterdam Arena.
Falcao ejecutó al Athletic con dos zurdazos, dos dianas con las que ha formado una trilogía goleadora equilátera en la Liga Europa. Su docena de goles en la competición está repartida en cuatro goles con la cabeza, cuatro con la pierna derecha y otros cuatro con la izquierda.
El primero de la final fue una maniobra de delantero que domina la búsqueda de recursos. Corriendo al espacio, recibió un pase de Diego a la carrera. Le esperaba Amorebieta, que quiso aguantarle cerca del pico del área pequeña. En vez de encararle, Falcao ganó espacio para armar el disparo alejándose del central con una bicicleta y pisando el balón hacia atrás.
Lo siguiente fue una parábola cruzada a la escuadra derecha de Iraizoz. Otro error de Amorebieta, esta vez en la salida del balón, volvió a brindarle a Miranda la ocasión de asistir al, por segunda vez consecutiva, máximo goleador de la Liga Europa, después de los 17 tantos que consiguió el curso pasado con el Oporto. Son dos títulos de Liga Europa seguidos para el colombiano y dos galardones de máximo artillero.
En el segundo tanto, El Tigre maniobró como un delantero de toda la vida. Recibió de espaldas, pisó la pelota para revolverse y desvencijar a Aurtenetxe y fundió a Iraizoz por segunda vez con otro zurdazo. Fue una jugada maravillosa.
El partido del colombiano fue completo en en cuanto al despliegue del repertorio que almacena. Se fajó principalmente con Amorebieta, al que le ganó en el cuerpo a cuerpo por arriba y por abajo. Con este también ejecutó a la perfección el plan diseñado por Simeone: le dejaba que fuera el que saliera con la pelota jugada mientras miraba con el rabillo del ojo a Javi Martínez.
Solo en la punta de ataque, el goleador colombiano se bastó para mantener inquieta a toda la línea defensiva del Athletic. Si le jugaban en largo, los hacían recular, y si le buscaban por abajo antes había tirado un desmarque de ruptura afilado y al espacio.
Con la crecida de los goles, incluso en el segundo tiempo se animó a burlar a Javi Martínez con una finta de cintura que sacó los colores del internacional español y otra similar a Amorebieta, al que probablemente hizo padecer una de sus peores noches como profesional. Falcao abandonó el estadio muy revalorizado, en un momento en el que su continuidad por los agobios económicos del Atlético no pueden garantizarse.
Cuestionado en un principio por parte del Calderón, el Radame, Radamel, Falcao retumbó para siempre en Bucarest. “¡Doy gracias a Dios y a mi familia!”, gritó El Tigre nada más acabar el encuentro, lleno de emoción. “Cuando llegué, lo dije, que iba a ganar algún título”, añadió, ya arropado por una bandera colombiana.
Llorente fue la cruz del duelo. Perdedor en su duelo personal con Falcao, el nueve del Ahtletic no se separó de Iraola en el peloteo, quizá buscando una conexión que nunca se dio. Segundos antes de que el balón echara a rodar le buscó para señalarle como el jugador de la final, lo que no sucedió.
De inicio, a Llorente le apuntó directamente la pizarra de Bielsa con dos balones largos. Uno lo ganó Miranda y al otro ni llegó. Su primera acción dañina fue un remate de cabeza forzado por una puja con Godín, que le cogía en individual en las jugadas a balón parado.
Al poco, en un centro desde la izquierda, remató fuera su ocasión más clara anticipándose con el empeine exterior. Luego ya se difuminó en esa batalla que le ganó Miranda, otro jugador que sale reforzado de esta final. Hastiado de la sobriedad del brasileño, trató de cambiar de perfil para medirse con Godín, pero nada. La noche era de Falcao, el goleador perfecto, el rey del Atlético.
Falcao es el primero en ser el máximo goleador en dos ediciones consecutivas de la competición en sus 41 ediciones: marcó 17 con el Oporto y 12 con el Atlético.
Con 29 goles empata con Dieter Müller, como segundo goleador del torneo solo superados por Larsson (31).
El Atlético sumó el récord de 12 victorias seguidas en un torneo internacional.
Como no entró, hizo otra intentona con la que, ya sí, se fue tranquilo a la caseta mientras el videomarcador se recreaba en esas azuladas botas que lucen su nombre y la bandera de Colombia. El realizador de la transmisión interna también debió de tener una premonición porque fue la bota izquierda la que quedó estampada en grande en las imágenes que colgaban del majestuoso techo Estadio Nacional de Bucarest, una reminiscencia del Amsterdam Arena.
Falcao ejecutó al Athletic con dos zurdazos, dos dianas con las que ha formado una trilogía goleadora equilátera en la Liga Europa. Su docena de goles en la competición está repartida en cuatro goles con la cabeza, cuatro con la pierna derecha y otros cuatro con la izquierda.
El primero de la final fue una maniobra de delantero que domina la búsqueda de recursos. Corriendo al espacio, recibió un pase de Diego a la carrera. Le esperaba Amorebieta, que quiso aguantarle cerca del pico del área pequeña. En vez de encararle, Falcao ganó espacio para armar el disparo alejándose del central con una bicicleta y pisando el balón hacia atrás.
Lo siguiente fue una parábola cruzada a la escuadra derecha de Iraizoz. Otro error de Amorebieta, esta vez en la salida del balón, volvió a brindarle a Miranda la ocasión de asistir al, por segunda vez consecutiva, máximo goleador de la Liga Europa, después de los 17 tantos que consiguió el curso pasado con el Oporto. Son dos títulos de Liga Europa seguidos para el colombiano y dos galardones de máximo artillero.
En el segundo tanto, El Tigre maniobró como un delantero de toda la vida. Recibió de espaldas, pisó la pelota para revolverse y desvencijar a Aurtenetxe y fundió a Iraizoz por segunda vez con otro zurdazo. Fue una jugada maravillosa.
El partido del colombiano fue completo en en cuanto al despliegue del repertorio que almacena. Se fajó principalmente con Amorebieta, al que le ganó en el cuerpo a cuerpo por arriba y por abajo. Con este también ejecutó a la perfección el plan diseñado por Simeone: le dejaba que fuera el que saliera con la pelota jugada mientras miraba con el rabillo del ojo a Javi Martínez.
Solo en la punta de ataque, el goleador colombiano se bastó para mantener inquieta a toda la línea defensiva del Athletic. Si le jugaban en largo, los hacían recular, y si le buscaban por abajo antes había tirado un desmarque de ruptura afilado y al espacio.
Con la crecida de los goles, incluso en el segundo tiempo se animó a burlar a Javi Martínez con una finta de cintura que sacó los colores del internacional español y otra similar a Amorebieta, al que probablemente hizo padecer una de sus peores noches como profesional. Falcao abandonó el estadio muy revalorizado, en un momento en el que su continuidad por los agobios económicos del Atlético no pueden garantizarse.
Cuestionado en un principio por parte del Calderón, el Radame, Radamel, Falcao retumbó para siempre en Bucarest. “¡Doy gracias a Dios y a mi familia!”, gritó El Tigre nada más acabar el encuentro, lleno de emoción. “Cuando llegué, lo dije, que iba a ganar algún título”, añadió, ya arropado por una bandera colombiana.
Llorente fue la cruz del duelo. Perdedor en su duelo personal con Falcao, el nueve del Ahtletic no se separó de Iraola en el peloteo, quizá buscando una conexión que nunca se dio. Segundos antes de que el balón echara a rodar le buscó para señalarle como el jugador de la final, lo que no sucedió.
De inicio, a Llorente le apuntó directamente la pizarra de Bielsa con dos balones largos. Uno lo ganó Miranda y al otro ni llegó. Su primera acción dañina fue un remate de cabeza forzado por una puja con Godín, que le cogía en individual en las jugadas a balón parado.
Al poco, en un centro desde la izquierda, remató fuera su ocasión más clara anticipándose con el empeine exterior. Luego ya se difuminó en esa batalla que le ganó Miranda, otro jugador que sale reforzado de esta final. Hastiado de la sobriedad del brasileño, trató de cambiar de perfil para medirse con Godín, pero nada. La noche era de Falcao, el goleador perfecto, el rey del Atlético.
Los récords del '9'
Falcao es el primero en ser el máximo goleador en dos ediciones consecutivas de la competición en sus 41 ediciones: marcó 17 con el Oporto y 12 con el Atlético.
Con 29 goles empata con Dieter Müller, como segundo goleador del torneo solo superados por Larsson (31).
El Atlético sumó el récord de 12 victorias seguidas en un torneo internacional.
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