- La campaña de Sarkozy se lanza ya por el voto de la extrema derecha
- La distancia entre derecha e izquierda ha pasado de 9 a menos de 3 puntos
- El voto industrial que ha cambiado a Sarkozy por Le Pen será clave
- Le Pen quiere beneficiarse del colapso del gaullismo en las legislativas
"Es necesario respectar el voto de los electores, nuestro deber es entenderlos.
Hay un voto de crisis que se ha doblado de una elección a otra, a este
voto de crisis hay que darle una respuesta.Es un voto de sufrimiento
(...). Yo les digo: 'Os he escuchado'".
Con estas palabras el presidente saliente, Nicolás Sarkozy,
abría desde su cuartel general de campaña este lunes su campo de juego
para las próximas dos semanas de campaña antes de la decisiva segunda
vuelta de las presidenciales: tratar de cautivar al 18% de votantes del Frente Nacional, que le han dado a su líder, Marine Le Pen, el mejor resultado de su historia.
Los
datos parecen hablar por sí solos: en cinco años la nueva líder de la
ultraderecha francesa ha logrado ganar casi ocho puntos respecto al resultado cosechado por su padre en 2007.
La
estrategia parece clara: girar a la derecha para favorecer una "unión
nacional" contra una "unió de la izquierda" que encarnaría François
Hollande, según la campaña de Sarkozy.
"Jamás sin duda el total
de la derecha ha estado en un punto tan elevado en este país", ha
declarado a AFP Guillaume Peltier, perteneciente al equipo de campaña.
Igualmente,
la exministra de Justicia, Rachida Dati, defendía en los platós de
televisión que el resultado del domingo "valida los temas de campaña"
defendidos por el jefe de estado, especialmente la inmigración, el
refuerzo de las fronteras y la deslocalización.
"La gran mayoría
de los electoras del Frente Nacional de la primera vuelta, si quieren
evitar lo peor, no tienen otra opción que votar a Sarkozy para evitar a
Hollande", defendía el periódico pro Sarkozy Le Figaro este lunes.
La izquierda crece tanto como el Frente Nacional
Sin
embargo, un análisis de los datos del pasado domingo cuestionan tanto
el hecho de que haya realmente un giro a la derecha del electorado
francés como que sea la seguridad y no la gestión de la crisis económica
por parte de Sarkozy lo que ha inclinado a los electores a apoyar al
Frente Nacional.
Aunque la suma de los votos de Sarkozy, Le Pen y
los partidos nacionalistas franceses supera ligeramente al resultado de
hace cinco años -un 46,9% frente a un 45%- son los partidos de
izquierda los que han conseguido un crecimiento considerable: han pasado de obtener un 36,4% en 2007 a superar el 44%.
Así
la distancia entre ambos bloques sigue siendo favorable a la derecha,
pero ha pasado de rozar los diez puntos a estar por debajo de tres.
O,
lo que es lo mismo, el espectacular ascenso del Frente Nacional, de un
7,5%, es prácticamente el mismo que el sumado por los partidos de
izquierda -que crecen un poco más de un 4%- y el Partido Socialista, que
ha ganado cerca de tres puntos.
El resultado es mejor aún si se
ve con perspectiva. El 44% es el mayor porcentaje por la izquierda
ideológica en Francia en una primera vuelta desde las presidenciales de
1988, cuando fue reelegido el primer y único presidente socialista de la
V República, François Mitterrand.
Además, aunque en 2002 la suma
de los partidos de izquierda superó el 42% su incapacidad para
conseguir un candidato unitario hizo que Jean Marie Le Pen se colase en
la segunda vuelta.
Entonces, como en 1995, los votos totales
cosechados por los partidos de derecha fueron superiores a los del
pasado domingo, donde en realidad se produjo un doble trasvase de votos.
Por un lado, los dos grandes partidos invirtieron sus posiciones gracias a que Sarkozy perdió cuatro puntos mientras que Hollande aumentó en casi un 3% los apoyos en comparación a los logrados por su excompañera y madre de sus cuatro hijos, Segolene Royal.
Pero
el mayor seísmo electoral se produce a los extremos, donde las opciones
radicales de Le Pen y el Frente de Izquierdas de Mèlenchon han
aumentado sus apoyos en un 11%, una proporción casi similar a lo que se deja la opción de centro de François Bayrou.
Promesas incumplidas al voto obrero
Y aquí es donde sí entra el 'voto del sufrimiento' que
menciona el presidente francés, que no es otro que el voto obrero
desencantado que abandonó a los socialistas en los 80 y empezó a mirar a
la extrema derecha a medida que su país perdía poderío económico de
mano de la globalización.
En 2007 el entonces candidato Sarkozy
logró arrebatarle ese voto a Jean-Marie Le Pen con el lema "Trabajar más
para ganar más", pero ahora la crisis económica y sus efectos -como la
deslocalización y el desempleo- les ha alejado de Sarkozy, identificado
tanto por Le Pen como por su reverso izquierdista, Jean-Luc Mèlenchon,
como el presidente de los ricos.
"El 1 de mayo vamos a organizar la fiesta del trabajo, pero la fiesta del verdadero trabajo,
de los que trabajan duros, de los que se exponen, los que sufren, y no
quieren que cuando no se trabaje se gane lo mismo que cuando no se
trabaje", añadía Sarkozy en un claro guiño a esos electores.
Pero durante estos cinco años las cosas han cambiado. Mientras que en 2007 el 52% de los trabajadores industriales optaron por Sarkozy frente al 48%
que optó por su rival socialista, las encuestas anteriores a los
comicios apuntaban a que éstos ahora estarían inclinados en un 60% por
Hollande frente a apenas un 40% de Sarkozy.
La clave está en los 350.000 empleos
que se han perdido en el sector industrial, precisamente el grupo al
que Sarkozy le hizo promesas concretas en 2007 que quedaron en nada.
"Los
trabajadores industriales son el mayor grupo electoral y han abandonado
a Sarkozy en masa", señalaba a Reuters la semana pasada Guy Michelat,
académico de la prestigiosas universidad de Sciences Po de París que
estudia el voto obrero.
El norte industrial, clave
Un
vistazo a los resultados electorales del Frente Nacional constatan que,
en efecto, el voto de protesta obrero se ha inclinado por Le Pen en las
zonas del norte y nordeste industrial francés, un lugar donde Sarkozy
se impuso con cierto margen en la primera vuelta de 2007.
Ahora Le Pen es siempre segunda fuerza en esos departamentos; en unos casos tras Hollande y en otros después de Sarkozy.
Dos
localidades ilustran este fenómeno: Florange, la localidad fronteriza
con Alemania donde una factoria de Arcelor Mittal corre serio riesgo de
cerrar, y Saint-Pol-sur-Mer, una ciudad próxima a Durquerque, en la
frontera norte, donde ha cerrado una refinería de Total.
En ambos casos se ha impuesto el Partido Socialista pero con una ventaja mínima ante el Frente Nacional, que ha conseguido buena parte de sus votos gracias al desplome de Sarkozy.
"Sarkozy
no ha hecho nada por nosotros. Sus promesas eran simples mentiras",
aseguraba a Reuters Jerome Baroin, uno de los trabajadores que marcharon
desde Florance hasta la sede de campaña del presidente francés.
La agenda de Le Pen
Según los sondeos realizados el domingo por la tarde, un máximo de dos tercios de los electores de Marine Le Pen aseguran que votarían por Sarkozy mientras que según el politólogo Pascal Perrineau el presidente saliente necesiaría al menos un 80% de esos votos.
De
hecho, esas encuestas mostraban un dato significativo: cerca de un 20%
de los que votaron a Le Pen podrían votar a Hollande antes que a
Sarkozy.
En unas declaraciones significativas, la primera
secretaria de los socialistas franceses, Martine Aubry, se dirigía
directamente a esos electores: "El Frente Nacional ha sido alimentado
por la crisis, las promesas incumplidas, el fracaso moral".
Los
socialistas cuentan ya con el apoyo por omisión del candidato del Frente
de Izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, que ha pedido que se vote para echar
a Sarkozy, un mensaje repetido por otras formaciones minoritarias de
izquierda. La candidata de Los Verdes, Eva Joly, ha dicho explícitamente
que se vote al socialista.
Con estos apoyos, Hollande contaría
con en torno al 44% de los votos mientras que Sarkozy necesitaría del
Frente Nacional y de parte de los centristas de Bayrou para conseguir la
reelección.
Esta es la paradoja última donde pueden morir los
intentos de Sarkozy -el primer presidente en ejercicio que ha perdido en
la primera vuelta- para conseguir la reelección.
"Sarkozy va a
estar dividido haciendo campaña entre el centro y la derecha. Tiene que
llegar a la derecha entre las dos vueltas, por lo que probablemente
perderá el centro", ha vaticinado en declaraciones a Reuters el
politólogo Stephane Rozes.
Le Pen, por su parte, cuenta con sus
propios planes. Su consigna será, según sus próximos, "ni Sarkozy ni
Hollande", pero su objetivo va más allá: ante un previsible colapso de
la derecha gaullista -con una larga trayectoria de luchas intestinas- si
pierde Sarkozy, aprovechar la coyuntura para presentarse como única alternativa a la izquierda en las legislativas de junio.
"La
primera vuelta es el comienzo de una gran batalla de patriotas de
derechas. La Batalla de Francia solo ha comenzado", proclamaba Le Pen
extasiada ante sus seguidores.
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