Una exposición de la National Portrait Gallery, en Londres, incluye casi 150 de sus fotografías.- Es la primera gran muestra dedicada a su obra en 30 años
Margot Fonteyn
Para conseguir plasmar la personalidad de sus modelos, Hoppé redujo drásticamente la cantidad de decoración y ornamentación, concentrándose realmente en el personaje.
Mussolini. George Bernard Shaw. Jorge V. Rudyard Kipling. Henry James... Todos coetáneos y con un detalle en común: haber posado ante la cámara de Emil Otto Hoppé (1878-1972), gran protagonista de la fotografía de la primera mitad del siglo XX. De él, a quien Cecil Beaton llamó el Maestro, se conoce hoy poco, y sin embargo fue en su día tan famoso, o más, que aquellos a quienes retrataba. Artistas, políticos, aristócratas, gente adinerada: todos querían aparecer en sus fotografías, pero no solo ellos protagonizaron su obra. Más allá de los privilegiados, Hoppé quiso plasmar en sus retratos a los menos afortunados, aquellos que se situaban al otro extremo del espectro social.
La muestra que, desde el pasado 17 de febrero y hasta el 30 de mayo se puede visitar en la National Portrait Gallery londinense, recupera para el gran público la obra de este retratista singular, que iba para banquero en Shangai pero se hizo fotógrafo en Londres. "La personalidad de la gente, dual y a menudo con muchas capas, es siempre más absorbente que la de un lienzo. He sido afortunado porque mi vocación me ha permitido echar un vistazo detrás de las fachadas, por así decirlo, de tantos y tan interesantes hombres y mujeres", en palabras del propio Hoppé.
Precisamente su enorme habilidad para capturar la personalidad del modelo es, en palabras de Phillip Prodger, comisario de la exposición, lo que le hace diferente y único. Fotografía a celebridades, aristócratas, ricos... Pero también sale a la calle en busca de aquellos a quienes la vida no ha tratado tan bien, gente sin hogar o con trabajos básicos. "No conozco a ningún otro fotógrafo en la historia que haya ido a polos tan opuestos, a lo más alto y más bajo de la sociedad", dice Prodger. "Cuando hace eso, Hoppé se pregunta: ¿porqué alguien tiene éxito? ¿Por qué no?
Esos son los interrogantes que le motivan cuando trabaja. "Una de las cosas por las que Hoppé era famoso fue por su habilidad para conseguir que la personalidad de cada sujeto brillase en la fotografía. Para hacerlo, redujo drásticamente la cantidad de decoración y ornamentación, concentrándose realmente en el modelo. Así tienes la sensación, a veces casi desconcertante, de estar en la presencia de ese personaje, casi como si estuvieras manteniendo una conversación íntima con él".
Fascinado por las cuestiones de movilidad social y racial, Hoppé reunió una colección de retratos de estudio donde examinaba diferentes tipos de personas. Fotografías realizadas sobre un fondo neutral e iluminadas desde arriba, incluyendo solo la cabeza o el busto y dejando fuera cualquier detalle de la ropa. Retratos -el cartero, una florista, etc.-donde la luz dignifica a los modelos, a la vez que transmite su personalidad y les reduce a "tipos", y que forman también parte de la exposición.
Gran amigo de George Bernard Shaw, reconocido socialista, la conciencia progresista de Hoppé se deja ver en sus obras. Aunque al parecer "ambos estaban de acuerdo en muchas cosas", apunta Prodger, "tenía una clientela con inclinaciones políticas muy diversas, y siempre puso un especial cuidado en no vincularse a ningún partido concreto en particular". No obstante, ciertos episodios de su vida dejan muy clara su postura. Mientras vivió en los Estados Unidos, Hoppé mantuvo durante un tiempo un estudio en Nueva York, y allí invitó a los más destacados líderes intelectuales negros. "Debido a la discriminación racial de la época, no se les permitía acceder por el ascensor principal, así que debían hacerlo por el de servicio. Pero él quería invitarles, así que lo hizo".
Es una ironía del destino que, cuando muchos artistas mueren sin recibir el reconocimiento que merecen, alguien tan aclamado en vida como Hoppé cayera durante tanto tiempo en el olvido. Para explicarlo, hay que remontarse a los años 30, cuando decidió crear un archivo fotográfico y dejó de clasificar las fotografías por artista, para hacerlo por temas. Además solía comprar obras de otros fotógrafos, con lo que estos negativos y fotografías se fueron añadiendo a las que él ya tenía. "Según se hizo más grande, sus obras estaban tan diseminadas por el archivo que resultaba imposible saber donde estaban". Sería en 1994 cuando Graham Howe, de Curatorial Assistance, encontró la colección y decidió separarla, proceso que llevó meses.
Otro de los proyectos de Hoppé incluídos en la exposición de la National Portrait Gallery, El libro de las mujeres hermosas (1922), muestra retratos de las mujeres que él consideró las más bellas del mundo. Un proyecto de enfoque multicultural que contenía 32 modelos de 24 países diferentes, y cuya publicación causó no poca controversia al plantear cuestiones filosóficas acerca de la estética humana.
La muestra que, desde el pasado 17 de febrero y hasta el 30 de mayo se puede visitar en la National Portrait Gallery londinense, recupera para el gran público la obra de este retratista singular, que iba para banquero en Shangai pero se hizo fotógrafo en Londres. "La personalidad de la gente, dual y a menudo con muchas capas, es siempre más absorbente que la de un lienzo. He sido afortunado porque mi vocación me ha permitido echar un vistazo detrás de las fachadas, por así decirlo, de tantos y tan interesantes hombres y mujeres", en palabras del propio Hoppé.
Precisamente su enorme habilidad para capturar la personalidad del modelo es, en palabras de Phillip Prodger, comisario de la exposición, lo que le hace diferente y único. Fotografía a celebridades, aristócratas, ricos... Pero también sale a la calle en busca de aquellos a quienes la vida no ha tratado tan bien, gente sin hogar o con trabajos básicos. "No conozco a ningún otro fotógrafo en la historia que haya ido a polos tan opuestos, a lo más alto y más bajo de la sociedad", dice Prodger. "Cuando hace eso, Hoppé se pregunta: ¿porqué alguien tiene éxito? ¿Por qué no?
Esos son los interrogantes que le motivan cuando trabaja. "Una de las cosas por las que Hoppé era famoso fue por su habilidad para conseguir que la personalidad de cada sujeto brillase en la fotografía. Para hacerlo, redujo drásticamente la cantidad de decoración y ornamentación, concentrándose realmente en el modelo. Así tienes la sensación, a veces casi desconcertante, de estar en la presencia de ese personaje, casi como si estuvieras manteniendo una conversación íntima con él".
Fascinado por las cuestiones de movilidad social y racial, Hoppé reunió una colección de retratos de estudio donde examinaba diferentes tipos de personas. Fotografías realizadas sobre un fondo neutral e iluminadas desde arriba, incluyendo solo la cabeza o el busto y dejando fuera cualquier detalle de la ropa. Retratos -el cartero, una florista, etc.-donde la luz dignifica a los modelos, a la vez que transmite su personalidad y les reduce a "tipos", y que forman también parte de la exposición.
Gran amigo de George Bernard Shaw, reconocido socialista, la conciencia progresista de Hoppé se deja ver en sus obras. Aunque al parecer "ambos estaban de acuerdo en muchas cosas", apunta Prodger, "tenía una clientela con inclinaciones políticas muy diversas, y siempre puso un especial cuidado en no vincularse a ningún partido concreto en particular". No obstante, ciertos episodios de su vida dejan muy clara su postura. Mientras vivió en los Estados Unidos, Hoppé mantuvo durante un tiempo un estudio en Nueva York, y allí invitó a los más destacados líderes intelectuales negros. "Debido a la discriminación racial de la época, no se les permitía acceder por el ascensor principal, así que debían hacerlo por el de servicio. Pero él quería invitarles, así que lo hizo".
Es una ironía del destino que, cuando muchos artistas mueren sin recibir el reconocimiento que merecen, alguien tan aclamado en vida como Hoppé cayera durante tanto tiempo en el olvido. Para explicarlo, hay que remontarse a los años 30, cuando decidió crear un archivo fotográfico y dejó de clasificar las fotografías por artista, para hacerlo por temas. Además solía comprar obras de otros fotógrafos, con lo que estos negativos y fotografías se fueron añadiendo a las que él ya tenía. "Según se hizo más grande, sus obras estaban tan diseminadas por el archivo que resultaba imposible saber donde estaban". Sería en 1994 cuando Graham Howe, de Curatorial Assistance, encontró la colección y decidió separarla, proceso que llevó meses.
Otro de los proyectos de Hoppé incluídos en la exposición de la National Portrait Gallery, El libro de las mujeres hermosas (1922), muestra retratos de las mujeres que él consideró las más bellas del mundo. Un proyecto de enfoque multicultural que contenía 32 modelos de 24 países diferentes, y cuya publicación causó no poca controversia al plantear cuestiones filosóficas acerca de la estética humana.
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