domingo, 4 de marzo de 2012

Así esclaviza en pleno primer mundo una empresa que te lleva a casa lo que compras en internet

Trabajar como un robot, por una miseria, en horarios maratonianos, con una disciplina que te anula. No es el infierno de una oscura fábrica africana o china. Es Estados Unidos. Y es una de las empresas que sirven a domicilio lo que compras en la Red. 




Una batamanta. Un accesorio del iPad. Unas pastillas para la disfunción eréctil. Una videoconsola. Un libro. Un vibrador. Posiblemente hayas comprado algo de esto en internet. Y es posible que quien lo haya metido en la caja que abres con ilusión cuando el pedido llega a tu casa haya sido tratado como un esclavo en pleno primer mundo.

La conclusión es evidente tras examinar el trabajo de la periodista Mac McClelland en la revista estadounidense 'Mother Jones', que narra sus días trabajando en un almacén de una compañía llamada Amalgamated Product Giant Shipping Worldwide, en alguna ciudad que no detalla en el Oeste del país. Sus experiencias son sobrecogedoras.

McClelland narra una conversación con una mujer que le advirtió antes de empezar: "No te lo tomes como algo personal. Deja tu amor propio y tu vida personal fuera del trabajo. Te van a gritar todo el tiempo. Es como el ejército. Tienen que romperte para convertirte en lo que ellos quieren que seas", le dice. Quieren que sea una máquina de trabajar con una efectividad robótica.

Si lloras o dices que no puedes hacer lo que te piden, te despiden. Si no llegas a un número elevadísimo de items empaquetados en tu jornada (un scanner te marca a cada momento el porcentaje del objetivo que llevas cumplido), te despiden.

Si el día de las elecciones decides ir a votar, te despiden. Si en la primera semana de trabajo te retrasas un minuto, te despiden. Un tipo tuvo un hijo en su primera semana de trabajo y faltó ese día. Se quedó sin empleo.

La jornada laboral es de 10 horas y media, con dos descansos de 15 minutos y una parada para comer de media hora. En periodos de más trabajo, como navidades o el Black Monday, la jornada es de 12 horas. Obligatorias. El sueldo, unos ocho euros la hora. En invierno, en el almacén hace frío. En verano, el calor es tan extremo que hay desmayos. La nave es enorme, y cada día caminas cerca de 20 kilómetros.

Cuenta la periodista que la pregunta más repetida en la comida es "¿por qué estás aquí?". "Como en la cárcel", ironiza MaClelland. Muchos están de paso. Los despidos, además, son constantes. Pero mucha gente necesita el trabajo y tiene que tragar con las condiciones. "Aunque creas que no puedes más, di que intentarás hacerlo mejor cuando te abronquen", le aconseja un compañero.

Estas condiciones infrahumanas, que en el reportaje de Mother Jones se comparan veladamente con las que tienen en Amazon, vienen dadas por un mercado voraz en el que los consumidores dejan de comprar si se les cargan gastos de envío. Según un analista que cita el reportaje, "las empresas buscan deliberadamente que los clientes no sepan las condiciones en las que trabajan sus empleados".

Sin embargo, Vinod Singhal, profesor de la Universidad Politécnica de Georgia, cree que "quizá que la gente sepa de estas condiciones pueda llevar a que mejoren, pero...", duda el profesor.

Uno de cada tres estadounidenses son pobres o están en riesgo de pobreza. Y es difícil que los consumidores se ofrezcan a renunciar a recibir sus productos sin gastos de envío. 



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