Los arqueólogos han descubierto un mural que adorna una antigua casa maya, aunque según los autores del estudio, el descubrimiento va más allá de unas bonitas pinturas.
Además de representar a un rey junto a su séquito, el muro está cubierto de cálculos que ayudaban a los antiguos escribas a hacer un seguimiento del tiempo. Las anotaciones revelan que el mundo no acabará en 2012, como se creía que habían predicho los mayas, sino miles de años después.
Además, la estancia ofrece una peculiar visión de la vida de la sociedad maya.
«No hemos encontrado pinturas como éstas en ningún lugar del mundo», declaró el líder de la excavación William Saturno a National Geographic News.
Y en el Xultún actual, que para los no expertos no es más que 16 kilómetros cuadrados de selva, resulta incluso más sorprendente el descubrimiento.
En 2010, el arqueólogo de la Universidad de Boston y el estudiante de doctorado Franco Rossi inspeccionaban un túnel en el yacimiento arqueológico guatemalteco, donde un estudiante universitario descubrió débiles trazos de pintura en una pared de estuco.
Ambos comenzaron retirar de la zona barro de 1.200 años, revelando rastros de pintura roja.
«De repente Bill estaba entusiasmado, seguro de que estábamos ante un glifo», recuerda Rossi.
Lo que el equipo descubrió, tras una excavación completa en 2011, se parecía al antiguo taller de un escriba maya.
«Lo que hace interesante a la habitación es que era un lugar de trabajo. Se sentaban en este banco y escribían libros hoy desaparecidos».
Probablemente los libros recogían elaborados cálculos para predecir el destino de la ciudad. Los números de las paredes son «tablas parecidas a las que encontramos al final de un libro de química», añade.
«Sin duda hay habitaciones de este tipo en todos los yacimientos mayas del periodo posclásico e incluso antes, pero es el único ejemplo con el que contamos por ahora».
El ocaso maya
El taller del escriba, con su fachada borrada por la erosión y la vida vegetal, formó parte de un pequeño edificio situado junto a una gran plaza maya rodeada de pirámides, donde los reyes y sacerdotes llevaban a cabo sus ceremonias y los vendedores ambulantes ofrecían vasijas de arcilla, cuyos fragmentos cubren ahora el yacimiento.
La ciudad, descubierta en 1915, estaba situada a 8 kilómetros de otra metrópolis maya, San Bartolo, que se hizo famosa hace una década al descubrir ahí Saturno unos impresionantes murales mayas de 2.000 años de antigüedad.
Más allá de estas dos ciudades, la civilización maya abarcó gran parte de lo que ahora es Guatemala, Belice y la región mexicana de Yucatán. Hacia el año 900 d.C., los centros mayas, incluido Xultún, cayeron tras una serie de sequías y conflictos políticos. Es posible que la desesperación de los últimos años se vea reflejada en los muros de la estancia recién descubierta, la única excavación importante hasta ahora de Xultún.
Una mentalidad diferente pintada en un muro
A pesar de los saqueos, el interior de la habitación está muy bien conservado. Entre las obras de los tres muros intactos, destaca la pintura de un hombre que lleva discos blancos en la cabeza y en el pecho.
«Probablemente se trate del propio escriba», afirma Saturno, que ha recibido financiación del Comité para la Investigación y la Exploración y el Consejo de Expediciones de la National Geographic Society (de la que forma parte National Geographic News).
Con un pincel en la mano, el escriba trata de alcanzar al rey adornado de plumas azules, cuyo retrato estaba escondido tras una cortina enganchada al muro con huesos humanos, según el estudio publicado esta semana en la revista Science.
Sin embargo, lo realmente importante fue lo que el equipo descubrió después. Los autores de estudio trabajaron con el epigrafista David Stuart y la arqueóloga y artista Heather Hurst y descubrieron varios textos jeroglíficos pintados y grabados a lo largo de los muros oriental y septentrional. Las inscripciones están relacionadas con el calendario lunar y se utilizaban para calcular los ciclos planetarios.
Los números incluyen fechas de unos 7.000 años en el futuro, contradiciendo así la idea de que los mayas creían que el mundo terminaría en 2012, un mito moderno inspirado en un antiguo calendario.
«Nos empeñamos en buscar un final», afirma Saturno, «pero los mayas buscaban garantías de que nada cambiaría. Es una mentalidad completamente distinta».
A pesar de que la idea de que el tiempo es cíclico no es algo nuevo en los estudios mayas, como señala Rossi, el mural Xultún es la expresión más antigua que conocemos de este concepto.
Predecir la economía
«Los mayas de Xultún estaban menos preocupados por el fin del mundo que por el fin de su mundo», afirma el experto David Freidel, de la Universidad de Washington.
En su opinión, para los mayas del siglo IX, la elaboración de calendarios astronómicos para predecir épocas de abundancia era similar a estudiar el mercado de valores actual.
Cuando se pintó el mural, la región de Xultún sufría «un momento de intensa sequía que estaba afectando a diversas regiones mayas».
«La preocupación del rey y su corte tenía consecuencias muy prácticas para los habitantes de la ciudad de Xultún, que querían saber qué iba a ocurrir con su economía», añade.
Un hito para la ciencia
En las malas épocas, los mayas se dirigían a sus líderes para adivinar las intenciones de los dioses.
A su vez, los líderes se dirigían a los escribas, que según muchos arqueólogos combinaban eventos del pasado con misteriosos y complejos cálculos para predecir el futuro.
De ser así, el recién descubierto taller podría esconder secretos sobre cómo funcionaba su sistema político.
Sin embargo, para los investigadores el mural representa un hito científico.
«Ser los primeros en 1.200 años en descubrir los glifos y leerlos en la pared es alucinante», dice Rossi.
Desgraciadamente, es posible que nunca comprendamos el contexto del descubrimiento: muchas de las inscripciones están prácticamente borradas y, lo que es peor, la ciudad de Xultún fue saqueada durante la década de los 70.
Por ello, y a pesar de la importancia de Xultún en el mundo maya, muchos arqueólogos habían dado la zona por perdida.
«Y sin embargo, hemos encontrado aquí lo que no habíamos visto en ningún otro sitio», comenta Saturno. «Y eso que empezamos a buscar hace sólo tres años».
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