lunes, 13 de febrero de 2012

Por San Valentín, regala flores sin espinas

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Colombia, segundo exportador de flores a nivel mundial, vende por San Valentín unos 500 millones de flores, equivalentes al 15% de toda su producción anual. Muchas terminan en Europa. En una industria donde los contratos son de corta duración, las mujeres (65% de la mano de obra) trabajan a un ritmo frenético a cambio de un salario muy bajo, en condiciones insalubres. La mayoría no goza de baja por enfermedad o por maternidad, pocas están amparadas por alguna cobertura sanitaria o de desempleo y aún menos consiguen ahorrar para el futuro.

Según un estudio de la Corporación Cactus, el 82,8% de las empresas dedicadas a la floricultura en Colombia pide a sus empleadas hacerse la prueba de embarazo, atentando contra sus derechos laborales, sexuales y reproductivos. En la Sabana de Bogotá son varias las que exigen además a sus trabajadoras el certificado de ligadura de trompas. Las enfermedades profesionales son frecuentes, pero rara vez reconocidas por las aseguradoras. Y cuando alguien quiere reclamar, ¡sorpresa! A veces no saben ni a quién hacerlo. Más del 34 % están contratadas por intermediarios.

La supuesta crisis del sector ha sido el argumento, o el pretexto, para justificar la  degradación de las condiciones laborales de estas mujeres. Pero lo cierto es que, aunque sólo en el año 2010 se perdieron 12.000 empleos en las flores, la producción no ha bajado. ¿Cómo lo han conseguido? No es tan difícil: imponiendo topes de rendimiento inhumanos, con jornadas en temporada alta de hasta 20 horas diarias. Las mujeres que entrevisté hace apenas un par de semanas me decían que hablar está tácitamente prohibido.

No se debe perder tiempo, por nada. Se acostumbran a no beber apenas agua, para no tener que ir al cuarto de baño. Cuando paran por diez minutos para comer algo, a la una o las dos de la madrugada, lo hacen de pie. Graciela me contaba cómo a muchas se les cae el tazón de caldo de las manos; sus brazos no pueden apenas sostenerlo, entumecidos después de horas de trabajo.

Pero el resultado, para algunos, merece la pena: el crecimiento de la productividad por cada trabajador ha aumentado un 36% en los últimos  años, lo que corresponde en cierta medida a los puestos de trabajo que el gremio ha eliminado paulatinamente. Y aunque los precios suben en Colombia, los trabajadores de flores siguen recibiendo el salario mínimo mensual vigente en el país, unos 286 dólares. La supresión de prestaciones, las presiones para no sindicarse, y los despidos colectivos ilegales, están a la orden del día. Más beneficios.

Está claro que detrás de la belleza de las flores hay mucho escondido. Por eso las organizaciones sociales y sindicales del sector promueven el 14 de febrero, coincidiendo con San Valentín, la celebración del Día Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores de las Flores. Buscan así sacar a la luz sus reivindicaciones laborales, y su derecho a la contratación directa y a la organización sindical, en un sector que genera en Colombia cien mil empleos directos y ochenta mil indirectos, y que vive un proceso acelerado de precarización.

Este San Valentín, yo pensaré en ellas antes de comprar flores. En Graciela, en Herminia, en Alba. ¿Y tú?

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