El Gran Premio de Francia disputado en Le
Mans ha dejado una imagen para el recuerdo, la de Julián Simón
arrastrando su moto para conseguir cruzar la línea de meta. Al campeón
del mundo de 125cc en 2009 se le paró su montura en el peor momento,
pero no quiso resistirse a abandonar la carrera.
Smith se fue al suelo dejando un duelo a cuatro que Kallio resolvió pronto a su favor cogiendo unos metros en la última vuelta, y cuando se estaba jugando la sexta posición con West y 'Polyccio', el motor de su Honda dijo basta, tirando por tierra sus aspiraciones de lograr un buen resultado.
Lejos de mostrar un más que comprensible enfado -que seguramente iría por dentro-, el manchego no se lo pensó dos veces y echó a correr con la moto agarrada hasta la línea de meta. En todo el proceso invirtió unos cuarenta segundos y entró décimo tercero, salvando al menos tres puntos.
Eso es lo de menos. Lo que hizo Simón fue demostrar el coraje de alguien que, habiendo sido campeón del mundo de 125cc y subcampeón del mundo de Moto2, prefiere recorrer 300 metros con la moto acuestas para entrar en meta décimo tercero antes que decir adiós a una carrera en la última curva.
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