El ex primer ministro británico comparece ante la comisión Leveson, que investiga las escuchas ilegales del tabloide News of The World, para explicar su relación con el magnate mediático
El ex primer ministro británico Tony Blair comparece esta mañana ante
la llamada comisión Leveson, que desde noviembre investiga el
comportamiento ético de la prensa británica a raíz de las escuchas
ilegales del desaparecido tabloide News of The World.
Su
comparecencia se centrará en las estrechas relaciones que tuvo con el
magnate Rupert Murdoch y hasta qué punto estas han podido condicionar
sus funciones como primer ministro.
La comisión está en la tercera fase de sus investigaciones, centrada
en las relaciones entre la prensa y los políticos, tras haber empezado
en noviembre indagando en las relaciones entre la prensa y el público
–prestando especial atención entonces a las escuchas y potenciales
comportamientos ilegales– y haber abordado después las relaciones entre
la prensa y la policía.
Estos dos primeros capítulos están siendo investigados también por la
policía y el viernes pasado se produjo la detención numero 30 en
relación al escándalo del News of The World. Scotland Yard
arrestó a una mujer de 37 años, que se cree es una antigua periodista
del tabloide, en el marco de las investigaciones por supuestos sobornos a
policías y otros empleados públicos.
La semana pasada, uno de los principales aliados de Blair en el Nuevo
Laborismo, el varias veces ex ministro y también ex comisario europeo,
Peter Mandelson, negó en su comparecencia ante la comisión Leveson que
hubiera habido un pacto entre Murdoch y Blair, aunque admitió que se
podría discutir sobre si esas relaciones llegaron a ser “más estrechas
de lo que hubiera sido recomendable”.
Antes, en abril, el ex director de Comunicación de Downing Street en
tiempos de Blair, Alistair Campbell, negó también la existencia de un
pacto antes de las elecciones de 1997, en las que el influyente y
tradicionalmente pro conservador The Sun pidió el voto para los
laboristas. Campbell negó también que Murdoch influyera en la decisión
de Blair de apoyar la invasión de Irak en 2003.
Por una vez, sin embargo, la comparecencia de Blair puede quedar
eclipsada por la de un político de rango muy inferior, pero en activo.
Al menos, de momento. Este jueves que viene comparecerá también ante la
comisión Leveson el actual ministro de Cultura, el conservador Jeremy
Hunt. Hunt está en el ojo del huracán por sus cada vez más evidentes
vínculos con el grupo Murdoch.
Su posición se ha convertido en más delicadas después de que la
semana pasada se difundiera en la comisión un memorando enviado por Hunt
al primer ministro David Cameron en el que el ministro defiende la
conveniencia de dar luz verde a la pretensión de Rupert Murdoch de
hacerse con el 100% de la plataforma de televisión BSkyB, de la que
posee el 39%. La operación acabó frustrándose al estallar el escándalo
de las escuchas ilegales.
Sus opiniones no tendrían más importancia si no fuera porque Cameron
le transfirió a Hunt la decisión sobre esa operación después de que el
ministro hasta entonces al cargo, el liberal-demócrata Vince Cable,
fuera grabado por periodistas que se hacían pasar por estudiantes
haciendo declaraciones contra Murdoch. Esa falta de imparcialidad llevó
al Gobierno a impedir que Cable fuera el árbitro de la operación, por
entender que no era imparcial.
El problema para Hunt, y en realidad sobre todo para Cameron, es que
ese memorando era anterior a la decisión de que fuera él quien llevara
el caso. Es decir, que Cameron sabía que Hunt no era totalmente
imparcial porque tenía de entrada una posición favorable a Murdoch. Ya
antes de conocerse ese detalle habían trascendido documentos que
demostraban una relación sospechosamente estrecha entre un lobista de
Murdoch y un asesor del ministro, que obligó a ese asesor a dejar su
cargo.
El primer ministro se ratificó el viernes en su decisión de encargar
el asunto a Hunt con el argumento de que es “irrelevante” comparar las
declaraciones de Cable y las opiniones de Hunt porque “la clave no es lo
que [Hunt] había dicho en el pasado sino cómo estaba haciendo su
trabajo”.
Sin embargo, el memorando acrecienta las sospechas de que el
primer ministro, que mantenía estrechísimas relaciones con Murdoch y
sobre todo con su mano derecha en Londres, Rebekah Brooks, no hizo más
que intentar hacerle la vida más fácil al magnate australiano y
favorecer sus intereses en el mercado británico.
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