El artista pintó una estación de Metro, fachadas, carteles y hasta las lonas gigantes que cubrieron la Puerta de Alcalá durante su restauración. El Ayuntamiento de Madrid pondrá su nombre a una calle, y Alcorcón tendrá también una vía en su memoria
Mingote no nació en Madrid, pero era madrileño por los cuatro costados. Tan es así, que su huella llena la capital. Los residentes y quienes visitan la ciudad la encuentran a cada paso: a las puertas de un comercio centenario, sobre la fachada de un edificio céntrico, en una estación de Metro... Mingote, con M de Madrid, tendrá pronto una calle con su nombre en la capital, según se comprometió ayer la alcaldesa, Ana Botella.
Mingote en Madrid
No
será la única: la Comunidad de Madrid dará su nombre a un centro
educativo, y Alcorcón tendrá una vía dedicada a su memoria, e instaurará
un premio gráfico anual con su nombre. Así, seguirá acumulando
distinciones este catalán de nacimiento que se ha honrado de llevar
durante 30 años —desde 1982— el título de Alcalde Honorífico del Retiro.
El parque donde persiste el abeto que él mismo plantó hace décadas. La
ciudad y la región le dieron sus máximos galardones: la Medalla de Oro del Ayuntamiento en 1996 y la Medalla de Oro de la Comunidad en 2010. Y él, para quien «Madrid es la mujer sin la que no puedes vivir», correspondió llenándola de «guiños».
Como
el que encuentra quien pasea por la plaza de Cristino Martos, y levanta
la cabeza ante el número 8 de la calle Duque de Osuna para ver sus
dibujos sobre la fachada. Piezas de museo al aire libre, incluidas en el
Catálogo de Monumentos en 2007.
Locales centenarios
Claro que no son los únicos: hay 60 establecimientos en Madrid con más de cien años de vida, y cada uno se adorna con un diploma y una placa que
recuerda su antigüedad, y que fueron diseñadas también por Mingote. Las
dos primeras se pusieron en 2006 en el restaurante Lhardy de la carrera
de San Jerónimo, y en la Real Botica de la Reina Madre, en la calle
Mayor, 59. Fue una más de las colaboraciones del genial artista con el
Ayuntamiento madrileño, en esa ocasión con el alcalde Ruiz-Gallardón.
Pero antes tuvo otras con Álvarez del Manzano.
Fue
éste quien le ofreció pintar los trampantojos del edificio de la calle
de la Sal esquina con Postas, frente a la Posada del Peine. Allí, la
imaginación de Mingote le llevó a dibujar unos falsos balcones desde los
que los personajes de «Fortunata y Jacinta» contemplan aún hoy a todo
el que pasa —y son muchos— hacia la Plaza Mayor.
Los
trampantojos se instalaron en noviembre de 2001. En el primer piso,
están Benito Pérez Galdós con las dos mujeres de su novela más conocida, junto al galán de ambas,
Juanito Santa Cruz. En el segundo, un matrimonio burgués y un
galanteador de señoras, acompañados de un obrero. El cuadro se completa
con las figuras del tercer piso, el «militar más o menos golpista» y el
«poeta romántico». Y más arriba, en la buhardilla, «los artistas, la
vida bohemia, las estrecheces económicas».
El relojero de La Sal
«A Mingote le hizo
mucha ilusión este encargo», recuerda Sigfrido Herráez, entonces
concejal de Vivienda y responsable directo de esta decoración. Aunque,
confiesa, «la idea en realidad fue de Ángel Manuel García», dueño de la
centenaria relojería de la calle de la Sal y presidente de la Fundación
Villa y Corte. La relojería también tiene, por cierto, una huella del
arte de Mingote, en forma de cartel anunciador del establecimiento.
Pero
igual que subió a las alturas, el genial dibujante descendió al
inframundo... en este caso, al del suburbano madrileño. Y allí, en 1987,
inmortalizó la estación de Retiro dotándola de tres de sus dibujos,
convertidos en murales de azulejo que se inspiran en el «Parque del
Retiro fantástico» que tantas veces imaginó en sus paseos.
La «otra Puerta»
Una de sus
actuaciones más celebradas en la capital fueron los monumentales toldos
que dibujó para cubrir la Puerta de Alcalá durante su restauración, en
1992. Su tamaño y colorido y la gracia de sus figuras convocó a miles de
madrileños, que se desplazaban hasta la zona sólo por disfrutar del
espectáculo.
En
una de las caras, aparecía Carlos III y a su lado canteros, juglares,
la nobleza, el pintor Goya y una aristocrática pareja que representaba,
según dijo entonces Mingote, al alcalde Álvarez del Manzano y su esposa.
Detrás pueden verse a varios albañiles, que mediante una antigua polea,
elevan la placa con el nombre del «rege carolo III» hasta la parte superior del monumento, aún sin concluir.
El oso y el atasco
En un lateral, un
hombre pinta sobre la pared «Biba la Kultu...», mientras el oso y el
madroño sonríen ante una pancarta que alude a la Capitalidad Cultural
Europea, que celebraba ese año Madrid. La otra cara reflejaba la época
moderna, con sus turistas y sus coches atascados.
Tanto
gustaron, y tanto éxito tuvieron, que dos años después volvió a
utilizarse la misma idea para cubrir, esta vez con dibujos de
inspiración marinera, la fuente de Neptuno durante su restauración.
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