viernes, 18 de mayo de 2012

Fotogalería._ Volcanes y glaciares




Durante siglos, este paisaje de volcanes y glaciares ha sufrido el impacto de la presencia humana (y de las ovejas). Lo que queda, sin embargo, sigue siendo espectacular.









Un torrente glaciar se precipita desde una cornisa de unos 12 metros de altura en Godafoss, «la cascada de los dioses». Cuando la asamblea islandesa adoptó el cristianismo en el año 1000, su líder arrojó los ídolos paganos a las cascadas. La isla cubierta de musgo «está a salvo de las ovejas», dice la geógrafa Guđrún Gísladóttir.









El oleaje de invierno corre torrencialmente entre los arcos que el mar ha excavado en la roca basáltica de Arnarstapi, un pueblo de pescadores situado en la península de Snæfellsnes. En apenas unos meses este lugar será un carnaval de gaviotas tridáctilas, unas aves marinas que anidan aquí. El arco más grande mide unos 12 metros de alto.








En septiembre, la cascada Hraunfossar presenta el mismo aspecto que debió de tener en la época de los vikingos, un paisaje con abedules, arándanos y con la presencia del río Hvítá, blanco de limo. La cascada se compone de una serie de fuentes que caen al río.









En Hveravellir, que en islandés significa literalmente «fuentes termales de la llanura», delgadas terrazas de geiserita precipitan al enfriarse el agua. Fjalla-Eyvindur, un famoso forajido del siglo XVIII, se refugió al calor de estas aguas durante años, robando ovejas durante los meses de verano.








Los primeros rayos de sol de un día de junio iluminan una cresta de riolita, una roca volcánica, en Landmannalaugar, uno de los lugares favoritos de los excursionistas. Los Haarberg subieron hasta un lugar con vistas después de la medianoche. Al alba, sobre las 3 de la mañana, las nubes dieron una tregua de cinco minutos, y luego se volvió a nublar.
 






Cuando el Hverfjall entró en erupción hace 2.500 años nadie lo vio, pues nadie vivía entonces en Islandia. Una tarde de marzo la fotógrafa Orsolya Haarberg contemplaba el paisaje, todo para ella sola, cuando un viento del norte sopló sobre la fina capa de hielo del lago Mývatn, barriendo la nieve hasta abrir lo que parecía un camino hacia el cráter.










La cascada de Litlanesfoss, en la costa este de Islandia, corta una antigua colada de lava que, al enfriarse lentamente, dio lugar a la aparición de espectaculares columnas basálticas. La formación de estas columnas verticales se produce porque, al enfriarse, la lava basáltica se solidifica y se cuartea en forma de prismas poligonales.








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 Una corriente serpenteante deposita sedimentos de hierro sobre la arena volcánica cerca de Háfur, en la costa sur.










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